Capítulo 2.

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Hyunjin llevaba quince minutos esperando al moreno en la puerta de su hogar, la paciencia no era su punto fuerte aunque durante todos sus años de amistad con Changbin había terminado por mejorarla. Su maravillosa excusa para salir más tarde de las ocho era una quedada nocturna de estudio para preparar un exámen de matemáticas de la semana siguiente. Fue una árdua tarea cuadrarla y encontrar aliados para la coartada perfecta, aunque el chico estaba acostumbrado a hacer estas cosas, a llevar esa especie de segunda vida a escondidas de sus padres. Hyunjin era ni más ni menos que el lindo retoño del alcalde, primogénito e hijo único de una familia acomodada y de gran prestigio que llevaba décadas, si no siglos, ocupando Riverdale. Pertenecer a la clase alta le otorgaba ciertos privilegios como poder permitirse cualquier capricho que pasase por su mente pero también tener que lidiar con un tutor privado y con todas las expectativas de sus padres, que en realidad solía tener bastante poco en consideración. Como aquella noche.

El sonido de unas pisadas le escaló hasta los oídos y sus ojos consiguieron discernir entre las sombras al fornido muchacho enfundado en una chupa de cuero negra y unos vaqueros.

— Tan puntual como siempre, por qué no me sorprende.— Su voz por supuesto iba cargada de ironía, hundió los dedos en su bolsillo lanzándole las llaves.

— No te quejes tanto, Hyunjinnie. Sabes que siempre te lo compenso.— Tomó las mismas al vuelo y le entregó el pequeño presente, al que ya estaba acostumbrado y que sabía a la perfección que eliminaría la molestia del muchacho. Un chupachups de fresa.

Sus cejas se curvaron un poco más y chasqueó la lengua quitándoselo de las manos en un brusco movimiento.

—Que sepas que esta jugada no te va a servir siempre.

— Venga, venga, menos quejarte y más mover el culo. Vamos al coche.

Si algo disfrutaba Hyunjin era escaparse de casa, ya fuera para ir al cine o para descubrir sitios nuevos, esa adrenalina y sensación de libertad, de hacer cuanto quisiera era la esencia de su felicidad, y Changbin, sin duda alguna, el mejor compañero para cometer trastadas. Era el típico chico serio y duro, pero que en el fondo solo buscaba un poco de atención y cariño, justo por eso hacían tan buen equipo, porque sabían complementarse.

Giró la llave y el motor del costoso descapotable de su padre arrancó, ese rugido vibrante generó un escalofrío por el cuerpo del mayor, cuyo amor por los vehículos llegaba casi al que sentía por la música. Que tu mejor amigo formara parte de una familia adinerada no estaba tan mal, especialmente cuando recibía todos aquellos caprichos que el chico no quería.

— ¿Qué trola le has contado a tus padres esta vez? —le preguntó desviando la mirada por un instante del volante.

— Pues lo de siempre, que me voy a casa de mis amigos pijos que también cagan dinero a ser un niño bueno y aplicado —respondió sin reparo alguno desenvolviendo la piruleta e introduciéndola entre sus acolchados labios, disfrutando de ese sabor dulzón y ácido que escalaba por su lengua intensificando la tonalidad carmesí de la misma.

Una carcajada emanó de la garganta de su amigo provocando que sus ojos se entrecerraran. Nunca les habían gustado las juntas de su hijo, pero la compañía más detestable, sin ningún ápice de duda, era Changbin. No solo por su actitud, falta de estudios y vestimenta, a eso le sumaba la clase de su familia, junto a la inestabilidad de esta.

— A ver, no cago dinero, ya se que estoy muy bueno, pero si quieres estudiarme a fondo avísame antes.— Su voz iba cargada de ese toque tan juguetón que ambos compartían, Changbin solía ser muy frío con todo el mundo pero las cosas cambiaban cuando estaba cerca de su mejor amigo, la única persona en el mundo con el que podía dejar sus máscaras a un lado.

THIRD EYE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora