Adam me mira con su ojo morado y su labio partido. Puedo ver que no está en su mejor momento, pero antes de que abra la boca le he soltado un puñetazo en el abdomen.
Por todo lo que le hizo a Sydney. Para desahogarme de su pérdida.
Se sujeta el abdomen con las manos y hace una mueca de dolor. Debería darle otro, pero creo que con lo que ha tenido en el ring es suficiente. No quiero que acabe en el suelo y tenga yo la culpa de eso.
—Hola a ti también, Alex —me dice—. Aunque me lo merecía. Supongo que Sydney te contó todo, pero te aseguro que...
—Ha muerto.
—¿Qué? —Su cara ha palidecido.
—Que ha muerto Adam.
—No puede ser... Esto es una broma ¿no?
Cuando ve que me quedo callado y mi semblante está serio lo entiende.
—Pe-pero... ¿Cómo?
Miro a mi alrededor y con toda la gente que hay aquí no creo que sea el lugar más adecuado para contarle esto. Sin contemplarlo mucho le propongo que vayamos a un sitio un poco más tranquilo. Así que los dos nos montamos en su coche en dirección a mi casa. Supongo que habrá venido solo, pues su madre no acepta las peleas y su padre no le presta mucha atención.
Le cuento todo durante la vuelta. Cómo murió, cuando... No le explico detalladamente lo que pasó, pero puedo asegurar por su cara de que se hace una idea. Parece que acabe de ver a un fantasma.
Cuando llegamos a mi casa vamos al salón. No sé a qué hora va a llegar Nick, pero si se ha ido con Emma sé que antes de las cinco de la mañana no puede estar en casa. Siempre hace lo mismo, y yo ya me he acostumbrado a no verlo mucho durante este verano.
—Tío, esto parece una puta broma de mal gusto.
—No me vengas con chorradas —le espeto—. Después de lo que le hiciste no creo que te importara tanto como dices ahora.
—Primo, creo que debería contarte la historia desde mi punto de vista.
Nos sentamos en el sofá cuando empieza a hablar.
—Bueno, como te contó Sydney todo era una apuesta. Y sí, tenía razón. Mis amigos me retaron a que no era capaz de enamorar a la nueva en menos de cuatro meses. —Me mira por un momento, pero luego sus ojos se centran en la televisión apagada—. Conocí a Sydney antes de sus dos primeras semanas de estar en el nuevo instituto. No me esperaba mucho de ella, y sinceramente, al principio no me importaba romperle el corazón.
Cuando estoy a punto de hablar me corta.
—Sé que vas a decir que era un gilipollas. Lo era, y no habrá día que no me arrepienta de lo que hice. Por donde iba... —para un momento—. Ah sí. La conocí y todo iba bien. Le pedí salir al poco tiempo de conocernos, y tenía la sensación de que Sydney se iba a enamorar más rápido de lo que pensaba. Lo que no sabía era que yo también me iba a enamorar de ella.
Suspira y se frota las manos en el pantalón. Puedo ver que por su forma de actuar está nervioso, pero no me importa. Quiero escuchar toda la historia.
—Cuando Sydney se enteró de que era una apuesta yo estaba enamorado de ella hasta las trancas. En serio, esos meses con ella fueron la hostia. Pero todo se jodió cuando vio una captura de pantalla donde se veía la conversación en la que hicimos la apuesta. Después de eso fui detrás de ella durante una semana, para pedirle perdón y explicárselo todo. Pero ella no parecía dispuesta a hablar conmigo, por lo que dejé de insistir.