°°° UN MES MAS TARDE °°°
Desde que terminé la escuela todo era más tranquilo, ya no veía las caras de todos esos cretinos, se sentía todo más feliz. Las cosas entre John y yo estaban mejor que nunca.
Me encontraba en un café cerca de la casa de John. Hoy era, como cada viernes, día de café, pastel y series. Cada viernes nos turnábamos él y yo para que unos de los dos fuéramos por el café y el pastel para Faith, por supuesto hoy era mi turno.
Había fila y aunque no era muy larga me dio un poco de pereza. Después de unos minutos una chica alta y de piel morena, bastante agradable, me tomó mi orden. Pedí dos capuchinos calientes y pastel de zarzamora. Sabía que tardarían solo un rato así que tomé asiento en una de las mesas que había junto a una ventana.
Me dieron el café y salí del local. Cuando recién bajé los pequeños escalones escuché que alguien gritó pero no supe bien que fue lo que dijeron, miré a todos lados y cuando volteé a mi izquierda un chico estaba a punto de arrollarme con su bicicleta.
Sentí que unas manos me empujaron hacia atrás y caí sobre mi espalda en las escaleras del café. Al instante un dolor punzante recorrió toda mi espalda, sabía que el golpe dejaría algún molesto dolor por unos días pero nada que me llevara al hospital.
Me di cuenta de que llevaba los ojos cerrados todo este tiempo.
-¿Sabes que podías haber dado un paso adelante en lugar de quedarte petrificada?.-Miré hacia arriba y pude ver a un chico ofreciéndome su mano para levantarme y yo la acepté.
-Lo siento, fue por la impresión del…- ¿Por qué le estaba dando explicaciones? No lo conozco.- ¿Quién eres tú?.- pregunté.
-El chico que acaba de salvarte. Bueno, en realidad, soy el tipo que evitó que se estropeara la bicicleta de un extraño.- se notaba que solo estaba haciendo una broma al respecto así que no me enojé.
-Gracias por salvar a la pobre bicicleta.- seguí el juego.
Miré bien al chico por un momento, era alto algo delgado con facciones muy finas, cabello rubio con el típico peinado de lado, ojos color miel que se escondían detrás de unos lentes enormes de armazón negro y dientes perfectamente blancos. Llevaba demasiada ropa blanca para mi gusto. Camisa blanca sencilla, pantalones bancos y converse blancos. Lo único que había de color en su atuendo eran sus gafas.
-Creo que se derramó tu café.- dijo mientras apuntaba a las escaleras en donde estaba el desastre.
-¡Maldición!.- estaba muy enojada, tardaré otra eternidad en comprar todo de nuevo.
-Vamos, yo lo compraré de nuevo, después de todo creo que yo soy el responsable por derramar tu café.
-No, de verdad no es necesario…- y no pude terminar la frase, me tomó por los hombros, me dio la vuelta y me empujó dentro del café.
Me guió a una mesa y me empujó hacia abajo para que me sentara, hizo una mueca la cual interpreté como un intento de sonrisa y se fue a pedir mi orden.
Me quedé mirando un momento, esperando a ver su cara al darse cuenta de que aún no le decía que es lo que tenía que pedir. Tonto.
Lo vi regresar y antes de que pudiera preguntarme, le respondí