1. один

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— No creo que debas estar seguro de lo que estás haciendo. — Respondió con incredulidad en sus palabras, con una pizca de rabia en sus ojos. — Solo eres un niñato mimado. — La carcajada amarga que soltó se escuchó retumbar por las paredes de cemento del lugar.

El frío de la pista se podía sentir en su nariz, provocando que esta se volviera de un tono carmesí. Sus ojos fijos en la gran pista de hielo, ahora se fijaron en el hombre que tenía al frente, Jeon hizo un gesto de afirmación y volvió a abrir la boca, acercándose pasos lentos hasta el metro setenta de lo que era su entrenador, o, mejor dicho, su ex-entrenador. El hombre lo miró con la vista en alto y de manera arrogante, su pañuelo francés de seda se encontraba en la posición exacta como para que Jeongguk pudiera ahorcar al hombre si lo ameritaba.

— Sé perfectamente lo que dije, Kianovski. No quiero que seas más mi entrenador, solo eres un fracaso que trata de permanecer visible para la prensa. — Tomó el pañuelo y se lo ajusto con cuidado. — Lamento decirte que no eres lo que buscaba y nunca lo serás, tú y tu poca capacidad artística visual no son dignas para un patinador olímpico como yo. Tus coreografías son mediocres, tus métodos de entrenamiento son comunes. Hasta podría aprender más de un vídeo de YouTube que de tus patéticas tácticas de patinaje.  — Hizo una pausa para separarse de él — Estas despedido ¿Es que acaso te lo tengo que explicar con peras y manzanas para que entiendas?

— Te vas arrepentir. — Susurró ya con la cólera subida en su cabeza. — Vives de lujos, de mimos y que todo el mundo te trate bien, cumpliendo cada uno de tus caprichos de niño pequeño, pero llegará el día en que no recibirás absolutamente nada de eso, así que suerte encontrando un nuevo entrenador Jeongguk, porque ya nadie te aguanta. — Escupió sus palabras como si fueran veneno letal de una víbora. — Vete a la mierda. — El hombre de ojos azules hizo el ademán de acercarse levantando su puño, pero una mano dura lo detuvo.

— Creo que el chico ya hizo su decisión, deberías irte, ya no perteneces aquí. — La grave voz que utilizó para articular cada una de las palabras provocaron que al ruso se le erizarán la piel como de gallina. — ¡Largo! — Gritó dejando que Kianovski saliera a paso pesado del lugar, refunfuñando maldiciones en ruso. — Jeongguk.

— ¡Ahórratelo por favor! — Le hizo un ademán con la mano para que le quitara importancia y se sentó en la banca frente a la pista de hielo. 

— ¡Ese era el quinto en el mes!  Los entrenadores no duran ni una semana contigo, él apenas llevaba tres días. Cómo es posible que todos los entrenadores sean incapaces de manejar un artista nacional como lo eres tú, se necesita un nivel de exigencia mayor. — Discursó con orgullo venenoso en sus palabras, sin ningún signo de humildad en ellas.  

— ¡Entonces busca uno que valga la pena! ¿Cómo no va haber ninguno que esté al nivel de un campeón nacional y olímpico? — Vociferó ajustando su chaqueta.

— No creo que haya uno que entienda las necesidades de destacar por sobre los patinadores de ahora. En los tiempos en que ellos eran estrellas olímpicas las cosas eran más sencillas y los récords mundiales eran más bajos, la vida no es tan sencilla como en ese entonces. — Su padre suspiró encogiéndose de hombros. — Así que sigue con la misma rutina hasta que llegue el nuevo entrenador, además hacer un triple Axel no creo que se te haga tan distinto.

— Si, sí, solo encárgate de encontrar alguien digno. — Le contestó fríamente mientras veía como el hombre, a quien debía llamar padre, le daba una mirada condescendiente y se iba por el gran pasillo del recinto, aquél que llevaba hacia los camarines, salón de entrada y finalmente la salida.

Jeon se quedó unos momentos sentado en la banca, observando la pista vacía que yacía ante sus ojos. Se mordió el labio y contempló como cada parte del recinto estaba rigurosamente detallada con azulejos azules y blanquecinos, dando la sensación de que se encontraban adentro de un gran iglú.

Meraki [Kookgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora