—Tu cuidadora tiene un par, ¿no? —dice Nick saliendo de la piscina.
Hemos decidido salir a la piscina mientras Samantha prepara la comida. Le he dicho que no es necesario que la haga, podemos pedir comida a domicilio como hemos estado haciendo los últimos días. Pero ella se ha negado porque "se negaba a estar con nosotros más tiempo del necesario". No me quejo, prefiero que piense eso.
—Mejor ni lo menciones, me está volviendo loco. —Cuando veo la cara de Nick me doy cuenta del doble sentido, así que rápidamente lo aclaro—. Pero en el mal sentido.
—Por muy cabrona que sea está buena.
—No me interesan las chicas ahora mismo —le recuerdo—. Y menos una chica como Samantha.
No pienso poner el ojo en otra chica. No le puedo hacer eso a Sydney, la sigo queriendo tanto que sigo teniendo pesadillas por la noche desde que... No me la puedo quitar de la cabeza.
—Tío, ya han pasado casi cuatro meses. —Se sienta a mi lado—. Mira, Syd también era mi amiga, y te entiendo perfectamente, pero ya es hora de que dejes de verte como un puto zombi y empieces a rehacer tu vida. Sydney querría eso para ti, que seas feliz.
Niego con la cabeza mirando como mis dedos se entrelazan de manera inconsciente. Pero sé por mucho que me niegue a admitirlo que tiene razón. Sydney era tan buena persona que no me querría ver así. Pero es imposible rehacer mi vida sin ella. Simplemente lo veo imposible.
Soy un cobarde.
—La comida está lista —grita Samantha desde la cocina.
Una vez estamos Nick y yo sentados alrededor de la mesa, Samantha vuelve de la cocina con unos guantes puestos sosteniendo una fuente de lasaña, que a continuación la pone en medio de los tres.
—Huele genial —dice Nick, sirviéndose un trozo.
—Tienes razón, tiene muy buena pinta —digo.
—¿Eso que he oído ha sido un halago? —Samantha se hace la sorprendida.
—No se lo tomes en cuenta —dice Nick—. Desde que...
—Nick —le corto.
—¿Desde que qué? —insiste Samantha.
—Desde que nada.
Comemos la lasaña, que para mi sorpresa está buenísima. No sabía que supiera cocinar, quitando de mis desayunos. Una lasaña no es tan fácil de hacer, y la verdad es que no sé de dónde ha sacado todos los ingredientes, porque en casa no solemos tener tanta cosa para cocinar. Somos más de pedir comida a domicilio siempre que nuestros padres no están. Es mucho más fácil y se ensucia menos.
—¿Dónde has aprendido a cocinar? —pregunta Nick—. Te contrato como cocinera para que nos hagas lasañas todos los días de mi vida, porque... Dios, esto está buenísimo.
Se mete otro trozo de lasaña en la boca. Se ha acabado prácticamente él solo la fuente entera, menos por dos trozos que nos hemos comido Samantha y yo. Este chico parece no tener fondo, come como una lima. Y lo mejor de todo es que sigue flaco como un palillo.
—Mi madre me enseñó de pequeña. Siempre he cocinado desde que tengo uso de razón.
Se encoge de hombros y sigue comiendo, con la cabeza fija en el plato. No me molesto en entablar una conversación, porque tengo demasiada hambre y esto está para chuparse los dedos.
Me acabo la lasaña en silencio mientras escucho la absurda conversación que ha comenzado entre Samantha y Nick sobre la educación del país. No estoy de humor para meterme en una discusión de niños, así que cuando acabo me acabo me muevo con la silla de ruedas hasta la cocina y dejo mi plato en el fregadero.