Capítulo VII - Piñas Coladas.

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Diana

Despierto de golpe y lo primero que hago es mirar a mi alrededor, desorientada. Solo fue un sueño, suspiro profundamente, dejando que el alivio me invada mientras me tumbo de nuevo en la cama. Mi vista se posa primero en el ventanal y luego en el techo, blanco e inmaculado, con un ventilador girando lentamente en el centro. Sin pensarlo, toco mi labio inferior con la yema de mi dedo índice. Menos mal que fue un sueño, pienso. De lo contrario, no podría verlo a la cara.

Sigo en el hotel, atrapada en este lugar desconocido, haciendo… nada. Es ahí cuando su voz irrumpe en mis pensamientos.

—Despertaste, dormilona. Siempre a la defensiva, pero quién te viera durmiendo... Si quisiera hacer algo, ya lo hubiera hecho.

No sabía si preocuparme con su comentario o por que se estaba acercando con una bandeja.

—Buenos días... Oiga, señor... ¿Anoche...?

—No me dejaste dormir. Te aferraste a mí y no pude moverme en toda la noche—mis ojos se agrandan. ¿De verdad dormí con él? Pero no me da tiempo a  reaccionar, antes de añadió: ——No te sorprendas tanto… Pronto eso será completamente natural. Dormir juntos será algo cotidiano. Ahora, come.

—¿Todavía sigue jugando? ¿Aún quiere que sea su amante?

—Quiero que seas mi esposa.

—Usted no me interesa.

—Mientes... No lo quieres aceptar, pero sé que ye sientes atraída hacia mí.

Una risa amarga escapa de mis labios. ¿Cuándo se volvió tan arrogante?

—En fin, come rápido y vístete. Ponte algo cómodo, sigue haciendo calor afuera. Nuestra cita apenas comienza. Te esperaré en el auto—en seguida rodea la cama y me deposita un corto beso en la sien. Otra vez no—, no me hagas esperar mucho.

Una vez sola, mis ojos se posan en la bandeja. Todo se veía delicioso: el zumo de naranja, pan tostado, huevos revueltos un tazón de frutas.

El hambre ya se hacía presente por lo que no pierdo tiempo y comienzo a comer en lo que mi mente divagaba.  Al terminar, me levanto, arreglo la cama y llevo la bandeja a la cocina. ¿Debería bajar?, pienso, pero rápidamente sacudo la cabeza. El presidente está bromeando… Solo está bromeando. Sin embargo, el recuerdo de su beso regresa a mi mente. No, no lo creo. No estaba bromeando. ¿Está enamorado de mí? ¿Me ha traído aquí para estar a solas conmigo?

Me estaba imaginando cosas absurdas.

—Vamos, vuelve a la realidad, Diana… Una huérfana y el presidente de una empresa. Ni en los cuentos de hadas, oyeme, ni en los cuentos de hadas...—Mis carcajadas llenan la habitación, pero la duda persiste. ¿Podría pasar?

Con la curiosidad latente, decido seguirle el juego. Me doy una ducha rápida y me visto: un pantalón jean corto, una blusa holgada de mangas largas y zapatillas de plataforma. Entro en la cartera una libreta, el celular, la agenda del presidente y un bolígrafo. Por si el ambiente laboral vuelve.

Salgo del hotel y ahí está el auto estacionado justo en frente. Mi mirada se encuentra con la suya, y me recibe con una sonrisa que no consigo descifrar. Con un suspiro, me dirijo hacia él.

 Con un suspiro, me dirijo hacia él

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Sin censura: 《detras de Las apariencias》.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora