Capítulo dieciocho

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Caminé hacia mí asiento , esperaba que mis ojos no se vieran irritados por mis lágrimas, al sentarme ante la mesa todos se encontraban hablando, por lo que no habían notado mi estado.

— ¿Cómo vamos a salir de ahí? — Preguntó Río, claro seguían hablando del atraco —.

— Con un túnel — respondió el profesor, observé a Denver, quien salía de casa con el semblante serio, me miró de reojo sentandose a mí lado izquierdo tragué saliva, permanecí mirando al profesor —.

— ¿Ese es el plan maestro? — Preguntó Nairobi incrédula — de seguro que nos pillan.

— Pues si — aceptó papá —.

El profesor nos miró pensativo, sacó un rotulador de su chaqueta, despejó una parte de la mesa con ayuda de Nairobi y Berlín, comenzó a dibujar en el mantel.

— Esta es la fábrica nacional de moneda y timbre vista desde arriba — nos miró esperando que entendieramos — así que vais a poner a un grupo de rehenes a picar aquí apenas entrar — señaló una parte del dibujo con un círculo — en el sótano de calderas — especificó — está exactamente a trece metros del alcantarillado —.

— ¿Trece metros? — Preguntó Moscú levantándose de su asiento — a esa distancia nos detectaría cualquier georradar ¿Verdad? — caminó detrás del profesor —.

— Verdad — aceptó — un georradar tiene un alcance de quince metros y si no lo van a hacer con un sismografo captando la vibración del martillo — explicó — por eso van a pensar que nos vamos a fugar por aquí.

— Pero no nos vamos a ir por allí — dedujo papá quien sostenía una botella de cerveza —.

— No — sonrió el profesor — saldremos por otro túnel, un túnel que ellos no van a poder ver, porque estará a veintiséis metros de cualquier conducto y sobre todo porque ya está hecho — continuó dibujando en el mantel — solo hay que embocarlo desde aquí, la cámara acorazada número tres —.

— ¿Quién ha hecho ese túnel? — Preguntó Tokio —.

— Lo mandé construir hace cinco años — continuó trazando — Una vez unais ese túnel con el de la fábrica tendréis ochocientos cuarenta y seis metros cuadrados cavados hasta un hangar que ya tengo previsto

El resto comenzó a alabar la inteligencia del profesor, a excepción de Denver quién miraba cabizbajo el plato vacío enfrente suyo.

— la camara acorazada también tiene acorazado el suelo ¿No? — Moscú se sentó en su silla nuevamente —.

— Así es, hay una primera capa de acero y una segunda capa de hormigón armado además ahí no puede haber nada de martillo automático — miró a papá — hay que hacerlo a mano lanza térmica y radial.

— ¿Cuántos metros?

— dieciséis centímetros de acero, ochenta centímetros de hormigón armado — señaló en su dibujo — y finalmente tierra, seis metros con treinta en total.

— y ¿Cuánto tardas en hacer este agujero? — Preguntó Helsinki —.

El profesor hizo un gesto dejando que papá contestara.

— diez — miró a Helsinki — doce días.

— El tiempo que estaremos dentro — observó Berlín — a unos doscientos millones de euros impresos al día — sonrió ampliamente —.

— Dos mil cuatrocientos millones — canturreó Nairobi —.

Tomamos nuestras bebidas brindando por el éxito que posiblemente obtendriamos, fingí una sonrisa y tomé un trago de mi copa de vino.

ℭ𝔦𝔞𝔬 𝔅𝔢𝔩𝔩𝔞 - La Casa De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora