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Su alarma sonó pero sentía todo su cuerpo doler, no podía mover un solo músculo. Vegetta se levantó a su lado saliendo de la habitación a los pocos minutos. Intentó sentarse pero el dolor en sus brazos y espalda baja pudo más que nunca, tomó su celular llamando a Matilde para avisar que faltaría por un leve resfriado que había pillado el día anterior.

—Llama a Luzu, el podrá venir. Dejaré abierto.— habló el mayor entrando a la habitación para tomar su mochila y salir de nuevo. Rubén asintió soltando un suspiro que terminó siendo un sollozo, estaba empezando a sentirse mal, su parte racional había salido y le estaba reclamando todo lo que se dejaba hacer por el hombre al que amaba. Él se merecía más.

9:16, había pasado dos horas llorando como un bebé y creía que era la hora perfecta para llamar a Luzu y no molestarlo en su día libre

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9:16, había pasado dos horas llorando como un bebé y creía que era la hora perfecta para llamar a Luzu y no molestarlo en su día libre. Aún no se podía levantar de la cama pero había logrado girar a la derecha y hacerse un pequeño ovillo.

—Hola Luzu.— susurró sorbiendo de su nariz.

—¿Rubius? ¿Estás bien?— el menor negó soltando un sollozo desgarrador que logró romper el corazón de su amigo.

—N-no. Ven po-por favor.— las lágrimas eran tantas que sentía ahogarse con ellas.

—Llego en 15.— Luzu cortó la llamada intentando tomar sus cosas lo más rápido posible.

—¿Qué pasa, mi niño?— un despeinado Auron en pijama entró en la pequeña sala donde el castaño corría y guardaba cosas en su mochila.

—Rubius me llamó llorando, seguro Vegetta le hizo algo muy malo.— unas pequeñas lágrimas habían salido de los ojos del mayor.

—Voy contigo.— susurró corriendo escaleras arriba para colocarse ropa decente.

Diez minutos después la pareja caminaba rápidamente a la residencia del pelinegro en rescate de su amigo tintado. Notaron todo abierto así que entraron corriendo procurando cerrar todo a su paso.

—¿Rubius?— llamó Luzu en cuanto pisaron la mansión.

—En la habitación.— una suave y lastimada voz se filtró hasta los oídos de los chicos que emprendieron camino por las escaleras.

Al entrar a la habitación donde el menor se encontraba la escena era sorprendente y aterradora. Las sábanas y frazada que envolvían el cuerpo del tintado estaban llenas de sangre, además sus ropas rasgadas se esparcían por todos lados pero lo peor fue ver el magullado rostro de Rubius.

—Luzu.— talló su pequeño ojo lastimado intentando apartar las lágrimas que no le permitían mirar a sus amigos. —No me puedo levantar.— un pequeño puchero apareció en sus labios haciendo que los dos chicos frente a el murieran de ternura.

—Trae algo de ropa, Auron.— el castaño se acercó a su amigo sacando todo lo que necesitaría para un chequeo rápido. 

Auron asintió corriendo a los armarios cercanos tomando una camiseta y un pantalón tipo chándal, volviendo rápidamente hasta donde su novio atendía a Rubén.

—Ven, intentaremos sentarte.— un gran nudo se instaló en la garganta de Luzu mientras tomaba a su amigo de la espalda baja. —Toma sus manos.— el pelinegro del piercing tomó las manos del menor jalando un poco intentando no lastimarlo.

—Me duele, Luzu, me duele mucho.— un par de lágrimas salieron por los ojos del pequeño mientras lograban sentarlo.

—Creo que tienes algunas costillas rotas.— el ojimiel había movido sus manos levemente sobre el torso de su amigo buscando heridas interiores. —Te llevaré al hospital.— un sollozo salió de Rubius mientras intentaba alejarse.

—No puedo estar lejos de Vegetta, se enfadaría si no estoy en casa.— su mirada vagó un poco por la habitación pero terminó posando sus ojos en Auron. —Por favor diles a todos que no estoy loco, que Vegetta me demuestra así su cariño.— sus pequeños ojos suplicaban que al menos una persona entendiera lo que estaba viviendo.

—Si, yo me encargo. Ahora deja que Luzu vea tus heridas.— Auron sonrió haciendo que Rubius asistiera e intentará sentarse al borde de la cama. —Si gustan puedo ir a lavar esto en lo que ustedes están con esto.— tendió las prendas antes tomadas girando para dar la privacidad a los chicos de que el menor se colocara la ropa.

En cuanto Rubén estuvo vestido Raúl tomó las sábanas y todo lo que cubría la cama para ir al centro de lavado y ponerlas a lavar.

—¿Qué te hizo, nene?— Luzu checaba su labio reventado junto con su ojo morado.

—Primero cenamos y fue muy lindo, después me dijo que se había enterado de que le había dicho a Alex de que me golpeaba cuando en realidad nunca fue así.— su voz sonaba algo alterada mientras mencionaba al comisario. —Me trajo a la habitación y me golpeó hasta que me tumbó, en el piso me pateo muchas veces, después del 15 perdí la cuenta. Después me tiró a la cama donde hicimos el amor.— Rubius se encogió de hombros mientras el castaño desinfectaba sus heridas.

Así siguió el día, Luzu y Auron cuidaron de él toda la tarde e incluso vieron películas en la enorme cama donde horas antes Rubén había vivido lo peor de su vida. Las horas para que el pelinegro llegara se hacían cada vez menos y con eso la furia se acumulaba en el interior del ojimiel.

—Llegué, Doblas.— lss pisadas por las escaleras revelaron que Vegetta estaba cerca, lo que hizo que el tintado se encogiera asustado.

Luzu había decidido hablar seriamente con su amigo sobre su relación con su novio pero al parecer no podía cambiar nada en su mentalidad, porque no era la primera vez que lo haría.

—Buenas noches.— saludó mirando a los dos chicos sentados en su cama al lado del ojiverde.

—Tenemos que hablar, Samuel.— nadie lo llamaba así, solo Luzu cuando las cosas iban demasiado enserio.

—¿Qué ocurre?— dejó su mochila, saliendo de la habitación para hablar en el pasillo.

—¿Qué ocurre? Por Dios, golpeaste tan fuerte a Rubius que ni siquiera se puede mover. Esta bien, es su relación pero debes respetarlo y amarlo, ¡No golpearlo cada que lo ves!— gritó el mayor furioso.

—Yo lo amo, pero mi amor no se demuestra como el de todos ustedes.— respondió el ojimorado tranquilamente. —Ya es tarde, le ruego que se vayan de mi casa, por favor.— soltó antes de entrar a su habitación.

—Vamonos Auron.— Luzu llamó a su novio, el cual había logrado que Rubén durmiera plácidamente.

—No lo despiertes.— el pelinegro coloco un dedo sobre sus labios mientras se levantaba y se alejaba lentamente.

Los dos novios salieron de la casa de Vegetta rogando que el pelinegro no le arrebatará la vida a su amigo ojiverde.

Después de quitarse la armadura y dejar todo lo que había obtenido en el día, Vegetta se recostó en la cama al lado de su hermoso novio. Bajó un poco la sábana mirando los moretones que marcaban su cuerpo entero, unos ya estaban desapareciendo mientras otros mantenían ese color negro con violeta, era simplemente hermoso.

—Buenas noches, te amo.— susurró dejando un casto beso en la espalda del contrario.

cherry wine ∆ rubegetta ∆ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora