Ainya.

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No reacciono, no reacciono ni cuando Leila me aparta para esquivar la flecha, solo me dejo llevar.

Corro. Corremos. Las calles ya no son alegres o, por lo menos, yo las veo tristes, manchadas, impuras.

Un torbellino de impulsos amenaza con ser vomitado, pero contengo las ganas.

No encuentro una respuesta lógica a la reacción de mi madre. Sé que ha sido hechizada, pero ¿por qué?, ¿para qué?, aquí en Xiah la quiere todo el mundo, la apodan: Selenne IV la bendecida por las estrellas. ¿Quién querría hacerle daño?

Dejo de pensar cuando Leila, del que por cierto sé muy pocas cosas, me tira bruscamente para girar y entrar a un callejón que se abre y da paso al puerto principal de Xiah en todo su esplendor.

¿No estará pensando en huir? ¿No irá a arrastrarme con él? No se lo permitiré. Me zafo de él, quien emite un quejido, me giro y me dispongo a salir corriendo cuando aparece todo el ejército de Xiah gritando por nosotros.

No debería hacer lo que hago y por eso no lo pienso mucho, rezo a las estrellas para que mamá me perdone, tomo el brazo de Leila y corro hacia el barco más cercano, es simple, no hay nadie.

Bueno quizá llamar barco a lo que cogemos es pasarse, es más bien una pequeña barquita que bien podría usarse para pescar si hubiera sitio para algo aparte de una persona, pero no me importa es una forma de sobrevivir.

No soy muy buena manejando barcos, solo sé que si necesitamos huir lo único que tenemos que hacer es remar, así que no lo pienso, cojo un remo y empiezo a remar todo lo rápido que puedo, observo a mi acompañante, su expresión es una mezcla a partes iguales de cansancio por la carrera, incredulidad y tristeza.

Nos alejamos de la costa, remamos, remamos hasta que el muelle de Xiah se convierte en una fina línea que se difumina con el horizonte.

Así dejo atrás Xiah, mi casa, mi hogar, mi vida, ...


Cuentos en una noche estrellada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora