Cassandra.

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Me aburren el tedio y la monotonía. Todos los días con el primer rayo de sol me levanto, me visten y obligan a desayunar, después recibo clases de historia, política, ... Otra vez bajo a comer y ahora es cuando mi madre me da los buenos días, si no está lo suficientemente ocupada como para ver a su hija, se acerca a mí, deja un frío beso en mi mejilla y se marcha otra vez tan majestuosa como siempre.

En la tarde tengo clase de magia y hechicería, de mano de la mejor hechicera de todo el reino de Lambeth, Eudial, mi madre, la reina, siempre demasiado ocupada para dedicarme algo de tiempo fuera del horario de clase.

La noche es el único momento libre del que dispongo, ceno y me acuestan, por supuesto mi madre no está presente cuando cierran la puertas las criadas. Me levanto y salgo por la ventana, está alto, pues mi alcoba está en la tercera planta del palacio, pero soy bastante buena con la magia, así que de un chasquido de dedos me sitúo en el tejado y observo las estrellas, las hablo y entre ellas distingo a mi padre, un héroe, quién murió por intentar salvar a unos trabajadores de un derrumbamiento, cada vez que se ven las estrellas subo y me dejo llevar por la imaginación, pienso en cómo sería mi vida si él, si Alen, si el héroe del pueblo no se hubiera sacrificado y me hubiera dejado sola con la fría de mi madre.

Hoy no me siento con fuerzas, así que vuelvo a mi habitación.

Los días no pasan, me agobia el hastío y no aguanto más, necesito libertad, soy joven y no me gusta, así que me voy al único sitio donde puedo relajarme y no ser elegante, ni educada. Corro a mi habitación, abro la ventana y dejo que el aire frío me invada, salgo y con un chasquido de dedos subo al tejado, hoy no hay estrellas, aunque todavía no ha anochecido, solo cierro los ojos y me dejo mecer por la brisa.

Pierdo la noción del tiempo, cuando abro los ojos lo hago al oír unas voces que llegan hasta mí, una de las voces me es muy familiar, la voz de mi madre, está habla con alguien mayor, por su tono pausado y seco, no sé porque, pero siento la necesidad de escuchar más a fondo la conversación.

Vuelvo a mi habitación y sigo el sonido de las voces por el pasillo, aunque gracias a la magia soy indetectable e invisible, la conversación resulta no estar muy lejos de mi cuarto, la puerta está cerrada y por el pasillo viene una criada con una bandeja y una jarra.

Espero a que se acerque más a la puerta, llama, entra y antes de cerrar, entro yo.

La criada deja la bandeja, sirve dos copas y se marcha, nadie se ha percatado de mi presencia, quizá, gracias a la criada o, quizá a la conversación que mantienen.

Me fijo entonces en el acompañante de mi madre, un elfo viejo con el rostro muy marcado por las arrugas y el paso del tiempo, aunque su vestimenta es muy buena no se puede comparar a los vestidos de mi madre, tan detallados y lujosos, su rostro afilado y sus negros cabellos que se entrelazan con la corona de Lambeth la convierten en una mujer muy intimidante, una mujer capaz de gobernar a los elfos y sofocar revueltas antes de que se produzcan.

—Mi señora, no entiendo muy bien su estrategia a seguir. —su voz es muy dulce, embriagante.

—Llem otra vez tengo que explicártelo todo, deberías visitar a un especialista, cada vez tienes más lagunas mentales. —habla de forma tan maternal, pero de manera fría y distante al mismo tiempo. —Eleahara está en mis manos desde hace diez años gracias al inútil de Crinox, el pobre era un paria sin futuro y mira ahora, una marioneta sin pensamientos propios, pero rey. —hace una pausa, como si estuviese rememorando los hechos. —Calurnia también está bajo mi control, Jerome es ahora el gobernante, esta vez solo ha bastado una pequeña matanza acompañada de una sutil mentira, además es Calurnia, la isla de los indeseables, de los maldecidos. —una sonrisa maligna asoma por sus labios.

—Interesante. —Llem se frota su pronunciada barba.

Todo esto me supera, sé que mi madre es muy poderosa, pero nunca habría esperado esto de ella, controla casi toda Faebela, salvo Shiróna y Xiah, que parecen escapar a su control o eso creo, no sé si lo he escuchado todo o han hablado de ellos antes de que llegase.

Un criado irrumpe en la sala y me saca de mis pensamientos.

—Siento las formas, mi señora. —una exagerada reverencia da paso a sus siguientes palabras. —Han llegado noticias del grupo que envió a Xiah, —por un momento temo lo peor, ¿habrá hecho lo mismo que en Eleahara y Calurnia o habrá optado por una nueva estrategia? —confirman que el golpe se realizará hoy, aunque no sabemos cuándo llegó el mensaje, —otra reverencia, eso le encanta a mi madre. —si me disculpan. —se marcha apresuradamente.

—No importa el momento, ni el día, el resultado final será el control, por las buenas o por las malas. —su sonrisa se abre para dejar una carcajada inquietante.

—Sigo anonadado con su poder, es usted inigualable. Y, con respecto a Shiróna, ¿qué planea hacer?

Ella le mira por encima con aire de superioridad, como si no entendiera la necesidad de formular esa pregunta.

—Shiróna será el más fácil de tomar, Cassandra por fin me resultará de utilidad. —esas palabras me sacuden como si fuera un árbol. —se desposará con el rey Vébalo y será una reina títere en mis manos.

—¿Ella se prestará a esto?

—Claro, —hace una pausa para beber un poco. —es muy manipulable y hace todo lo que su querida madre le ordena.

¿Cómo puede decir eso de mí, de su hija? Siempre ha sido fría y distante, pero no pensé que usaría a su hija para su beneficio personal, me hierve la sangre. Desde la esquina donde estoy agachada me levanto, furiosa. No. No debería haberlo hecho. Gira la cabeza hacia mí y chasquea los dedos, el hechizo se rompe.

—¡Monstruo! —estallo entre sollozos.

—Cógela. —su tranquilidad me enerva, cómo es capaz de estar tan calmada en estos momentos, ahora que he descubierto su plan.

La odio. La odio mucho por no quererme y usarme.

Un chasquido de dedos, me caigo, otro, me desmayo.

Abro los ojos con dificultad, estoy en mi cama, en mi alcoba, pero por qué no me ha encerrado, no hay guardias, no detecto presencia alguna.

¿Por qué me ha dejado aquí sin guardias? Intento levantarme y, aunque con dolor, lo consigo. Llego a la ventana que tantas veces me ha visto huir de mis responsabilidades, la abro y el aire de la mañana me golpea, despejándome.

Intento salir, inútilmente, no tengo fuerzas.


Cuentos en una noche estrellada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora