2 два

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Observó con gran atención, mientras tensaba la mandíbula. La gracia con la que Jeon se movía en la pista, era casi inminente, como si fuera hecho para estar allí. La manera en que su cuerpo se movía con agilidad, la manera en que sus ojos brillaban en un resplandor oculto detrás de ese iri de color negro, sorprendió de sobremanera a YoonGi. Ya que había visto esos mismos ojos hace años atrás, cuando solían ser rivales, solo que en este momento algo había cambiado.

Algo había diferente en la manera que Jeongguk patinaba.

Jeon Jeongguk, el chico prodigio que le venía pisando los talones. Aquel niño mimado que siempre trataba de sacarlo de sus casillas en tiempos de competencia, aquel niño reprimido por la presión de ser el mejor para orgullecer a sus padres se había convertido en un adulto, un adulto que dependía de su egocentrismo y su padre.

YoonGi no era estúpido, sabía perfectamente la relación padre e hijo que Jeon tenía con su padre. La había vivido de la manera más cruda posible.

— Es simplemente increíble, digno de un campeón nacional, hasta mejor que tú. — YoonGi ni siquiera se inmutó ante los comentarios de aquél detestable hombre. Simplemente se mordió el interior de su mejilla, analizando con detalle la rutina de circuitos de Jeongguk.  Era buena y ágil, con interesante combinación de saltos, un Triple Axel seguido de un Salchow¹.  Era una coreografía impresionante.

Pero no lo suficiente.

YoonGi, quién había estado los últimos años siendo un entrenador profesional entre competidores, había visto todo tipo de circuitos. Había visto a todo tipo de jugadores, desde los más perseverantes, hasta los más ansiosos.  Había visto de todo, sobre todo por el hecho de que había estado entrenando jóvenes que recibían medalla tras medalla en pequeñas competencias juveniles, en donde algunos les daban miradas de agradecimientos y otros por sobre el hombro.

Pero, aun así, aunque haya trabajado con un montón de competidores, nunca lo había hecho de la sección a la cual pertenecía el de cabellos negros. YoonGi había estado al pendiente de Jeongguk, ya que su madre solía ver cada competencia de él en la televisión de su habitación.  Anhelando aquello que alguna vez su familia pudo tener, si tan solo las cosas para el pálido hubiesen resultado más fáciles.

YoonGi sabía que Jeon había sido campeón de las últimas competencias de su sección, dejándose cegar por la fama y el estrellato.

Jeongguk estaba tan sumiso en el hecho de que ganaría sin ningún problema, cambiando de entrenador como niño mimado, que no se había dado cuenta que, por las partes alejadas, un nombre había comenzado a surgir, pisándole los talones cada vez más cerca.

Su nombre era Kim petranœva Taehyung , hijo de padre coreano, madre rusa. YoonGi lo había entrenado hace unos años, cuando aún era un joven. YoonGi había vuelto a sentir la emoción de las pistas apenas conectó sus ojos con el chico de cabellos rojizos y potentes ojos azules–a causa de unas lentillas–.

Ahora el chico había pasado a la misma sección que Jeon. Y la "Grand Prix" seria su gran debut en competencias internacionales, de gama alta.

Lo había conocido cuando Taehyung tenía diecisiete años, era la pequeña estrella de su ciudad. Ganaba todo tipo de competencias con gran esmero y felicidad, incluso cuando perdía, el chico seguía siendo una persona optimista y con actitud de ganadora. YoonGi había llegado hasta él por medio de su gran amigo Park Jimin, un agradable norteamericano que había conocido cuando solía ser rivales en competencias internacionales,  con quién se habían hecho muy amigos incluso antes de que tuviera su accidente.

— Es obvio que ganará la competencia...— Susurró el padre de Jeon obligándolo a volver su mente al lugar donde estaban.  YoonGi soltó una risa amarga y lo miró con diversión en sus ojos.

Meraki [Kookgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora