Capítulo treinta y seis

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Nos encontrábamos todos reunidos alrededor de Moscú, Nairobi acariciaba su cabeza mirándolo con pena, Berlín estaba a mi lado, pasó su brazo izquierdo por mi espalda reconfortante, Tokio estaba al otro extremo de la mesa llorando abrazada a Río.
Denver se apresuró por uno de los pasillos seguido por Mónica, el mono le llegaba hasta la cintura amarrado por esta, se encontraba empapado en sudor manchado de tierra, miraba a papá aturdido.
El ojiazul se acercó con lentitud, Nairobi se apartó cediendole su sitio.

- Estoy aquí papa - se acercó a él - solo tienes que aguantar un poco más porque lo vamos a conseguir - le sonrió - ¿A qué si Río? Estamos picando como locos - el crío le sonrió con lágrimas en los ojos - Que ya se escuchan los cerbios al lado - miró nuevamente a papá -.

- Tranquilo - le detuvo Moscú -.

- Papa - respiró profundamente - aquello que te dije antes, de que te odiaba - formó una mueca negando - A mí eso no me sale contigo - sollozó - no me sale odiarte, hiciste lo que tenías que hacer con mamá y a mí odiarte no me sale - sorbió su nariz -.

Les miré con una sonrisa triste.

- Mónica - la rubia se acercó ligeramente, sus ojos cristalizados le miraban - Te doy trescientos mil euros si te lo quedas - Denver sonrió entre lágrimas - quedatelo.

- Claro que si - asintió cabizbaja -.

- Y tú - miró a Berlín - No seas un hijo de puta con ella - Berlín sonrió levemente - Cuidala bien -.

- Por el resto de mi vida - afirmó -.

Papá respiró entrecortado, me miró.

- Quiero que os cuideis, mientras yo me voy de vacaciones - pidió mirando a Denver de reojo - sois familia -.

Denver me extendió su mano, entrelacé nuestras manos mirándolo con tristeza.

- Que somos como hermanos papa - me sonrió -.

- Eso - soltó con dificultad - señores - miró al resto por encima de nuestro agarre - No me he presentado - entrecerró sus ojos - Agustín Ramos y ha sido un placer - abrió sus ojos llevando con lentitud una de sus manos a la de Daniel y la mía - Les quiero.

- Y nosotros a tí papa - le miramos cabizbajos -.

- Mucho - completé -.

- No pienso dejarte ir - Denver miró a Río soltando nuestro agarre - Río trae todos los explosivos que quedan que voy a volar ese puto túnel -.

- No - intervino papá - si revientas el túnel nos entierras a todos.

- Pero papa - sollozó -.

- Hay que seguir adelante

- Pero no sé si voy a poder

- Los dos - respiró profundamente - estaréis bien - finalizó -.

Sus ojos se tornaron blancos dejando ir su esencia.

- No - solté tomando su rostro - Papá - sollosé -.

Denver se acercó apretando mi mano, miró a Moscú.

- por la falta de tus labios - entonó rompiendo en llanto -.

- Lloré por primera vez - continué - y maldije conocerte por no dejar de quererte - entonamos al unisono entre sollozos -.

Pronto recordaba aquellos días de felicidad en la casa de campo, aquellas charlas que nos daba de pequeños, como se partía la espalda por vernos felices, incluso aunque yo no fuese su hija de verdad, todas esas veces que nos hacía reír, que nos cuidaba, que nos enseñaba.

ℭ𝔦𝔞𝔬 𝔅𝔢𝔩𝔩𝔞 - La Casa De PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora