XXV. Y vivieron felices para siempre.

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Al salir del baño Christopher vistió a Alessandro y se lo entregó a Lucca para que lo alimentara, mientras buscaba un vestido para Samantha; sonrió al encontrarlo y volvió a ver a Lucca.

- Solo una niña tan hermosa como ella podría lucir un vestido así. –dijo el rubio.-

-          Estoy de acuerdo con eso

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- Estoy de acuerdo con eso. –dijo Lucca.-

Mientras cargaba a su hija dejó que ella jugara con sus dedos, mirándola con una leve sonrisa en sus labios y una calidez en su pecho; de pronto un sonido irrumpió en el silencio que había en la habitación.

- ¿Quién? –dijo Christopher.-

- Jeremy, señor.

El rubio volteó a ver a Lucca un momento, dejó a Samantha en la cuna y también a Alessandro, para que el menor no se sobre esforzara y causara que sus heridas se abrieran nuevamente.

- ¿la encontraron? –dijo al salir de la alcoba.-

- No, señor. –dijo el chico, apenado.- no hemos podido dar con ella.

- Deben encontrarla. –frunció el ceño.- esa mujer es un peligro para mi familia, el hecho de que siga suelta por ahí es preocupante. Está herida ¡no debe haber ido muy lejos! No quiero que vuelvan sin ella. Si la traen con vida será mucho mejor.

El joven muchacho asintió con su cabeza y se retiró del lugar, volviendo con su compañero al inmenso bosque para continuar su búsqueda.

- ¡Jared! –tuvo que llamarlo varias veces.- quiero que los hombres que trabajan en esta mansión sirvan de centinelas y cuiden de Lucca y mis hijos ¿me has entendido?

- Por supuesto, mi señor. –asintió.-

Christopher volvió a la habitación y fue a sentarse nuevamente al lado de Lucca.

- ¿qué ha pasado? –dijo el menor.-

- Aún la están buscando. –suspiró.- a partir de ahora no voy a dejarte solo, sencillamente no puedo confiar en nadie, ni en los mismos guardias que he puesto a tu cuidado.

- Está bien, me sentiré más seguro contigo a mi lado. –le regaló una sonrisa.-

No pasaron dos días cuando por fin Jeremy y Finian entregaron a Elizabeth a su amo, teniéndola encerrada en un pequeño calabozo subterráneo, amordazada y herida.

- Dime algo, Elizabeth. –dijo Christopher.- ¿te crees merecedora de mi piedad?

La mujer no contestó a su pregunta, tan solo se dedicó a mirarlo con tanto odio y rabia, que podría decirse que en sus ojos ardía una hoguera.

- Te he preguntado algo. –se acercó a ella.- ¿crees que mereces mi piedad?

Volvió a guardar silencio, aun cuando aquel hombre había estampado su mano en su mejilla con tanta fuerza, que la hizo escupir sangre.

Vendido al conde || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora