Capítulo LXX - Tiempo para los dos.

513 36 0
                                    


Diana

- ¿Sebastián, puedes calmarte?- Repetía. - Además, ¿así demuestras tu confianza hacia mí, siguiéndome?

- No me cambies el tema, Diana.

- Bien, tú abre los ojos. Aquí tengo los papeles, fui porque quiero que mi hija estudie.- Suspiro y tomo su mano. - Cálmate, es a ti a quién quiero.- Él se suelta y va en dirección a su despacho.

- Mamá, ya llegaste.- Escucho decir a Sofía quién bajaba por la escalera.

- ¡Qué bueno que te veo!- Exclamé y fui rápidamente a su encuentro para estrecharla entre mis brazos.

- ¿Pasó algo especial?

- Muy pronto volverás a clases.- Digo y me aparto para besar su frente.- Verás que te va a encantar. Debo ir a hablar con Sebastián, te veo en un rato.

La dejo y camino hasta el despacho de Sebastián. Allí lo veo envuelto en sus papeles con el ceño fruncido; no parece concentrado para nada, se nota a leguas que intenta distraerse. Me acerco, no con la intención de hablarle. - Perdón.

Él detuvo su accionar. Parece que no se lo esperaba; levanta su cabeza y su rostro parece más relajado. - Creo que nunca te has disculpado conmigo antes.

- ¿En serio? Exageras.- Sonrío y el me sonríe de vuelta.

- Te perdono.

- Tengo que acostumbrarme a tus nuevos personajes, ¿qué Sebastián es este?- Él ríe.

- Lo mismo digo, Diana.- Se levanta, rodea el escritorio y se acerca a mí. - Hagámos un picnic sólo tú y yo.

Enarco las cejas y pregunto: - ¿Picnic? ¿Qué es eso?

Él se sorprende.- ¿Nunca lo has hecho con tu familia?

- No.- Contesto.

- Te llevaré al lugar dónde mi familia y yo lo hacíamos.

- Me parece bien.

Sebastián me toma de la mano con una sonrisa radiante en su rostro, cosa que pocas veces veía, sus ojos color ámbar parecían brillar. Caminamos hasta la cocina y con su presencia las sirvientas se forman en fila.

- Quiero que preparen bebidas y bocadillos para un picnic, lo esperaremos en el bosque.

- Sí, señor.- Contestan al mismo tiempo.

Salimos de la mansión, aún con nuestras manos entrelazadas y caminamos con total tranquilidad hacia el frondoso bosque.

Nunca había ido hacia allá en todo el tiempo que tengo viviendo con Sebastián.

Entre más nos acercábamos más densa era la hierba... Finalmente nos adentramos al lugar. El clima cambio de golpe, se sentía mas fresco y los árboles apenas dejaban entrar pequeños rayos de luz.

- Este lugar es hermoso.

- No has visto nada aún.- Comenta.

Se me hace que Sebastián es muy naturalista o algo así, la vez que me rapto me dió un paseo natural. Eso sin mencionar que vive en una mansión rodeada de un hermoso paisaje. Ahora que lo pienso, la cafetería de la empresa es igual.

- ¿Lo escuchas?

- ¿Qué cosa?- Pregunto y nos quedamos en silencio para poder escuchar aquel sonido ligero que indicaba que algo estaba fluyendo calmadamente, pero lo suficientemente abundante como para hacerse notar. - Un río.

- Sí. Nunca se ha secado.

El sonido no variaba para nada a pesar de que nos acercábamos. Cuando ya podíamos ver el río, una ventisca nos da la bienvenida... Por poco se lleva el sombrero que llevo puesto, pero al final sólo pudo mover los flecos de mi vestido con estampado de flores. Mientras sostenía el sombrero, elevo la mirada y veo a Sebastián sereno con su cabello alborotado.

- ¿Pasa algo?- Le pregunto.

- No. Vamos al lugar, las sirvientas de seguro ya tienen la canasta allá.

- ¿Este no era el lugar?

- No.- Contesta.

Pude disfrutar del ambiente, la paz y un Sebastián totalmente nuevo. Parece que este lugar le trae recuerdos, sus ojos no parecen estar viendo algo que esté en el presente.

- Aquí es...- Dice y noto que hemos llegado a una parte totalmente diferente del bosque, la hierba estaba recortada alrededor de un enorme árbol en el centro del bosque, hay más luz y la temperatura volvió a la normalidad.

A parte de eso, allí están la canasta que decía. Él soltó mi mano y fue a preparar todo. Primero tomó un mantel y lo expandió en el suelo, saco de la canasta platos, copas, una botella de vino, zumo y bocadillos.

- ¿Sabes qué día es hoy? Un día como hoy nos casamos.

- ¿En serio? ¿A principios del verano? ¿Estas seguro?

- No puedo creer que no hayas recordado.

- La que está sorprendida soy yo, no pensé que ibas a memorizar eso, no parecía importarte. Además, fue tan simple ¿Cómo iba a recordar? Sin vestido, traje, ceremonia...

Él se ríe. - Éramos un desastre.

- Y lo seguimos siendo.

- Pero llevamos más o menos 20 años juntos.

- ¡No inventes!- Exclamo y él se ríe aún más.

Sin censura: 《detras de Las apariencias》.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora