Capítulo LXXVI - Colapso.

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Estela

Logré que no se precipitara a hacer nada, pero no pude detener el parloteo de esta chica. - Baja la voz, te he dicho que estoy bien. Además, no es de tu incumbencia.

- De seguro el embarazo te hizo colapsar. No te ves nada bien, ¿acaso estas comiendo siquiera? Más que sorprendida me asusté, pareces la protagonista de una película de terror.

- Ya lárgate.

- Aún tengo mucho que decir. ¿Cómo puedes cargar con esto tú sola? Es más, ¿cómo es que vives?

- Te juro que no quisiera vivir. Me harías un gran favor si me matas.

- Para colmo suicida, y claro, ¿cómo no tener esos pensamientos intrusivos? Necesitas ayuda.

- Mejor sal de la habitación antes de que llegue mamá. Vete, vete ya...- Insistía hasta que logré convencerla de irse. Pude estar sola al fin, pero no me siento segura con alguien sabiendo de mi condición.

No sé qué rayos había pasado, solo iba a recoger la bandeja como de costumbre, pero me sentí aturdida, luego una opresión en el pecho y al final no tuve control de mi cuerpo ni de mis acciones. Estaba consciente, pero no tenía control de mi cuerpo y sentía que me estaba quedando sin aire. Sin embargo, agradezco que fuera ella la que acudiera a mi auxilio, no puedo imaginar que fuera otra persona. Hubiese sido un desastre y no me siento lista para afrontar eso, espero morirme antes.

Me miro al espejo y noto que comparado a como estaba, estoy mejor y aún así dice que parezco la protagonista de una película de terror. Ella no sabe aún lo bajo que he caído; ya no quedan rastros de quien fui y sólo tengo 18 años.

Voy a la cama, me siento y miro el frasco de pastillas en la mesa de noche. - ¿Alguna vez tendré el valor de tomar el frasco completo?- Me pregunto a mí misma.- Espero no sea demasiado tarde.

Unas horas después tocan la puerta, pensé que vendrían a avisarme si quería cenar, pero era ella. - Te traje algo de comer.- Eso me enfureció y fui a la puerta.

- Lárgate antes de que alguien te vea.

- Te equivocas, es mejor que abras antes de que alguien me vea.

Abro la puerta. - Pasa rápido.- Una vez estuvo dentro cerré la puerta. - Yo no pedí este acercamiento, debiste desaparecer y hacer como si nada hubiese pasado. A eso me refería con que no dijeras nada.

- No he cenado y tú tampoco, comamos.

- Yo no te dije que tenía hambre.

- ¿No ibas a comer cuando colapsaste? Vamos, siéntate.- Dijo sentándose en el suelo. - Siéntate.- Me senté no para complacerla, sino para llegar a un acuerdo. Pero hizo caso omiso a todo lo que le decía. Acercó una cuchara de sopa a mi boca.

- No hagas eso, es repugnante.

- ¿La sopa?- Me pregunta y cambia la cuchara de dirección probando ella el contenido.- Sabe bien, adelante.- Vuelve a tomar una cuchara de sopa para acercarlo a mi boca; moría de hambre así que acepté... Nos quedamos en silencio compartiendo la misma cuchara.

- Vete.

- Me quedaré, y no te preocupes... Las sirvientas dijeron "el señor y la señora Miller no vendrán a casa esta noche". Así que pasaré la noche contigo. Entonces... Llevas meses encerrada, ¿cómo rayos se hace eso?

- Te acostumbras...

- Aún así eso no está bien. Además, debes decirle a tus padres antes de que esto se vuelva un caos, estoy segura de que te apoyarán. Y despues de eso deberías hay que buscar al padre de la criatura, aunque a ti no te hace falta nada aquí, un bebé es de dos y el debe hacerse responsable.

Me enfureció nuevamente por hacerme recordar cosas desagradables con lo que decía. - Tu no tienes derecho a decirme eso. No te creas la gran cosa aquí, eres la hija bastarda de mamá... Tú sólo tienes que ver con mamá, no conmigo. No te metas en mis asuntos.
- ¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver? Me preocupo porqué somos familia, a través de mamá yo comparto tu misma sangre y por eso no puedo verte así. ¿A quién no le dolería? Ni nos conocemos bien y me siento...- Ella dejó de hablar, sostuvo su pecho y abrió la boca como quién no podia respirar, y vi cómo fluía sangre de su nariz. Me asusté y me moví para ayudarla.

- ¿Qué te sucede? Oye...- La miraba y trataba de ver cómo ayudar, pero no se me ocurría nada, sólo le di palmaditas en la espalda. Hasta que recuperó el aliento. La levanté como pude y la llevé a la cama, u fui en busca de papel para limpiarle la sangre.

- Ya estoy bien.

- ¡¿Qué rayos te pasó, niña?!

- No lo sé, solo un terrible presentimiento... Algo horrible.

- ¿Estas enferma o algo? La sangre de tu nariz.

- Normalmente tengo sangrado nasal al experimentar una fuerte emoción.... Estoy bien ahora.

- Eres un fenómeno.- Comento para luego suspirar de alivio, veo el reloj marcando las 11p. m.- Mejor descansa un poco, ya es bastante tarde.

Sin censura: 《detras de Las apariencias》.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora