-Las órdenes de Phil son claras, chicos. No actuar bajo ningún concepto.
-¿No hay excepciones?
-Las hay, pero no son muy esperanzadoras. Solo podríamos entrar en acción cuando el chico esté inconsciente. O muerto. Todos sabemos el perfil de soldado que buscaba Phil Lewis.
-Usted puede cambiar las reglas, señor Fairbanks.
-Puedo cambiar las reglas menores. Los detalles. No órdenes de este calibre. Si las cambiara, el comité de evaluación anularía la validez de las pruebas automáticamente.
La sala se quedó en silencio, salvo por el débil pitido que emitía la corriente eléctrica que hacía funcionar a los ordenadores. Aquellas quince personas miraban hacia abajo sintiendo cómo la adrenalina fluía desde sus riñones hasta su cerebro, en un cúmulo de sentimientos contradictorios. Se trataba del equipo que estaba alerta en todo momento por si la prueba se ponía especialmente fea, o como a ellos les gustaba llamarse en tono de humor, los socorristas. Hasta ese momento, solo actuaron cuando Jane fue disparada, pero temían que la prueba en Rusia fuese una masacre televisada, obra del mismo tío que lanzó aquel mensaje hitleriano por los aparatos tecnológicos de las SSF.
-Veré la prueba desde aquí -prosiguió, agarrado a una barra de metal que rodeaba la sala circular-. Y seré yo quien valore si la validez de las pruebas puede suplir a la amenaza real de muerte del chico. Rusia no es segura, lo sé. Y menos en estos momentos. Pero hay protocolos, reglas, que ni siquiera yo puedo saltarme.
-¡Que le den a las pruebas! -Eve habló al fondo, con la voz entrecortada por el miedo y la furia.
-Eve -fue lo único que contestó Nick a la protesta de la chica.
Y lo entendió. Tras ese arrebato de ira, lo que se escondía era una frustración de no poder patear a las reglas y salvar a Hugo Davidson de ir a la boca del lobo, que sin duda estaría salivando su próxima caza.
-Todos sabemos que es necesario. Es el siguiente paso. Ahora más que nunca, las SSF os necesita.
Esta vez tuvo que vestirse solo, evitando mirar hacia la gasa donde tenía la herida. Pensar que sus tejidos buscaban soldarse desesperadamente mientras él volvía a poner en peligro su integridad física le produjo un escalofrío por lo contradictorio de la situación. Ya no sentía nervios, solo ganas de que aquello acabase. Quería entrar en las SSF, pero también quería dormir en su cama, asistir a clase e ir con Mike a ese pub que le prometió ir el viernes, además de abrazar el pequeño cuerpo de Julie. También quería devolverle la broma a Sofie por cambiarle el tono de llamada. Y por supuesto, quería hablar con tranquilidad con Jane. Sin presiones de esas que te hacen estar a un día de tu posible muerte.
Iba vestido con el traje de la primera prueba, aunque se sentía mucho más desnudo. No llevaba camaleón. En lugar de eso, llevaba el mismo cinturón que había llevado en la prueba telequinésica, excepto por el arsenal de cuchillos y demás armas blancas enfundadas en bolsillos de cuero.
Tras realizar una auténtica coreografía para abrocharse la cremallera que terminaba en su espalda, abrió la última caja negra donde la última pulsera provisional que utilizase compartía espacio con una sencilla brújula que parecía no tener muy claro dónde tenía el norte, pues se movía lentamente hacia los lados.
Cuando finalizó, se sentó en el mullido sillón del principio de la sala para esperar a que llegase quien le tuviese que explicar la prueba. Tras diez minutos de espera donde la mente de Hugo divagó en direcciones no muy claras, los mocasines de Nick Fairbanks anunciaron su entrada en la habitación.
-Bien. Terminemos -fue todo lo que consiguió emitir como un saludo.
-Estoy de acuerdo. Terminemos -respondió Hugo, lo más diplomáticamente posible.
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Un héroe inesperado TERMINADA
Ciencia FicciónTodo comienza una tarde fría de Enero en Princeton, New Jersey. Hugo Davidson, nuestro protagonista, sale de la universidad sin ni siquiera imaginarse el vuelco que sufrirá su vida de un momento a otro. Una organización secreta nacida poco después d...