Capítulo siete

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Sábado
07:37 A.M

— Estamos encerrados y realmente no sabemos por cuanto tiempo puede durar esto — Los rehenes ya se encontraban despiertos y de pie ante nosotros — Mientras no me vuelen la cabeza yo cuidaré de ustedes — continuó Berlín con su pequeño discurso — mientras no intenten engañarme o comunicarse con el exterior todo irá bien — juntó sus manos frotandolas ansioso — Apartir de ahora nos organizaremos — caminó frente a los rehenes — les asignaremos algunas tareas para que no se me depriman — paró frente al chico con el que Tokio había encontrado a nuestro corderito — ¿Cómo te llamas?

— Pablo

— ¿Haces deporte?

— Si, soy capitán de atletismo en el colegio — respondió con seguridad.

Berlín miró a Río levantando ambas cejas, el menor le sonrió vacilón.

— Da un paso al frente capitán — le ordenó al chico.

Caminó indicando a distintos hombres que diesen un paso al frente, se detuvo ante Arturito con quien discutió por unos instantes.
Una mujer un tanto mayor comenzó a sollozar, me acerqué a ella con cuidado de no asustarla más.

— ¿Se sentiría mejor si le doy un ansiolítico? — le pregunté colocando una mano en su hombro tratando de reconfortarla — ¿Alguien más necesita medicación? — pregunté al aire, distintas mujeres contestaron positivamente.

— Yo — me llamó la atención la señorita Gaztambide — Quisiera una píldora abortiva, habéis dicho que no saben cuanto tiempo estaremos aquí.

Miré a Berlín, este asintió.

— La tendrás — le sonreí levemente.

— Yo también tengo una petición — habló el corderito — Quiero entrar a internet a borrar una foto.

— lo siento, pero eso está fuera de nuestras manos — le dije agrupando a las personas que necesitaban medicamento.

— Es que me han engañado — Berlín caminó hacia ella — me llevaron a un baño y me han hecho una foto desnuda, y ahora mis padres, mis profesores y la prensa la está viendo — soltó apenada ante la mirada del hombre —.

— Puedes grabar un vídeo para que se tranquilicen, nosotros lo enviaremos — la chica asintió aún dudosa.

Berlín me hizo una seña indicando que me marchara.

Nairobi se encargaría de los hombres elegidos por Berlín llevándolos a dónde mi padre, en ese sitio cavarían una pared de hormigón, y Río al ser el que se encargaba de la red telefónica y del internet ayudaría a los que quisiesen mandar algún mensaje a sus familias.

Me había comunicado con el profesor desde el comedor, trataría de llegar a un acuerdo con los agentes en el campamento afuera de la fábrica.
Solté un suspiro, estiré mis brazos cómodamente y caminé hacia la expendedora de café, tomé uno de los vasitos de plástico y elegí una de las tantas opciones de la máquina, apenas había dado un sorbo cuando el teléfono comenzó a timbrar.

— Profesor — presioné el altavoz sorbiendo el café nuevamente.

— La inspectora tiene una imagen de todos los teléfonos pegados a la pared — miré a la cámara de seguridad frunciendo el entrecejo, dejé mi café a un lado del teléfono y escuché atentamente al profesor — Allí dentro no hay ninguna cámara de seguridad ¿Verdad?

— No, claro que no — negué, las únicas cámaras que habían eran monitoreadas por el profesor.

— Entonces ha sido uno de los rehenes, se os ha escapado un teléfono, encuéntralo o estaremos bien jodidos — sonaba molesto.

— Bien, ¿Quieres que los castiguemos? — me crucé de brazos — Si no lo hacemos seguirán comportándose como los héroes.

— ¿Qué castigo?

— Uno ejemplar — pensé por unos segundos — Un asesinato por ejemplo — bromeé —.

— No juegues Viena, infórmale a Berlín y encuentren ese teléfono — finalizó la llamada.

— Joder, no puedo disfrutar ni un puto café — me quejé tomando el vaso de plástico tirandolo al cesto más cercano.

Recorrí los pasillos con paso acelerado, comencé a descender las escaleras principales, buscaba a Berlín, al fin y al cabo él estaba al mando del atraco y  tenía que enterarse, no recibiría la reprimenda del profesor yo sola.
Desde la mitad de los escalones observé al hombre, estaba agachado junto a una de las mujeres que pidió un medicamento un anterioridad, sostenía su mano y le hablaba con una leve sonrisa.

Pero ¿Qué piensas Viena?

Joder, tal vez para él solo habían sido unos cuantos polvos, no esperaba que Berlín fuese un hombre que buscase una relación a la mitad del atraco del siglo, pero no podía evitar sentirme molesta, no podía evitar sentir celos.

— Helsinki ven conmigo — le indiqué, caminé ante los rehenes siendo seguida por el siamés propiciando que Berlín dejase su sitio acercándose a mí con incertidumbre.

— ¿Qué cojones pasa Viena?

— Alguien se comunicó con uno de los teléfonos

— ¿De qué hablas? — Preguntó atónito.

— ¡De pie! — exclamé con notorio enfado en mi voz ignorando la pregunta de Berlín — siempre hay un héroe que cree que puede salvar a los demás — sonreí con molestia — Y cree que no vamos a descubrir que está planeando una estrategia para comunicar con la policía, bravo — aplaudí con lentitud creando una notoria tensión en el ambiente — Lo habéis conseguido enviando una imagen a la policía.

Berlín se acercó a mí colocándose a mi lado mostrando aún más autoridad.

— Les daremos una oportunidad de que el culpable de un paso al frente y de paso entregue el teléfono — indiqué, al ver que nadie se movía de su sitio proseguí — Helsinki si hace falta los desnudaremos uno por uno.

Helsinki tomó a uno de los hombres por el cuello del traje obligandolo a despojarse de todas sus prendas.

— Ha sido uno de ustedes — habló Berlín paseándose entre los rehenes — Denver — le llamó — desnudala — habló refiriéndose a Mónica Gaztambide.

Denver me miró fugazmente molesto de tener que ponerse en esa incomoda situación.

— Usted grabó un vídeo — el mayor se paró frente a Alison Parker bajando la cremallera del mono de la chica, le miré con el ceño fruncido.

— Viena — iba a detenerlo cuando Río llamó mi atención, me dió una mirada culposa y enseguida comprendí que no había sido ninguno de los rehenes.

— Berlín — le llamé haciendo que se alejara del corderito.

Apartamos a Río del grupo paseandonos por las oficinas, el menor nos contaba lo que había sucedido con Alison.

— Me despiste un momento y ví que Alison estaba intentando borrar una puta foto, ya está — explicó.

Berlín sonrió con molestia.

— ¿Tienes déficit de atención? — Preguntó vacilón.

— Berlín — detuvo su caminar apartandose de Río — ¿Qué coño haces?

— Tranquila muñeca — soltó sonriendo — solo le daremos una lección — le detuve tomándolo del brazo.

— El profesor no quiere que hayan heridos, mucho menos de los nuestros

— No lo voy a lastimar — respondió ofendido, miró a Río quien se encontraba distraído mirando el almacén que se encontraba a los pies de las escaleras, Berlín se acercó hacia mí besando mi frente —.

— Vale — asentí sonriendo de lado — Pero no quiero tener nada que ver — Berlín asintió haciendo una mueca, me giré marchandome por dónde habíamos venido —.

ℭ𝔦𝔞𝔬 𝔅𝔢𝔩𝔩𝔞 - La Casa De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora