Capítulo 1.

1.1K 101 84
                                    

Riverdale era un pequeño pueblecito escondido entre los bosques, ese típico lugar que nadie sabía siquiera que existía, y del que, si por casualidad habían escuchado mentar, no tenían ni la más remota idea de dónde ubicarlo.

Félix y su madre se mudaron el primer viernes de un Abril sorprendentemente soleado. El muchacho no estaba demasiado conforme con la idea de cambiar su entretenida vida en Sidney por la tranquilidad de un pueblo diminuto y desconocido, pero al fin y al cabo los factores laborales tenían un gran peso. Y es que para el chico su rutina ajetreada y repleta de ruido no le resultaba en absoluto abrumadora, mas para su madre era completamente distinto. Su ansiedad comenzó a empeorar hasta niveles preocupantes y justo por eso no dudó ni un segundo en aceptar un puesto tan valioso en el equipo médico de la zona.

Pero por mucho que el cambio fuera necesario temía que se le hiciera cuesta arriba, no únicamente por el factor de la serenidad y ausencia de vida, si no por sus habilidades sociales. Empezar de cero en un instituto y en mitad del año escolar, ¿podría ser todo más caótico?

— ¡Mamá, voy a salir a dar una vuelta! — exclamó el muchacho mientras guardaba las llaves en su bolsillo encaminándose hacia la puerta.

— Pues ya que sales podrías comprar pan, espera que te doy dinero.— Su madre no tardó en volver y entregarle la cantidad adecuada, pero antes de dejarlo salir le echó una visual, duró un par de segundos que al chico se le hicieron interminables—. Ponte una chaquetita o algo... Y si vas a coger la bici que no se te olvide el casco. ¿Te has tomado las vitaminas? Te veo la piel rara, a ver, ven aquí.

Tomó al pelirrojo del mentón moviendo un poco su cabeza, estirando con suavidad su párpado inferior y tomándole la temperatura. Justo como si estuviera en su consultorio.

— Ma....

— Y también estás un poco caliente, ¿has pasado frío esta noche?

— Mam...

— Voy a prepararte una sopa para luego y de paso también te cambio las s...

— ¡Mamá!

Y finalmente su monólogo cesó y el silencio fue interrumpido por la voz del muchacho que agarró las manos de su madre mientras unía sus ojos con una sonrisa.

— Está todo bien, y estoy perfecto. ¿No me ves? La que debería descansar eres tú, que llevas todo el día vaciando cajas.

— Pues también llevas razón...— Un suspiro emerge de sus labios asintiendo, la situación no era precisamente fácil pero por suerte ambos sabían entenderse.

— Nos vemos luego, anda — se despide cruzando finalmente la puerta.

El Sol mañanero lo recibió calentando con suavidad sus mejillas y la brisa se encargó de despeinarle el revoltoso cabello rojizo. El olor a sal ya no se colaba por sus fosas nasales, ahora tan sólo percibía la suave fragancia a hierba, y en ocasiones ese dulzor típico de las flores que poblaban el lugar. Aún siendo distinto era agradable. Sustituir el ruido de los coches por el canto de los pajarillos, el exceso de planes por falta de alguno. Quizá no fuera tan malo haberse mudado a este pequeño pueblecito.

Félix aprovechó para recorrer gran parte del mismo, desplazarse en bicicleta era más cómodo y liberador de lo que recordaba, después de pasarse los días usando transporte público casi había olvidado la sensación del viento contra su cara. Riverdale era muy acogedor, con sus casitas de colores, los pequeños establecimientos y la relación que parecía haber entre sus vecinos.

La horas seguían pasando, pronto el Sol alcanzaría su punto álgido, era hora de volver a retomar el camino de vuelta a casa antes de que su madre comenzara a llamarlo como loca por su prolongado paseo.

THIRD EYE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora