CAPÍTULO 8

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Aiza

Una semana después...

Una semana desde que mi padre falleció, admito que quedé destrozada por la muerte de mi padre, por suerte el jefe lo entendió y me dejó toda la semana libre pero no me siento preparado para regresar al trabajo, observo desde afuera el lugar donde me agrada estar el restaurante donde comenzó mi carrera.

— Buenos días señorita Aiza — me saluda mi jefe por detrás, me doy la vuelta para mirarle.

Tienes que ser fuerte.

Tienes que ser fuerte.

— Buenas tardes señor — digo con una sonrisa falsa.

— ¿Como se encuentra? — pregunta con interés.

— Mejor de lo que estoy señor — miento con descaro.

Estoy horrible.

— Hoy vendrán mis socios, quiero que la sala de reuniones este preparado para recibirlos — informa.

Vendrá él

— Lo tendré preparado señor — afirmo con una sonrisa.

— Vamos adentro — dice

— Si claro — hablo con vergüenza entro al local y me voy a mi casillero, me cambio la ropa enseguida me pongo a trabajar limpiando y acomodando las mesas, miro a mi compañera de trabajo que sale llorando de la oficina del jefe, me acerco a ella.

— ¿Qué ha pasado, Betania? — pregunto preocupada

— El me despidió — es lo único que dice antes de salir del local.

¿Qué habrá pasado?

Minutos más tarde...

La sala de reuniones está lista y preparada para los socios. Toco dos veces la puerta del jefe.

— Adelante — grita, entro con temor a la oficina.

— Ya está lista la sala de reuniones — aviso y asiente.

— Con permiso — digo y salgo de la oficina para continuar con mi trabajo.

Una hora después...

Estoy en la caja cobrando los gastos de las personas, me encuentro con el Señor que choque la otra vez.

— Buenas tardes ¿puedo ayudar? — pregunto amable. El me escanea de arriba hasta abajo y me da una mirada coqueta que me hace intimidar inmediatamente.

— Ryan deja a Aiza trabajar en paz y vamos a la reunión — grita un hombre idéntico a él.

— Nos vemos preciosa — es lo único que dice y me guiña un ojo. Me deja sorprendida por su reacción y suspiro, niego mientras limpio la barra de los cócteles.

¿Qué ha pasado?

Horas más tarde...

Los socios siguen en la sala de reuniones y es mi hora de salida, me voy hasta allá para avisar a mi jefe. Todo dos veces la puerta.

— jefe solo quiero avisar que mi horario laboral ha terminado — digo sin abrir la puerta

— De acuerdo, gracias por avisar — dice. Me voy hasta la parada de ómnibus, espero al colectivo unos minutos, pero observo que unos hombres vienen hacia mi dirección, ignoro completamente, dirijo de nuevo mi mirada hacia la calle.

— Que hermosa muñequita — habla uno de ellos acercándose y sentándose a mi lado, los demás están parados con una sonrisa en sus rostros. Reacciono cuando pone su mano en mi muslo, inmediatamente me levanto de mi lugar y trato de ir a otra parte, pero me detiene uno de los hombres sujetando mi muñeca con fuerza.

— No irás a ningún lado — dice otro con el ceño fruncido. Escucho un auto que viene y se queda, se baja el hombre que me encontró la otra vez.

— ¿Están molestando a una dama? — pregunta tranquilo, se acerca hasta nosotros observa lo que están haciendo los hombres y frunce el ceño.

— Suéltenla ahora — dice entre dientes

— Es nuestra, amigo, la vimos primera — se queja.

— He dicho que la suelten — ordena, sacando su arma, los apunta y los hombres se quedan pálidos por el artefacto que tiene él, en sus manos.

— Es tuya — dice otro alzando su mano en forma de rendición. Salen corriendo y me quedo en shock. Siento su mirada en mí y eso me pone incómoda, escucho que abre su puerta del auto y cierra.

— Ven, vamos te llevaré a tu casa — me ordena y bajo la cabeza avergonzada por la situación.

¿Quién se cree que es para darme ordenes?

— Esperaré el colectivo — murmuro y el me mira ofendido.

— Te ofrezco a llevarte a tu casa, tengo prisa. No te dejaré sola ya que los hombres pueden venir de nuevo hacia aquí — explica serio y asiento. Abro la puerta del con piloto, entro y cierro despacio, doy la dirección al hombre, un silencio se hace presente hasta que escucho que un teléfono está sonando así que busco en mi cartera, suspiro cuando encuentro dos llamadas perdidas de mi hermano mayor.

— ¿Clark? — pregunto

— ¿Dónde estás? Me preocupé porque no llegas todavía — dice con tono desesperado

— Me están llevando una casa, luego te — informe.

— ¿quien? Aiza — me interroga, ruedo los ojos.

¿Por qué tengo hermanos tan sobreprotectores?

— Hablamos cuando llegue a casa — hablo entre dientes ya que me estoy empezando a irritar.

— No me cuelgues — advierte.

¿Quién se cree que es?

— ¿O, sino que? — reto a mi hermano desafiándolo.

— Mas te vale que no me amenaces, nos vemos en la casa y punto — manifiesto y cuelgo antes de que me conteste. El hombre me mira asombrado y se fija de nuevo en la carretera.

Minutos después...

Llegamos a casa, observa que uno de mis hermanos está frente a la casa. Trago saliva y dirijo mi mirada hacia él.

— Muchas gracias por traerme hasta acá — le agradezco con amabilidad, entro a la casa, mi hermano me comienza a interrogar y le cuento todo. Me voy a mi pieza, me tiro en la cama comienzo a cerrar mis ojos poco a poco hasta dormirme por completo.

Los Hermanos Rahman (#1 H.R)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora