Cassandra.

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Corro.

Huyo.

Con la camisa y los pantalones que padre me regaló puestos, es más cómodo moverse así y me permite ser mucho más ágil que con un vestido compuesto por cuatro capas y un corpiño que deja pasar el aire justo para que no desfallezca nada más vestirme, aunque todo esto no sea relevante, ya que gracias a la magia ahora soy invisible.

Recorro las calles de Malaquia, la capital de Lambeth y su ciudad más próspera, aunque yo no lo veo así, solo veo miseria, hambre y temor a represalias, no puedo creer que la vida de la gente normal sea tan desdichada.

<<No puedo hacer nada por ellos>> la frase se repite en mi cabeza, si mi madre, la manipuladora sigue gobernando el pueblo seguirá sufriendo escasez y hambrunas.

Me tapo la cabeza con un pañuelo que llevaba en mi improvisada mochila.

Deshago el hechizo de invisibilidad y me muestro, oculta claro por la ropa de hombre y la improvisada capucha amparada en las sombras, me he alejado lo suficiente del palacio y todavía faltan unas horas para que anochezca, lo que significa que quedan unas horas para que descubran que me he ido, solo entran en mi cuarto bien entrada la noche para dejar una bandeja con un poco de comida.

Llego a la punta este de Malaquia y pago unas monedas por una montura, no me reconocen, pero no por ello me relajo, es más siento una pequeña presión en el pecho, quizá sea la ansiedad que siento cada vez que me cruzo con alguien.

Tomo un camino alejado de las vías principales, elijo uno para comerciantes que lleva años en desuso por su aspecto.

He decidido no parar en ninguna posada, dedicaré la noche a alejarme lo máximo que me sea posible de Malaquia y de la reina, mi madre.

Descanso dos veces en roda la noche, para que mi montura no muera de cansancio o deshidratación en medio del camino.

Al amanecer estoy a unos dos pueblos de la frontera con Shiróna o eso calculo yo por las indicaciones que he escuchado a hurtadillas a unos campesinos, cambio otra vez de montura lo cual no entraba en mis planes, pues mis fondos son limitados y ahora solo me quedan siete monedas, lo que me dificulta bastante más el poder comprar víveres y huir a Eleahara para comenzar una nueva vida.

Siempre he pensado que no pertenecía a Lambeth, a pesar de tener rasgos élficos poseo magia, al igual que mi madre y su madre, mi abuela, ya que según Eudial la abuela era una hechicera de Eleahara que se quedó prendada del abuelo durante una visita oficial de este al reino de la magia, ella viajó a Lambeth, usando su magia para convencer a todos de que también era una elfa para tener una audiencia con el rey, pero este consiguió reconocerla, a pesar del engaño, y le confesó que también había quedado prendado de ella, colmada de dicha aceptó la propuesta de matrimonio que el rey le hizo y abandonó su reino para gobernar junto a su amado el reino élfico.

Tenía intención de llegar a Eleahara antes de una luna, pero ya no dispongo de muchos fondos y no se me ocurre otra manera de obtener ingresos que no pase por vender las escasas pertenencias que pude traerme del palacio, un vestido y un par de pulseras engarzadas con amatistas y esmeraldas, me niego a vender mi colgante, es lo único que me acredita como la heredera legítima de Lambeth, aunque espero no tener que llegar a usarlo nunca.


Cuentos en una noche estrellada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora