¿Por que todo le pasaba a él? ¿Qué había hecho en la otra vida para que su Karma fuera ese? ¿Se merecía todo eso?
Los días siguientes al juicio no hizo más que quedarse en cama y dormir, ni siquiera comía bien o se levantaba para cambiarse la ropa, sus días se basaban en eso. Todos intentaban animarle pero ya no tenía nada por lo que luchar o seguir adelante, su vida ya no tenía sentido. El sacrificio que había hecho al final no rindió ningún fruto ya que el culpable de todas sus desgracias estaba ahí, paseándose por el pueblo y viviendo sin remordimientos.
Miró el papel en sus manos, la orden de restricción, ¿En serio una hoja lo mantendría a salvo? La respuesta era no, él mismo sabía cuál era su destino, era cuestión de tiempo para que el de ojos morados le matara. Se había jurado no oponer resistencia o intentar salvar su vida, o lo haría, estaba cansado de vivir.
Las ganas de ir al baño le obligaron a salir de cama, después de entrar al baño y hacer sus necesidades, se permitió mirarse al espejo, tenía días sin hacerlo. Hubiera preferido no hacerlo, era una mierda lo que se reflejaba; sus ojos habían perdido todo brillo de ilusión, unas grandes bolsas y ojeras se posaban bajo sus ojos, sus pómulos eran más notorios, los labios rosados se habían vuelto de color blanco, su cabello estaba revuelto y sin duda había creído un poco; era un muerto en vida, en pocas palabras.
Al salir del baño su estómago gruñó de hambre, como lo había hecho últimamente, intentó ignorarlo pero un gran dolor se implantó en todo su ser y se decidió por comer un poco, no moriría de hambre. La idea de un buen emparedado llegó a su mente y su estómago volvió a gruñir aceptando; suspiró caminando a la cocina donde sacó todo lo que necesitaba. Después de algunos minutos terminó y tomó un cuchillo para partir a la mitad el alimento, al mirar su reflejo en la hoja de metal una idea apareció automáticamente. Como si su mente solo necesitará eso, todo un plan se desarrolló en cuestión de segundos.
La gran puerta de piedra estaba frente a él y por primera vez no sintió miedo. Se acercó hasta el escáner de retina, había una pequeña posiblidad de que aún no le borrará de la lista así que miró por el pequeño cuadrado pero la pantalla se volvió roja. Suspiró y dió un paso atrás para esperar que le abriera.
—¿Qué haces aquí?— fue lo primero que preguntó al verlo ahí, con una mochila al hombro.
—Hola a ti también.— sonrió un poco. —Quiero arreglar las cosas, espero me puedas perdonar.
—Ven.— Vegetta giró y comenzó a caminar, siendo seguido por el menor.
Y como siempre, la casa permanecía igual, ni siquiera se notaba su ausencia y eso le dolía un poco.
—¿Qué quieres?
—Si te soy sincero, no lo sé. Solo sé que te necesito, necesito sentirte a mi lado todas las noches, necesito ver tus hermosos ojos, necesito espérate en casa.— dió un par de pasos hasta quedar frente al chico de cabello negro. —Necesito que me me tomes de la cintura, necesito tus abrazos, necesito que me regañes, incluso necesito que me demuestres amor como tú sabes.— se tiró sobre el mayor buscando que este le reconfortara, algunas salvajes lágrimas se escapaban de sus ojos y mojaban la camiseta del contrario. —Necesito volver, necesito saborear tus labios, necesito que marques mi cuerpo, necesito sentirte dentro de mi, necesito todo de ti. Te necesito.— susurró lo último casi tan bajo que juro que solo él lo había escuchado.
—Yo igual te necesito.— la confesión lo tomó por sorpresa pero aún así se aferró con más fuerza a Samuel. —Por Dios, te necesito mucho.— ambos se separaron para mirarse a los ojos, poco a poco se acercaron hasta que se fundieron en un beso lleno de emociones.
Los labios de Vegetta se movían rápidamente buscando sacar todo de los de Rubén, incluso el sabor a hierro se hizo presente, sus dientes chocaban con fuerza y sus lenguas peleaban logrando que el beso fuera sumamente intenso. Las manos del ojiverde vagaron hasta el cinturón del mayor, jugó con poco con el pero después lo desabrochó con necesidad; Vegetta no perdió el tiempo y le quitó la camiseta, deleitándose con la piel blanca del pequeño. Con dificultad caminaron hasta la sala de estar, en ningún momento dejaron de explorar el cuerpo del otro, se conocían a la perfección pero aún así se necesitaban. Justo cuando Rubius se sentó en el regazo del ojimorado y empezó a mover la cadera sobre el miembro del mayor, Vegetta cerro los ojos sentiendose en la gloria. Pero todo paró. Un fuerte dolor se instaló en el abdomen de De Luque, que solo abrió los ojos para mirar como Rubén sostenía el mango de un cuchillo; toda la hoja había entrado.
—Me la debías.— susurró dando un último beso a los labios del chico.
—¿Qu-qué?— las palabras salieron con mucha dificultad mientras un hilo de sangre escurría por su boca.
El menor se alejó rápidamente, mirando como el cuerpo del mayor perdía el brillo en los ojos y como la vida se le escapaba. Por primera vez en meses pudo sentiste con vida, pudo sentir como el peso sobre sus hombros se desvanecía y todo eso solo con ver el cadáver que descansaba sobre el sillón color café.
Los minutos pasaron pero no se movió, solo se quedó sentado en el piso admirando el como la sangre bajaba por montones; se preguntaba cuándo iba a parar de sangrar pero al parecer nunca lo descrubiría.
—¿Rubius?— rápidamente miró a su izquierda encontrándose con un chico de gorra de Star Wars.
—Lo puedo explicar.— se levantó rápidamente mostrando sus manos.
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cherry wine ∆ rubegetta ∆
Fanfic-¡Rubius! ¿Qué te pasó, tío?- su amigo llamó su atención haciendo que girara mostrando su ojo morado. -Oh nada, me golpeé contra la puerta.- el tintado se encogió de hombros mientras tomaba las bolsas con comida. -Fue Vegetta, ¿Cierto?- Mangel lo t...