Kara Danvers
Salí de mi apartamento con nada más que mi cartera cuando Nia, mi mejor amiga desde que tengo memoria, me había comunicado que llegaba a las 6:45 pm a Miami. Miré mi reloj. El vuelo llegaba en 30 minutos y yo vivía a 45 minutos del lugar. Cerré mis ojos indignada, ella iba a matarme, lo sabía.
Gemí.
Me subí al Audi y con un poco de música para calmar mis nervios conduje hacia el Aeropuerto Internacional de Miami.
-Calma, Kara- pensé. Seguro ella comprendería que nuevamente había dejado el celular olvidado en algún lugar entre los montones de papeles que tenía que revisar. Mi jefe había decidido comunicarme que el papeleo para el negocio con los inversionistas japoneses tenía que estar listo para la primera hora del día siguiente, y había estado pactada para un mes después.
Comenzaba a pensar que hacía todo esto a propósito.Había estudiado comercio internacional en la universidad y después de graduarme hace dos meses, estaba experimentando en otras empresas. De alguna u otra forma quería aprender antes de independizarme, y hasta ahora me he dado cuenta de que no todos confían en una recién egresada para ocupar uno de los mayores cargos, razón por la cual mi actual trabajo constaba de ser una simple asistente. Pero de a poco me iré ganando el lugar, por lo menos hasta que esté lista para desplegar mis alas.
Es realmente difícil encontrar a una chica del montón, simple y demás con un Pent-House y un audi, pero es que había comenzado a trabajar desde los 12 años. Primero vendía dulces los fines de semana con mi madre, en un puesto que armaba en el patio delantero de mi casa. A los 15 años cuidaba niños. Para los 18 mi padre completó el dinero que me faltaba para mi primer auto. Luego de ahí fue inversión tras inversión.
Reunía, vendía mi auto y completaba, hasta ahora. Eso y el famoso préstamo bancario. Realmente era de esas, soy de esas chicas que necesitan sus propias cosas, sus propios bienes y su propia vida.
"Nada te va a ser más feliz que no depender de nadie, Kara", me había dicho mi padre desde siempre. Él jamás de equivocaba.
Tomé una nota mental para hacerle mi llamada de rutina. Mi madre me mataría si dejaba pasar más de dos días sin saber de ella.Paré para comprar dos cafés en un Starbucks que me encontré en el camino. Le indiqué a la chica que me atendía desde el auto que empacara unas galletas y unos muffins de arándano también, así tal vez Nia tendría un poco de piedad y no se molestaría por llegar tan tarde. Miré hacia el cielo cuando comencé a retomar el camino. Iba a llover fuerte.
Coloqué en la radio una emisora que transmitía el clima, puse los cafés en el asiento de atrás. La voz del locutor estaba informando de una tormenta fuerte de la que tal vez deberíamos cuidarnos.-Vaya- pensé. Por lo menos había traído un sweater para el frío. Maldije haber dejado el paraguas en casa.
25 años y aún no aprendía de los imprevistos que mi madre tanto se había esforzado por hacerme ver. Sabía que algún día iba a morir por despistada, y ponía a Dios de testigo porque realmente se escapaba de mis manos el ser así.
Luego de lo que parecía una eternidad, gracias al tráfico, aparqué en el estacionamiento que ofrecía el aeropuerto. Desconecté mi teléfono del cargador y lo metí en mi cartera. Me arreglé el cabello soltando la liga que lo sujetaba, cayendo hacia los lados de mi rostro en largas ondas rubias.
Por lo menos estaba presentable.
Había llegado a mi apartamento justo antes de que Nia me enviara el mensaje, por lo que aún vestía de la misma forma en la que había ido a trabajar. Portaba un vestido negro a la rodilla con una chamarra negra con detalles de flores de colores, junto a unos simples botines de tacón que ayudaban a estilizar mis piernas. No iba cargada de maquillaje, así que por ese lado iba bien.
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Rough Luthor
FanfictionPerder un vuelo a causa de una tormenta no puede ser un hecho bueno de parte de la vida para alguien como Lena Luthor, una chica a la que los errores y los imprevistos no le agradaban. Ella esperaba llegar a Manhattan esa noche de septiembre, pero s...