Sin lugar a dudas la suerte no estuvo de mi lado y porque tenía que estarlo, ¿porque tenía que ser perfecto conocer A ESA! a esa chica especial?. Todo indicaba que iba a ser el peor de los días, para empezar a las dos de la madrugada de ese veintitrés de septiembre mi pesadilla terminó en una parálisis de sueño neutralizando mi sistema autónomo, que me había inducido a una asfixia con la sensación real de un ente vigilando mi colapso, además esa mañana después de mi agonía me quedé sin café en la tetera tuve que conformarme con un jugo de mango que lo odiaba, elegí muy desganado la ropa que iba usar y deje listo sobre la cama antes de bañarme, era una costumbre de siempre.Ese día hubo un corte de energía eléctrica no pude cargar mi celular que estaba en un 30% y para rematar tuve que bañarme con agua fría.
Cuando acabó el suplicio helado con el agua en mi cuerpo ya más despierto recordé que tenía la presentación de un ensayo en la universidad, lo tenía preparado me sentía conforme con lo que había escrito y lo que había investigado. Solo era cuestión de una lectura rápida para recordar, entonces con un semblante más distendido fui a mi habitación, camine lentamente por el pasillo en un silencio absoluto, aún era temprano y mi familia dormía.
Me percate que la puerta estaba entreabierta, me pareció haberlo dejado cerrado, no me alarme tanto en ese momento pero unos ruidos extraños que provenían del interior me hicieron avanzar más rápido, pensé en ese instante en una mascota, pero hace mucho tiempo mi familia reducida compuesta de mis padres y mi hermana mayor no adoptaban animales domésticos ya que nadie se haría cargo ellos por las ocupaciones laborales del día y yo menos, por lo tanto descarté en ese momento "la mascota", sin darme cuenta un frío se apoderó de mi cuerpo cuando cerrando los ojos visualice la imagen de la madrugada, acaso ¿podía ser real que los ruidos de la habitación serian producto del ente de mi pesadilla, quedándose para atormentarme otra vez o toda la vida? No podía ser verdad, alguna razón lógica me iba a convencer de lo contrario cuando cruzase el umbral.
–¿Amigo estas bien?– interrumpió mi estupor de repente. Era Luana preguntándome preocupada. Me costó volver a la realidad, de nuevo me quede paralizado como un loco, en un momento había alcanzado el cielo idealizando todo, ahora estaba tirado en el suelo con esa voz maldita del celular que aún no daba crédito, ¡ESCUCHÉ MAL! llegué a esa conclusión. Me repuse nuevamente, de inmediato le alcance el celular y pude rozar la suave textura de su manos que electrificó en un segundo al estado elevado que me tenía acorralado cual si fuera un laberinto sin salida.
Aun sostenía el par de libros, lo tenía como base para el estuche azul pastel y la crema humectante, mientras continuó con la llamada. No tenía certeza de lo que retumbaban mis oídos como ecos a cada parte de mí ser, necesitaba la confirmación de Luana y esperé muy atento a cada palabra que decía. En el intento quedé hipnotizado con el vaivén de sus labios, no pude escuchar nada más de lo que dijo al final y poco a poco como un anestésico en cuestión de segundos perdí gradualmente la audición y los demás sentidos.
Cuando por fin colgó la llamada, le entregué las demás cosas para que lo guardase en su mochila morada, ella estaba más tranquila pero podía ver su tristeza en una lámina húmeda que envolvían sus ojos de miel.
Otra llamada inoportuna desmoronaba mi envestida. En un inicio el destino se había ensañado en juntarnos a toda costa, ahora trataba de separarnos porque no encontraba un momento para tener una conversación fluida.
Hubiera sido capaz de abandonarme sin los golpes de la realidad que me despertaban a cada lapso intermitente en mi viaje frecuente a mi mundo. Una vez más era víctima del chasquido que me traía en un titilo a la vida real.
–Por favor deténgase, tengo que bajar– anunció Luana al conductor. Ese era el chasquido.
No entendía nada, ¿cuál era el motivo de quedarse en ese lugar?, faltaba mucho para llegar al hospital. Esta vez vi en su semblante algo muy distinto, ya no refleja la genuina preocupación y la angustia que la tenía triste. Pude sentir como el miedo se convertía en pavor después de esa llama extraña.
El conductor se detuvo en el acto, Luana muy afanada le alcanzó un billete de 100 pesos, él se sorprendió porque no esperó la devolución de la diferencia. Ella muy decidida abandonó el taxi sin despedirse, diciendo con voz lúgubre –guarde el cambio–
–¿Te volveré a ver?– alcance a gritarle por la ventana. No volteó y siguió su camino.
Estaba decido a bajar para darle alcance y no dejarla sola, pero una escena me detuvo.
Ella iba muy deprisa en dirección contraria a la ruta del taxi, hacia la esquina de la calle, de improvisto una camioneta negra con vidrios polarizados se estacionó torpemente.
Y Luana la abordo.
(...)
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TITILO DE OJOS ©
RomanceEs la historia que muestra sutilezas del preludio de un amor desenfrenado