Leila.

9 4 0
                                    

Sin soltarla corro, no sé, en parte si es porque soy un cobarde o bien, para ver un nuevo amanecer.

Ya hemos salido de palacio y no ha sido demasiado difícil, no había muchos guardias y eso me ha parecido raro, quizá sea porque Xiah no es un país bélico, ahora en las calles estoy desorientado, no sé hacia donde ir, cuando noto que Ainya intenta zafarse gritando:

—¡Es mi madre! ¡Tengo que ir! —su voz se convierte en un lamento triste.

No hay tiempo de pensar cuando un grupo de soldados nos encuentra y grita:

—¡Atrapad a la princesa y al faelo! —"faelo", supongo que es así como nos llaman fuera de nuestras fronteras.

Les diría un par de cosas si no me importara conservar el pellejo.

Una idea o más bien un recuerdo acude en mi ayuda y mi mente me hace recordar el camino para volver a la casa donde me he despertado esta mañana, su olor era característico, era olor a salitre, era olor a mar y si hay mar cerca podremos huir en barco.

Sostengo su brazo con fuerza y la aparto justo antes de que una flecha impacte en ella, más concretamente en su hombro.

Cuentos en una noche estrellada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora