Capítulo 13

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Kara Danvers
                   
—¿Quién está aquí?— Lena se encontraba sentada en la cama con sus manos sobre su rostro. Casi temblando. —me estás asustando— dije tratando de apartar sus manos.

                   
Ella continuaba sin decir una palabra, solo respirando agitadamente y comenzando a ponerse caliente, y no en buen sentido, yo realmente estaba asustándome. — Hey — susurré tomando sus manos y gentilmente quitarlas de su rostro para remplazarlas con las mías, mirando sus ojos verdes Esmeralda que ahora se encontraban inundados de lágrimas.

                   
— Ella está con un hombre— dijo, para mí sin ninguna coherencia, negando con la cabeza.

                   
—¿Quién, Lena?—  susurré. Suspiró muy fuerte y cuadró sus hombros para luego mirarme a la cara con lágrimas en los ojos.

                   
—Mi madre— me dijo.
                   
Mi respiración se cortó por un momento, Lena volvió a tapar su rostro. En mi mente comenzaron a suceder muchas cosas simultáneamente. Hice que nos levantáramos.
                   
Sequé las lágrimas que pensé que no vería nunca y la llevé al cuarto de baño para que lavara su rostro. Si ella había aparentado estar muerta para luego irse, haría que Lena le demostrara que no iba a darle el gusto de hacerla sufrir, y mucho menos demostrarle que su ausencia había destruido mucho de su niñez y de su vida.
                   
—¿Te vió?—pregunté. Negó con la cabeza.
                   
—Está bien, Bestia—  dije mientras salíamos del baño. —¿Quieres explicaciones? porque de ser así, Lena, salimos inmediatamente de ésta habitación y la buscamos— Negó con la cabeza.
                   
—No quiero saber por qué me abandonó. Y tampoco quiero que me diga por qué no me llevó con ella—  dijo entrando en el gran vestidor de la habitación.
                   
—¿Y si te ve?— Le pregunté. Lo seguí.
                   
—Que se joda— me respondió. —Salgamos de aquí— Me lanzó un par de Jeans y unas blusas sencillas. Busqué los zapatos y comenzamos a vestirnos para salir a tomar aire. Lo necesitaba, ella más que nadie.
                   
La seguí cuando salió de la habitación y tomamos juntas el ascensor. En ningún momento pude divisar a la susodicha porque Lena ya había pedido que su auto nos estuviera esperando. Nos montamos en un Ferrari distinto, y condujo hasta llevarnos a Central Park.
                   
En estos momentos no había un mejor lugar para estar, ella necesitaba pensar y relajarse, y yo iba a dejarla tranquila, le iba a dar su lugar.
                   
— Soy tu amiga, Lena. Sabes que aquí estoy. — Le susurré antes de bajar, cuando la vi suspirar por enésima vez en el día y posar sus manos en el volante. Me tomó de la mano y continuamos caminando hasta llegar a un lugar que estaba solo.
                   
Era un prado escondido, acogedor y fresco, sin llegar al frío, más de lo que podíamos esperar, que tenía una roca donde nos apoyamos al sentarnos. Colocó su cabeza en mi regazo y con su antebrazo tapó su rostro. No iba a contarme nada, por lo visto. Y la entendía.

Imaginaba, sabía, que para ella estaba resultando demasiado difícil el contener el dolor y la rabia que pudiera estar sintiendo, y aunque a mí no me importaba acompañarla y apoyarla, sabía que aún así, ella iba a contenerse.

Mi mano se metió entre su pelo negro y sedoso y comenzó a acariciarlo de a poco, reconfortándola en silencio, estando ahí para ella. Estaba muy tensa, casi como una roca y me inquietaba el no poder hacer nada.

—Ella se lo perdió, ¿sabes?— dije. —No voy a decir que tal vez tuvo razones porque de verdad no las hay, pero piensa que las cosas al fin de cuentas pasan por algo, y tu ahora eres toda una mujer que contó con el mismo amor que le pudo haber faltado, y ella no hizo falta— le dije.

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