CAPÍTULO 5

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Hugo había cerrado inconscientemente los ojos. Cuando los abrió, Logan ya no estaba. Y tampoco estaba Jane. El corazón de Hugo comenzó a acelerarse, buscando a la chica a su alrededor. 

-Estoy aquí, tonto -dijo una voz detrás de él. 

Se tranquilizó. Había olvidado casi por completo que en el desarrollo de la prueba tanto él como Jane podían volverse invisibles gracias a la pulsera provisional que llevaba puesta. Al instante, la figura de Jane se materializó con una sonrisa socarrona. 

-Pues vaya susto me has dado -bufó Hugo como respuesta, abriendo uno de los bolsillos de cuero de su cinturón para introducir la brújula de oro-. ¿Dónde estamos? 

Por primera vez Hugo notó la suave pero helada brisa que corría en aquel paisaje nevado. La escena era preciosa. Se encontraban en una calle residencial con casas de piedra. Los tejados puntiagudos estaban vestidos de una fina lámina de nieve, que coloreaba aquél paraje hasta dejarlo de un tono inmaculadamente blanco. Al final de la calle se vislumbraba una especie de bosque, que en verano debería de tener un color verde fresco, pero que en ese momento se encontraba igual de nevado que el pueblo. Al darse la vuelta, el bosque parecía mucho más imponente de lo que le había parecido a Hugo. Estaban en un pueblo muy pequeño. Jane también observaba con atención el paisaje, más atenta a los posibles peligros con los que se podían encontrar que en apreciar lo bello de la escena. Esa quietud no le gustaba nada. No había peligro aparente, lo que le daba a la situación varios puntos más de tensión. 

-No lo sé. Avancemos -respondió finalmente la chica. 

Mientras caminaban, cada uno miraba hacia un lado, atentos a las posibles amenazas que podían saltar desde las calles que cruzaban a las que se encontraban. 

-Hugo. 

-¿Sí? 

-Intenta hacerte invisible. 

-¿Para qué? ¿Has visto algo? -preguntó el chico, deteniéndose. 

-No. Te. Detengas -masculló Jane-. Ya somos bastante vistosos así, créeme, no necesitamos llamar más la atención. 

Hugo reanudó el paso, poniéndose a su altura. 

-No, no he visto nada todavía. Es para que cuando necesites hacerlo ya tengas un poco de experiencia. 

-Vale. 

-Lo siento -se disculpó Jane-, siento si he sido brusca. Pero esto no es un juego Hugo. Un fallo y podría ser el último. 

Hugo no respondió a aquello. Simplemente miró a la fina y elegante pulsera de oro que llevaba en su mano izquierda. Recordó las palabras de Noah. «Para hacerlo solo tienes que desear ser invisible. Así de fácil. Es como el camaleón pero con un superpoder». Cerró los ojos y siguió las instrucciones, sintiéndose un poco estúpido, pero al fin y al cabo así era como le había dicho que se hacía. 

Abrió los ojos, pero ahí seguía su brazo. Exactamente donde estaba antes. Y su traje negro con las placas plateadas. Igual que antes. 

-Jane... sigo estando aquí. No me he hecho invisible. 

-Sí. Ahora mismo yo no te puedo ver, pero tú sí te puedes ver a ti mismo. Sabes cuándo estás invisible porque los hilos de la pulsera se vuelven transparentes a tus ojos cuando lo haces. Cuando veas el medallón con las iniciales flotando en tu muñeca, es que estás invisible. 

-Ah, gracias. -Efectivamente, los hilos de oro entrelazados habían desaparecido y solo podía ver el medallón-. 

Siguieron andando hasta encontrarse con una bifurcación de la calle. A la izquierda, seguía la hilera de casas de piedra con el tejado nevado. A la derecha, había una calle flanqueada por un muro y por la parte trasera de otra hilera de casas. Jane, sin preguntar, torció hacia la derecha. Para no saber dónde estaba se manejaba bastante bien, como si supiera el sitio al que se dirigía. Hugo no rechistó, simplemente siguió siendo invisible y aguzó el oído por si oía algo que pudiera significar una amenaza. 

Un héroe inesperado TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora