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Desde que Nieves había llegado a su vida no había momentos en los que se sintiera solo o aburrido, sin duda era una bendición. Después de su jornada en la iglesia iba hasta el hospital para comer con Nieves y se pasaban horas jugando en la consola de Rubius o en la tableta de Nieves, que fue un regalo del tintado. Siempre estaban juntos excepto cuando el mayor tenía que ir a casa con su novio para dormir y recibir las palizas por parte del ojimorado.

—¿Lista Nieves? Hoy vamos a casa.—  Rubius entro corriendo a la habitación con una gran sonrisa y una mochila. —Te llevaré a tu nueva casa, vamos, guarda todo.— le extendió la mochila esperando que la rubia metiera sus pertenencias.

—¿Casa de Osito?— Nieves lo miro ladeando un poco su cabeza.

—Casa de Nieves, va a ser tuya.— ahora la ojiazul entendía más a su amigo por lo que habían dejado de hablar lentamente.

La menor asintió levantándose de la camilla para tomar todo lo que le pertenecía. Media hora después ambos salían del hospital saludando a las enfermeras y doctores, iban a extrañar a la pequeña rubia.

—Te va a encantar, es pequeña y de madera pero es muy hogareña.

Después de un rato de caminar una linda casa con una cruz detrás se presentó ante sus ojos.

—Linda.— sonrió Nieves emocionada corriendo a la vivienda.

—Espérame.— Rubius río corriendo tras la pequeña.

Pronto los dos estaban al interior de la casa acomodando todas las cosas y ropa de la rubia, Nieves terminó amando la pequeña choza así que estaba feliz en quedarse.

Pronto los dos estaban al interior de la casa acomodando todas las cosas y ropa de la rubia, Nieves terminó amando la pequeña choza así que estaba feliz en quedarse

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—Creo que me voy, ya es tarde.— el ojiverde se levantó sacudiendo su ropa y tomando su mochila.

—No, Osito dormir aquí.— Nieves hizo un puchero tomando la mano del mayor para que no se fuera.

—Tengo que ir con Vegetta, lo sabes Nieves. Vendré mañana.— le dedicó una sonrisa, la menor sabía que no debia insistir en ese tema ya que Osito amaba mucho a su novio. —Adiós.— besó la mejilla de Nieves y salió rumbo a la casa de Vegetta.

El sol se estaba poniendo así que tenía tiempo para preparar algo rápido y cenar con Samuel, estaba de buen humor y no iba a permitir que nada lo cambiara, ni siquiera un par de golpes. Al entrar a la gran mansión fue directo a la cocina para buscar algo entre los cajones del refrigerador que fuera suficiente para una cena decente.

Media hora después su novio entraba por la puerta y dejaba sus cosas en el piso, como siempre.

—Hola.— Rubius salió recibiéndolo con un lindo beso.

—Buenas noches.— Vegetta sonrió tomándolo de la cintura.

—¿Quieres cenar?— besó su mentón colocando sus manos en su cuello.

—No tengo apetito, quiero hacerlo.

—No Vege, hoy no.— y con esas palabras todo cambió, el ojimorado lo empujó tirándolo al piso, se coloco encima suyo y dio un puñetazo a su mejilla. —¡No!— gritó tratando de quitarse a su novio, quería correr y escapar. —Vegetta no.— sollozó notando que la mochila del mayor estaba muy cerca. Estiró la mano en un intento de tomar el taser que su novio ocupa con los zombies aldeanos.

—Oh no, no lo harás.— Vegetta tomó sus dos muñecas colocándolas sobre su cabeza, se acercó a su cuello para dejar besos y mordidas a su antojo.

Los gritos que soltaba el tintado no eran ni medio normales. Muchas veces habían hecho el amor sin que Rubius lo quisiera así que pensó que la primera vez que lo rechazara Vegetta haría caso y respetaría su desición.

—Te lo ruego, hoy no, podemos hacerlo mañana.— fu camiseta fue arracada de un solo movimiento lo que lo hizo llorar con más fuerza.

—Sabes que llorar no te salvará de esto, incluso me excita más.— susurró lo último mientras besaba sus labios a la fuerza.

Vegetta comenzó a quitar sus pantalones y quitó los del ojiverde con algo de dificultad por la resistencia que oponía. Seguía moviéndose en un intento de soltarse hasta que miró lo duro que estaba el mayor, no iba a tener relaciones si no quería así que golpeó la entrepierna de su novio con la rodilla, este cayó a su lado quejándose por el dolor.

—Eres un...— el ojiverde se levantó tomando su mochila, subió sus pantalones y salió corriendo incluso antes de escuchar el insulto de su novio.

Corrió rápidamente sin importarle si caía o le ocurría un accidente. Atravesó el gran jardín a tiempo récord y pronto estaba corriendo a un lado del pueblo, paró un momento inclinándose para respirar con fuerza y recuperar el aliento, la pregunta de a dónde ir se instaló en su mente. Pensó en Luzu pero no quería causarle más problemas además de los habituales y lo obligaría a tomar una sesión con Auron, Willy era gran amigo de Vegetta y tal vez los problemas de pareja no le importaban tanto, Fargan estaría feliz al recibirlo pero no quería tener que dar explicaciones, Alexby le volvería a insistir poner una denuncia, Mangel iría a golpear a Vegetta y con Lolito a su lado se volvería un gran problema.

Unos ojos azules aparecieron en su mente y sin dudarlo más se dirigió a la casa de madera, algunas lágrimas seguían frescas sobre su rostro y el frío aire de la noche se encargaba de secarlas. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al tocar la puerta de la casa de la rubia.

—¿Osito? ¡Osito!— Nieves se fue encima suyo abrazándolo con emoción.

—Hola.— sonrío y fue cuando la chica vió que no llevaba camiseta y tenía pequeñas marcas en todo su torso.

—¿Bien?— Nieves lo tomo de la mano jalandolo para que entrara a la casa.

—Si, estoy bien. ¿Puedes traerme una camiseta del armario?— la ojiazul asintió y corrió hasta su habitación. Rubius suspiro sintiendo las lágrimas volver a deslizarse por sus mejillas. —Tranquilo, todo estará bien.— susurró para convencerse a si mismo. La pequeña llegó segundos después, se sentó a su lado abrazándolo en un intento de unir las piezas rotas del tintado.

cherry wine ∆ rubegetta ∆ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora