El barco que nos ha recogido ha resultado ser el de un noble shironés llamado Guill, compuesto por una tripulación bastante curiosa, ya que la mayoría son prostitutas y prostitutos que han sido rescatados por Guill de los prostíbulos de Faebela que no son legales, o sea, de cualquier prostíbulo de Faebela.
Llevamos dos días con ellos y ya conocemos a todos, nos han contado su historia, nosotros también les hemos contado las nuestras, omitiendo los datos más relevantes. Todas sus historias son muy tristes, hasta Guill que es noble, todos narran una infancia dura, unos padres que venden a sus hijos a un prostíbulo a cambio de unas monedas, huérfanos que son raptados para trabajar ilegalmente en prostíbulos o los convencen para que trabajen para ellos y luego no les han pagado y les han mantenido secuestrados y retenidos en contra de su voluntad.
Pero sobre todo ha habido una historia en especial que me ha llamado bastante la atención, la historia de Kyle, un joven más o menos de mi edad que se quedó huérfano a los siete años y se metió en el mundo de la prostitución como única salida que veía a no morir de hambre en la calle. Cuando lo contó no pude más que emocionarme, Guill nos dijo que lo encontró en un lupanar de Shiróna, pero que él en realidad es proveniente de Eleahara.
Últimamente no paso casi tiempo con Ainya, pues ella prefiere invertirlo en hablar con su nueva amiga Mariela, que fue la primera prostituta a la que Guilla sacó de ese mundillo, era una prostituta muy famosa, conocida como Mariela "La Tiburona", ella pasa las horas escuchando a la elfa y, esta, contándole cada anécdota que tiene. Yo, en cambio, paso el rato oteando el horizonte en la proa, deseando llegar a Shiróna para para reponer provisiones y comerciar, así es su vida y, la verdad, es que no me desagrada para nada.
—Hola. —la voz de Kyle me arrastra de nuevo hasta la realidad. —No es difícil adivinar dónde estás, pasas demasiado tiempo aquí.
Desde que nos recogieron Kyle ha estado cerca de mí y reconozco que me agrada, es muy agradable y atento.
—Hola, Kyle. —intento dedicarle una tierna sonrisa. —Me gusta mucho observar el mar, es un cielo que sí puedo alcanzar.
—Quizá tú solo puedas alcanzar uno, pero algunos podemos alcanzar otros. —fija su mirada en mí, como si me estuviera estudiando o, quizá, retando a que le conteste.
Sé, por sus historias, que a Kyle no le gustan las mujeres, su madre antes de morir enferma lo maltrató hasta tal punto que prefirió vivir en la calle antes que en su propia casa.
No sé por qué pienso en esto ahora, es cierto que Kyle ha estado muy cerca de mí siempre que no tenía que ayudar a Guill en cubierta o ir a echar una mano a Iruuna, la cocinera, a quien todavía no conozco y llevo ya unos días aquí. Creo que no debo pensar mal, pero no puedo quitarme de la cabeza la historia que me contó la primera noche que pasamos en el barco y yo, sin embargo, tras esa confesión no fui capaz de contar más que de contar algunos datos sin relevancia y omití a la maldita elfa y el hechizo de la madre de Ainya, pero ahora está atardeciendo, Kyle está a mi lado, como aquella noche él vino a buscarme aquí, donde el mar reflejaba las estrellas, hablamos un rato sobre banalidades de la comida y luego, sorprendentemente , sus ojos cian se posaron al nivel de los míos y, en tono serio, me contó toda su vida con todo lujo de detalles, hasta los pasajes más tristes o desagradables, como su primera vez en un lupanar de mala muerte en la capital de Eleahara con un hombre viejo y desgarbado que no se molestó en tratarle bien, eso me llenó de odio, pero él lo acalló con una historia más alegre.
Siempre sabe que decirme tanto en los buenos momentos como en los malos, yo, en cambio, me limito a escucharle y perderme en sus historias, que no son pocas para tener solo un año más que yo.
Pero hoy no quiero perderme en sus palabras de consuelo, hoy seré yo el narrador, por eso me aventuro a decir:
—Si quieres alcanzar otros cielos estrellados escucha atentamente esta historia. —seguramente no haya logrado transmitirle toda la confianza que quiero, pero él no lo hace notar.
—Está bien, adelante pues. —lo dice con burla, pero no como quien quiere meterse conmigo para distraerme, si no como si fuera la última broma que va a hacer en toda la noche.
Después de sincerarme, esta vez sin omitir datos, con los detalles que recuerdo, me siento feliz, mi acompañante a quien veo borroso, quizá sea por el frío, se ha quedado mudo.
No sé en qué punto he dejado de ver bien, porque creo que estoy llorando cuando me abraza, nos es como cuando Ainya y yo nos abrazamos para olvidar, para unir nuestros miedos y preocupaciones y así poder sobrellevarlas mejor, es mucho más simple que eso, es un gesto desinteresado con el que yo me reconforto.
—Vamos a dormir, ya es tarde. —se separa de mí y es cuando me doy cuenta de que ya ha anochecido y hace rato que mis mejillas están secas. —Venga, te dejo dormir conmigo. —hace un gesto con el brazo y me sonríe.
—Claro, me encantaría. —le devuelvo una sonrisa juguetona.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos en una noche estrellada.
FantasyEn los cinco reinos de Faebela conviven las hadas, elfos, ninfas, hechiceros y faelos en relativa armonía, salvo estos últimos, discriminados por el resto del mundo desde hace siglos. La reina de los elfos moviliza a su ejército y conquistan el rein...