Capítulo 7.

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El Sol acariciaba con suavidad las mejillas de Jeongin, que iba caminando sin prisa alguna hacia la mansión del alcalde para dar sus falsas clases particulares. Tras los acontecimientos del día anterior estaba bastante cansado por lo que en cierto modo agradecía no tener que esforzarse para enseñar a un chico como Hyunjin. Tenía la facilidad de agotar su energía y paciencia con una rapidez pasmosa.

El castaño lo esperaba como siempre, en su habitación, tumbado en la cama con un suéter en pico, unos pantalones por las rodillas y descalzo, sin hacerle demasiado caso. Justo como la última vez, solo que esta, aparte de estar leyendo, tenía puestos los cascos.

Se limitó simplemente sentarse en su escritorio, el cual al menos había tenido la decencia de ordenar, aunque algo le decía que probablemente fuera cosa de la asistenta.

Los minutos transcurrieron más lento de lo deseado para ambos, Hyunjin empezó a aburrirse de sus tebeos y simplemente cerró los ojos con intención de dormir. Se movió infinidad de veces buscando la postura adecuada y terminó por abrirlos frustrado topándose con la imagen del menor. La cálida iluminación se colaba por la ventana aterrizando en su rostro, impregnándole los pómulos de ese áureo polvo solar tan característico. Las cortinas revoloteaban ondulándose por la gentil brisa que a la vez le revolvía el cabello y transportaba su fresca fragancia inundando de ella la habitación. Estaba tan concentrado estudiando... Sus ojos fijos en el cuaderno, viajando entre líneas y articulando palabras mudas que se perdían entre sus labios aterciopelados.

— ¿Qué quieres?

La pregunta tan repentina dejó el chico descolocado.

— ¿Eh?

— Que qué quieres. ¿O es que tengo monos en la cara?—Finalmente elevó la vista de sus apuntes hasta él con una mueca de fastidio.

En ese entonces cayó en la cuenta de que al parecer había sido demasiado obvio mirando y el muchacho debió sentirse observado. Sus labios se arquearon y asintió sentándose y apoyando la espalda en la pared.

— Pues eso parece.

Cerró los ojos tomando aire para luego expulsarlo en forma de bufido, volviendo de nuevo a sus quehaceres sin prestarle mayor atención. Pero este estaba aburrido, y qué mejor manera de divertirse que aprendiendo sobre su nuevo profesor.

Posó los pies en el suelo de madera levantándose y caminando hasta quedar a su lado, apoyándose en la pared para tener mayor acceso visual a lo que el joven hacía. Parecía haber empezado por las tareas de matemáticas, resolvía los ejercicios con una rapidez casi inhumana. Aquello lo había dejado boquiabierto y sorprender a Hyunjin no era precisamente fácil. Sus números eran pequeños y su caligrafía circular, delgada y muy armónica a la vista, tal vez por eso sus apuntes fueran tan estéticos, además del uso de claves de colores.

En cierto modo le causaba envidia, tirarse horas para lo que el muchacho resolvía en minutos, tratar de hacer apuntes decentes y que todos terminaran en bolas para encestar en la basura. Y sin embargo él... los iba haciendo sobre la marcha, sin borradores, sin reglas.

— ¿Vas a parar? —Su voz sin duda alguna iba cargada de molestia.

Antes de dar la primera clase el chico suponía que sería la típica persona que simplemente aceptaría y sucumbiría a sus encantos, especialmente cuando lo vió actuar con sus padres. Ese alumno encantador y aparentemente perfecto no era ni mucho menos al que se encontró en el cuarto días más tarde. Y eso le gustaba, a la par que le resultaba divertido. Cómo su ceño se fruncía y respondía a las provocaciones sin siquiera titubear.

— Solo estoy mirando cómo haces las cosas, ¿es un delito acaso?

— ¿No tienes nada que hacer?

THIRD EYE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora