Ainya.

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Al entrar al templo no paro a saludar a las ninfas que hay repartidas por los pasillos atendiendo a gente y voy directamente por el pasillo de campanillas que lleva a la sala de la sacerdotisa.

Cada vez que recorro los muros del templo imagino una de las historias que han quedado retratadas en estas paredes.

Una engalanada puerta nos separa de Delia y de los misterios que no quiere revelar Looren. Llamo como siempre, <<tock, tock, tock>> y, como siempre, ella responde desde dentro:

—Adelante Ainya.

Entramos en la sala de la sacerdotisa, ella, como siempre, sentada en el centro de la estancia, rodeada de pinturas de ninfas pasadas, que una vez hicieron algo importante por Xiah.

—Hola Delia. —siempre me ha emocionado venir a verla, ha sido una segunda madre para mí, contándome cuentos y enseñándome la historia de Xiah, mi pueblo.

—Pasa cariño y dile a tu amigo que se descubra, estará más cómodo así.

Miro de reojo a Looren, que parece desorientado por el comentario, aunque también parece maravillado ante la cantidad de arte que hay aquí guardado.

—No te preocupes, ella tiene visiones del futuro, aunque nunca suele ser muy lejano.

Looren se quita la capucha y después la capa.

—Bienvenido alteza. —las palabras de Delia me desconciertan.

—¿Alteza? —lo digo intentando creer que es a mí a quien se refiere. —Lo dices por mí, ¿no Delia?

—No cariño, sé que no te gusta que no te llamen princesa, lo digo por él. —levanta el brazo, señalando a Looren.

—¿Él? —pongo una cara de incredulidad y me giro para ver a Looren que se ha puesto bastante nervioso.

—Sí, te encuentras ante el príncipe Leila de Calurnia. —siempre me ha asombrado su tranquilidad a la hora de hablar, aunque sea de temas tan importantes como este.

—¿Es ... eso verdad? —no sé cómo consigo articular palabra, ahora mismo estoy en blanco.

—Sí ... —lo ha confesado sin negarlo si quiera, aunque parece muy avergonzado. —Siento el engaño, pero no sabía cómo reaccionarías. —cae al suelo llorando. —Lo siento de verdad, pero la gente de Calurnia no es bien recibida fuera de sus fronteras. —la imagen de Looren o Leila en el suelo desconsolado por mentirme me parte el alma, así que me arrodillo junto a él.

—Yo ... tampoco he sido del todo sincera, no te he contado que bueno ... que soy la princesa de Xiah.

—Ainya ... —la voz de Delia se corta, transformada en una mueca de horror.

—Selenne ... —su nombre me trastorna, habla de mi madre, de su amiga de la infancia, pero al pronunciar su nombre no hay esa calidez con la que habla de ella siempre, con una mezcla de cariño y admiración. —Debes ir ... con ella ... su vida está ... en peligro.

Una bofetada me golpea al escuchar esa frase: <<su vida>>. Xiah es un reino tranquilo y pacífico, nunca imaginaría un motín contra la reina.

—Voy al castillo. —por un momento me detengo a pensar en Leila, ¿debería llevarle conmigo? ¿O lo lógico sería que volviera a Calurnia?

No tengo tiempo de pensar en una respuesta.

—Yo te sigo. —es la primera vez que le escucho decir algo con seguridad.

No rechazo su petición, aunque estoy segura de que no es ninguna petición y seguro que hay algo más, pero no tengo tiempo para indagar más.

—Leila. —Delia señala un libro que sobresale de una estantería. —Llévatelo, por favor. —Leila lo coge y lo guarda entre la capa.

—Adiós Delia, muchas gracias. —me acerco, la beso y nos vamos.

—Suerte mi niña. —oigo a Delia a lo lejos.


Cuentos en una noche estrellada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora