Impregnado de una fragancia exquisita, pude notar obnubilado la privación del espacio abúlico que había dejado Luana. Con la mirada sin objetivo aparente, en un intento de arrebatarme su carencia, respiré un frío que entumeció mi alma jadeante.
El conductor extrañado por mi cordura irresoluta, mirando por el retrovisor preguntó-¿Ahora, a dónde lo llevo? -. Tuvo que preguntar un par de veces para que obtuviese mi respuesta. Le di la dirección más corta a un bar, necesitaba una bebida y música que retumbasen mis pensamientos, esperaba al menos de ese modo centrifugar la maraña de sensaciones que había impresionado mis sentidos. Necesitaba hallar respuestas al cambio de conductas de Luana que habían derrumbado la torre en arena de ilusiones construidos de fantasías, sin mencionar el misterio de aplazar súbitamente tras la llamada que importunó la dirección al hospital para ver a su padre convaleciente. Además la tarde noche con su encanto seductor me llamaba al deshago de los bohemios.
Había llegado al lugar, estaba dispuesto abrir la puerta para descender. Y en un reflejo visual que captó mi atención, dirigí la mirada a la superficie de cuero del asiento donde se posó Luana.
En su salida precipitada había dejado caer un sobre sellado, sin titubear lo cogí en el acto y la guarde en mi agenda negra.
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-Jano, estas pálido. ¿Pasa algo? - dijo Val, retocándose el maquillaje en el retrovisor del carro. Val era el pseudonimo afectivo preferido de Valeria.
-Olvidé el ensayo en casa. Tuve una mañana de locos- respondí resignado. Era consciente de no portar el documento físico, no tener oportunidad de respaldar el ensayo, ni mucho menos ser parte de la clase.
-Aún hay tiempo para un manuscrito- animada argumentó. -Explicas tus razones y el catedrático entenderá- replicó afanada en levantarme el ánimo.
-Mi Val tengo menos de diez minutos, no es suficiente-, como respuesta me dedicó una mirada compasiva.
En ese intervalo de tiempo ya habían pasado casi los 10 minutos, fuimos en dirección del aula muy presurosos, sabía que no podía entrar sin cumplir las reglas previstas con el catedrático. Llegamos a la entrada a tiempo, me detuve en el umbral y me despedí de ella.
-Suerte, Val- dije... dándole un abrazo y un beso en la mejilla... en el instante que me aparté de ella, cogió mi mano y me dio las llaves del auto. -Toma, ve a dar un par de vueltas o espérame hasta que vuelva- me dijo con ternura. No alcancé a responderle porque entró rápidamente al aula.
¿Qué es el amor? Está claro en ser un reflejo del acto más sublime que nace desde lo más puro del ser humano y perdura en el tiempo. Hay amores que son innatos, concebidos desde el primer momento en que una mujer queda embarazada... Otros aseguran que el amor a primera vista también lo es. El encuentro de dos almas gemelas destinadas a terminar juntas. Yo creía fervientemente una cosa sobre el amor, "el amor fraternal", el resto quedaban reducidas a un final como consecuencia de triquiñuelas hormonales o corrompidas por intereses desleales. Todo tenía un final.
Yo creía en muchas cosas hasta que conocí a Luana.
La amistad de Val era un amor fraterno, podría confiar mis mayores debilidades y ella protegerme como un cristal. Era incondicional el sentimiento que nos unía, estábamos juntos más allá del bien y del mal... El día que conocí a Val fue de lo más extraño, se hallaba sentada en el piso apoyada en la pared del aula del primer semestre de la clase de Filosofía. Acudí al primer día de clases muy puntual, recuerdo haber llegado con 20 minutos de anticipación, sabía que el salón 101 estaba segundo piso, pero desconocía la ubicación del mismo, el campus era inmenso.
Al llegar, ella se encontraba muy cómoda bebiendo agua... Me aproxime a la puerta del aula, vi que aún no estaba disponible, me aleje un par de metros del lugar, voltee nuevamente en dirección de aquella chica rara... Sin más, con el vaivén de sus manos me señalo al lado suyo llamándome para que también me sentara... tuve que voltear a ver detrás mío y descartar si en realidad se refería a mí..
-Sí, tú el de la chaqueta negra- le oí decir. No daba crédito a lo que decía.
-¡Nos conocemos!- Dije en un tono amistoso. -Ahora sí, me llamo Valeria, tomare la clase de filosofía- respondió. -¿A eso vienes verdad?- aumentó. A manera de respuesta le sonreí y me senté a su lado, conectamos inmediatamente.
Me sorprendió el desparpajo y la frescura de su carácter, siempre se mostró tal cual era desde el inicio... con el tiempo me di cuenta que era una chica de buenos sentimientos, amble con todos, muy desprendida en todo, su intención de ayudar a los demás era su dharma y karma, muchos se acercaban a ella con intenciones de aprovecharse de su ingenuidad en no reconocer a gente interesada, en contrapartida se ganaba mucha simpatía y buenas amistades que retribuían de la misma forma en que val lo hacía.
Le pregunte una vez pocos meses después de haberla conocido -¿Valeria te das cuenta que hay gente que no se merece tus buenas intenciones?-
-Sí, pero espero sembrarles con un granito de lo que yo siento, para florezcan- Dijo.
Me dejo estupefacto... -Vales oro mi VAL- dije conmovido. Fue la primera vez que la llamé de esa forma, fue producto de un sentimiento que arrugo mi corazón de tanta ternura y cariño que me había causado en ese momento. Tal vez por eso ella amaba que la llamara de esa manera, podía leerlo en mis ojos.
En fin, desde ese día sentados en el piso, apoyados en la misma pared, fuimos inseparables.
(...)
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TITILO DE OJOS ©
Roman d'amourEs la historia que muestra sutilezas del preludio de un amor desenfrenado