Su padre llego unas horas después, no se había ido por mucho tiempo, todo volvió a la normalidad.
Los siguientes tres días fueron tranquilos, realizaron actividades al aire libre, y jugaron un poco más con los caballos. Pero todavía le daba curiosidad aquel chico misterioso, ocupaba todos sus pensamientos, y daba miradas de reojos a las sombras cuando sentía una presencia curiosa. ¿De verdad era su hijo? Se preguntó, le parecía muy raro, y también ¡porque él no se parecía en nada al Conde! Si se refería en personalidad, físicamente, igual eran algo diferentes, el conde tenia pelo castaño y ojos claros. En cambio, su hijo un aspecto más sombrío, su pelo azabache y ojos como un pozo profundo. Cada día suplicaba no encontrárselo otra vez. Y este día no era la excepción.
Aunque escuchaba sonar al piano a cierta hora del día, ya no se atrevía a ir por ahí. ¿Por qué ella parecía la única consciente acerca de la presencia de aquel chico? Nadie lo mencionaba. Era como si no existiera en su propia casa.
Esa tarde, salieron a dar una caminata, pero ella no fue, era muy tarde, y si le daba el aire frio se enfermaría, estaba sentada esperando a que llegaran. Deseaba haber llevado un libro para ese viaje, así se distraía un poco.
Escuchaba el piano, era reconfortante. Respiraba relajadamente.
A pesar de no haber hablado mucho en el viaje, lo disfrutaba de igual manera. Entendía que debía dejar su timidez, pero le costaba un montón.
— ¿Le gustaría ayudarme señorita Bertham? — Escucho de repente. Era el Conde. Al parecer también se había quedado en la casa, y eso no lo sabía. Ni se había dado cuenta.
—¿Eh? —Se había perdido, estaba distraída y no entendía a que se refería. El Conde mostro una sonrisa por esa situación.
—Su madre menciono que le gusta mucho lo libros, iré a la biblioteca y me vendría bien una ayuda. —¿Biblioteca? Los ojos se le abrieron con entusiasmo y se animó.
— Si. — Respondió entusiasmada, pero después intento mantener la calma.
—Acompáñeme. —Y lo hizo; Se paró, dedico una mirada hacia el lugar donde estaba sentada, sus padres no llegarían tan pronto. Sonrió, al menos podría ver lo que realmente le gustaba; Libros.
Seguía sus pasos detrás del Conde.
Llegando, vio una grande puerta. Nunca había ido a esa parte de la casa. No era buena exploradora, y eso ya lo había comprobado al meter sus narices donde no debía. Cuando el Conde abrió la puerta vio algo impresionante; muchos libros, no pudo evitar sonreír, era muy hermoso. Ella jamás llegaría a tener esa cantidad de libros, aunque le gustaran mucho. Esto estaba fuera de su alcance.
— ¿Increíble? —Escucho decir al Conde.
—Si...es muy... — No sabía que decir ¿qué palabra podía ser la perfecta para lo que estaba observando? ¿magnifico? ¿Impresionante? — exuberante. — Respondió asombrada. Esa parecía ser la expresión perfecta.
Escucho una pequeña risa y fijo sus ojos en el Conde. ¿Acaso había dicho algo gracioso? Quedo algo confundida.
— Mi esposa habría dicho lo mismo. — Menciono. — A ella le gustaba mucho los libros. — Noto una expresión algo nostálgica en su rostro.
— ¿y que le paso? —Pregunto sin analizar la situación.
—Bueno, ella ya no se encuentra en este mundo. — Dijo con cierto dolor. Que pregunta había hecho, no debió preguntar algo así. Se sintió mal, debió darse cuenta antes.
— Lo siento mucho. —Dijo Amelie y lo decía con sinceridad, había hecho recordar algo que a nadie le gustaría recordar. La muerte de una ser muy querido.
ESTÁS LEYENDO
Sentimientos Distintos
Historical Fiction[TERMINADA / EDITADA] Alfred Weasley conde de Derbyshire conocido por ser algo distante y serio. Con una personalidad algo diferente, da el aspecto de ser la última persona con quien querías relacionarte o entablar una conversación en un salón de ba...