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La clase de hoy está llena de gente que no conozco. Normalmente no suelo coincidir con la misma gente en todas las clases, por lo que unas caras desconocidas me dan la bienvenida a la clase de Estadística aplicada.

La primera semana se me ha pasado volando, pero a la misma vez me he vuelto loco intentando saber algo del número que me envió el aviso la semana pasada. Aún no tengo claro lo que voy a hacer. Samantha y yo no hemos tenido ningún problema desde que tenemos algo y no sé qué será lo siguiente, pues aún no tengo muy claro qué somos. Desde hace mucho tiempo no me sentía tan a gusto con una persona como cuando estoy con Samantha, y no quiero perderla por una mala decisión. Pero a la misma vez no puedo dejar ir a Sydney.

El consejo de mi madre no lo he pasado por alto, pero ahora mismo mi instinto está un poco confundido. No le he contado esto a nadie, a excepción de mi madre, y no tengo pensado hacerlo hasta tener todo claro. Samantha me ha notado un poco raro estos días, pero le he tenido que decir que era debido al estrés de la universidad y de las nuevas clases. Sin embargo, las clases es mi última preocupación. Por ahora no hemos empezado con temario demasiado importante y espero que no lo hagamos hasta dentro de unas semanas.

—Buenos días, hoy vamos a introducir un poco el tema de la asignatura —dice la profesora—. La palabra estadística se origina, en las técnicas de recolección, organización, conservación, y tratamiento de los datos propios de un estado, con que los antiguos gobernantes controlaban sus súbditos y dominios económicos. —Pasa los ojos por toda la clase y sigue—. Estas técnicas evolucionaron a la par con el desarrollo de las matemáticas, utilizando sus herramientas en el proceso del análisis e interpretación de la información.

La clase pasa lentamente, mientras cojo apuntes y presto un poco de atención a lo que dice la señora. La gran mayoría son chicos, exceptuando a tres chicas que se han sentado lo más cerca posible una de la otra. No las culpo, puede que sea un poco intimidante estar entre decenas de chicos sin apenas ninguna chica.

Abro el portátil que llevo en la mochila y sin llamar mucho la atención me pongo a buscar noticias sobre el padre de Sydney. La curiosidad me puede y soy incapaz de esperar dos horas para que la clase se acabe y poder hacerlo.

Pongo Ian Jonhson en el buscador y espero a que carguen los resultados. Busco entre miles de noticias esperando a que haya alguna un poco útil con la búsqueda de Sydney. La gran mayoría son de su empresa y el nuevo socio que se ha incorporado.

Cuando estoy leyendo una noticia reciente me llama la atención una foto. Está el padre de Sydney hablando con un señor en lo que parece que es la gala benéfica que celebró hace poco. Los dos van vestidos con trajes muy similares, corbata negra y un vaso de vino en la mano. Sin embargo, lo que llama la atención no es eso, sino la persona que se encuentra en lo alto de las escales que se ven al fondo. Parece que es una chica con unos simples pantalones vaqueros y una camiseta blanca. Al ampliar la foto no se le ve muy bien la cara, pero mi ceño se frunce casi de manera automática al no haberme dado cuenta antes.

Tiene que ser Sydney, estoy seguro. Pero ¿qué hace ahí?

Mi cabeza va a reventar de un momento a otro si me siguen surgiendo preguntas imposibles de responder.

Al menos ahora sé que puede que sea posible que se encuentre con su padre. Pero por otra parte no me explico por qué Sam reaccionó así la vez que fui a verlo. Pero claro, ¿y si él tampoco sabe que Sydney sigue viva?

—Hasta mañana a las nueve —dice la profesora.

Estaba tan absorto en la búsqueda que no me había dado cuenta de que la clase había acabado.

Cierro el portátil y me lo vuelvo a meter en la mochila. No tarde ni cinco segundos en levantarme de la silla y encaminarme a la salida. Justamente cuando estoy a punto de ponerme el casco e irme a mi casa veo a Samantha venir en mi dirección.

—Hey, ¿Qué haces aquí? —le pregunto.

—Hola a ti también. —Mira a nuestro alrededor fijándose en la universidad—. Esta universidad es mucho más nueva que a la que voy yo. Tienes suerte.

—No has respondido a mi pregunta. —Alzo una ceja aún con el casco en la mano.

—Bueno, como he acabado antes y tu universidad esta cerca de la mía me ha parecido buena idea venir a verte. Pero ya veo que no estás de humor para...

Antes de que acabe nuestros labios están juntos. No sé muy bien porqué lo he hecho, pero es exactamente lo que necesito ahora. El tema de Sydney me lleva loco, y mi vida se ha vuelto a poner patas arriba.

—Vale, creo que me he equivocado —dice después de separarnos.

Mi mente está dispersa, sin saber muy bien qué hacer. Sigo sin saber dónde está Sydney, y si se acuerda de mí. Y por lo que he notado estas semanas, las intenciones de Samantha son tener algo más que simples besos.

—¿Quieres ir a algún sitio? —Dice Samantha—. No tengo nada que hacer hasta dentro de tres horas.

Mi plan era ir a casa y poder seguir investigando sobre el padre de Sydney, pero creo que debería aceptar el plan de Samantha y despejarme un poco. No me vendría nada mal.

Después de volver a guardar el casco de la moto me doy la vuelta para mirar a Samantha.

—¿Lista?

[...]

Hace media hora que me he despedido de Samantha. Le he enseñado el campus de la universidad y hemos tomado algo en la cafetería que se encuentra dentro de la universidad. Se ha quedado asombrada al ver todas las instalaciones, pues según me ha dicho, su universidad es una de las más antiguas de la ciudad y no tiene las mejores instalaciones.

Abro otra vez el portátil y sigo con la búsqueda. No me quito de la cabeza el momento en el que se cruzó conmigo en la calle. Era Sydney, y, sin embargo, la vi diferente, cambiada. Puede que fuera por su mirada, o su manera de actuar. Puede que sean imaginaciones mías, pero noté que no era la Sydney que estaba enamorada de mí.

Las noticias se me acaban, y sigo sin haber encontrado nada de utilidad en internet. No sé si contárselo al menos a Sam. Su hermano se merece saber que su hermana sigue viva y él es mi único recurso que me queda. Aunque me dijo que no le hablara y que no quería verme más en su vida decido intentarlo.

Yo: Sam, tu hermana sigue viva.

Corto y al grano. Espero que no me haya bloqueado, porque de ser así no tengo otra forma de contactar con él. A no ser que me vuelva a presentar en su casa, cosa que dudo que le haga mucha gracia. Emma me odia a muerte, al igual que Sam, pero espero que con él sea más fácil de hablar y convencerlo de que no miento.

Al cabo de un rato esperando me llega su respuesta.

Sam: Alex, este tema no es una puta broma. Deja de hablarme, si no tendré que optar por una opción que no te gustará nada.

Bueno, al menos me ha respondido. Eso es un avance. No sé como hacerlo para que me crea, ya que es muy difícil cuando nosotros mismos tuvimos las cenizas de Sydney en nuestras manos el día del funeral. Realmente ahora que lo pienso, no sé lo que eran esas cenizas, pero tampoco tengo intención de saberlo. Puede que fueran las cenizas de otra persona o...

Sacudo la cabeza y quitándome esas ideas de la cabeza. Me tengo que centrar en esto. Puede que si le envío un mensaje explicándoselo todo tenga alguna oportunidad. Incluso si tengo suerte puede que me ayude a buscar a su hermana.

Así que decido hacer eso. Le escribo un texto con todo lo que he averiguado hasta ahora, y le detallo todo lo que puedo con el fin de que me crea. Le doy a enviar y vuelvo a esperar.

Esta es mi última oportunidad para saber dónde está Sydney.

Sam tiene que creerme. 

Dark EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora