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Me levanto sobresaltado del sofá cuando unos gritos me despiertan. Después de estirarme me levanto mirando a mi alrededor un poco desconcertado.

Ayer llegamos muy tarde, por lo que mis padres y Nick estaban durmiendo. Me acuerdo que acosté a Samantha en mi cama antes de bajar al salón y acostarme en el sofá, que al menos es lo suficientemente grande para que no se me salgan los pies por fuera.

No tengo ni idea de por qué no quería ir a su casa, pero algo me dice que tiene que ver con su... Con su problema.

Mis padres han dejado una nota en la encimera de la cocina diciendo que se tenían que ir a trabajar y no volverían hasta tarde, así que supongo que no se habrán dado cuenta de que Samantha está durmiendo en mi habitación. Lo que sí que les habrá parecido raro verme durmiendo en el sofá. Nunca lo he hecho hasta ahora.

—Tío —grita Nick desde la planta de arriba, donde se encuentran las habitaciones—, antes de que Samantha se quedara a casa me podrías haber avisado. Me la acabo de encontrar en el baño y casi me deja sordo del grito que ha pegado.

Suspirando me dirijo a la cocina a preparar el desayuno. Me gustaría poder seguir durmiendo, pero no creo que sea una cosa imprescindible ahora que tengo a Samantha en casa.

Empiezo a preparar tortitas. Busco la harina, huevos, leche, azúcar... Normalmente no hago tortitas, pero recuerdo que mi madre me hacía torres de ellas para desayunar, cuando era pequeño.

—Buenos días —Samantha baja las escaleras mientras bosteza—. Que bien huele.

—Eso espero, porque es la primera vez que preparo tortitas en mucho tiempo. Sino acabaremos en el hospital por intoxicación.

Hace una cara de horror mientras se para a mi lado y su mirada se concentra en el líquido de masa en la sartén. Lleva una camiseta mía que le queda como un vestido. Ayer al menos estaba lo sufrientemente sobria como para cambiarse de ropa.

La camiseta le llega a la altura de las rodillas, lo suficiente como para que no esté incómoda. Aunque sinceramente su reacción esta mañana ha sido de lo más normal. Como si estuviera en su casa.

Cuando acabo de hacer las tortitas nos sentamos a desayunar. Nick aparece por detrás de Samantha y coge una tortita de la mesa con la mano. Le pega un mordisco y suspira.

—Esto está buenísimo. —Le da otro mordisco—. Samantha, estás hecha toda una cocinera.

Ella se ríe y me mira antes de decir:

—No las ha hecho yo. Alex hoy ha sacado su lado cocinillas.

—¿Qué? No me digas que por una vez en tu vida te has dignado a cocinar —dice Nick alzando las cejas. Como si estuviera impresionado.

—No es la primera vez que cocino —me limito a decir, restándole importancia.

—Pero es la primera vez que algo te sale así de bien.

Dicho eso coge el brik de leche de la nevera y se va por la puerta. Samantha estalla en carcajadas y se coge la barriga con ambas manos, intentando respirar por la boca.

—¿Qué tiene tanta gracia?

—Es que... —Coge bocanadas de aire y vuelve a hablar—. Me ha hecho mucha gracia tu cara, y encima tiene razón, nunca te había cocinar más que avena y huevos revueltos.

Resoplo y pongo los ojos en blanco. Estiro el brazo hasta coger el zumo de naranja y me sirvo en el vaso que tengo enfrente de mí. Le sirvo también a Samantha, que asiente agradecida. Cuando por fin ha parado de reírse empieza a cortar la tortita y se lleva el tenedor a la boca con un trozo.

Dark EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora