-¿Por qué haces esto? -repetía una y otra vez Anne Fairbanks, sollozando.
-Oh, tendrá una explicación, no se preocupe. Usted y todos. Cuando esto acabe el mundo me comprenderá.
La mugre del suelo se pegaba al pelo de la mujer, tendida de lado. Su raptor la había llevado a algún sótano de alguna parte, lleno de mesas con frascos, de tablones en la pared con multitud de fotos de las SSF. El terror, la angustia y la impotencia acaparaban los sentimientos de la mujer, que temía sufrir un colapso en los próximos minutos. Dos o tres lámparas con fluorescentes dotaban más siniestralidad a la escena.
Aquel hombre de media melena rubia platino hablaba con odio en la voz. Cada palabra parecía escupirla con toda la malicia que tenía en su interior. Ahora parecía entretenido vertiendo diferentes líquidos y polvos en un matraz, pero de vez en cuando echaba un vistazo por toda la estancia, solo para asegurarse de que todo marchaba bien.
-No conseguirás lo que quieres, maldito psicópata. -Una nueva voz masculina llegó a oídos de Anne desde la parte contraria de la sala, que se sobresaltó.
-No está en condiciones de pronosticar lo que conseguiré o no. ¿No cree, señor Lewis?
A la señora Fairbanks le dio un vuelco el corazón. El sudor frío le hacía temblar hasta tal punto que le castañeteaban los dientes. Phil Lewis estaba vivo.
-Eres tonto. Te cogerán -la voz del profesor era asombrosamente firme y tranquila-. Por eso también raptaste a la mujer del señor Fairbanks, porque después de todo tienes momentos de lucidez. Y si te van a coger, por lo menos que sufran, ¿no? Te queda mucho por vivir, suéltanos y cámbiate de forma, todavía estás a tiempo.
Las palabras de Phil Lewis se insertaron como una flecha en el perturbado cerebro del raptor, que soltó el matraz y con paso firme sorteó a la señora Fairbanks y cruzó la sala para propinarle un sonoro manotazo en la cara a Phil.
-Acción, reacción. Aprende eso -respondió.
-Igualmente -dijo Phil sonriendo.
Desde donde estaba Anne se escuchó cómo el hombre empujó a Phil de la silla donde estaba atado, tirándolo al suelo. La mujer se sorprendió de no escuchar ningún quejido lastimoso. El raptor volvió para coger el matraz con el que estaba trabajando. Minutos después, tenía todo el contenido líquido que había conseguido en tres jeringuillas. Cogió una y fue hacia Anne Fairbanks.
-Estate quieta -ordenó, aunque sabía que no se podía mover. El sudor le caía por la nariz, precipitándose con un lento pero constante goteo.
-¿Qué... qué vas...?
-Calla -volvió a ordenar. Le ponía nervioso aquel tartamudeo.
Le inyectó una sustancia que la durmió al instante, algo que agradecieron ambos. No quería matarla, dado que si lo hacía su plan no tendría sentido.
Con la otra jeringuilla en la mano, se dirigió hacia Phil, que tampoco opuso resistencia.
-Nick, Nick... mira lo que has conseguido -susurró, negando con la cabeza teatralmente-. Ya casi está.
Hugo había movido cielo y tierra para conseguir que le trajesen una Coca-Cola a la habitación donde descansaba ahora junto a Jane. La chica había programado la ventana falsa para que apareciese un campo de trigo que ocupara toda la pantalla. El cielo azul iluminaba la estancia e hipnotizó a Jane, que no dejaba de mirar la línea donde el trigo y el cielo se unían. Hugo le estaba contando la prueba a la chica, sentada a la mesa.
-Pero la chica era muy pequeña, y la conseguí atrapar enseguida. En fin, espero no volver a tener ese superpoder nunca más... ¿Jane?
Hugo se incorporó en la cama, con las piernas cruzadas y el botellín de cristal de cocacola apoyado en su muslo. La joven seguía mirando embobada el horizonte, tamborileando con los dedos.
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Un héroe inesperado TERMINADA
Science FictionTodo comienza una tarde fría de Enero en Princeton, New Jersey. Hugo Davidson, nuestro protagonista, sale de la universidad sin ni siquiera imaginarse el vuelco que sufrirá su vida de un momento a otro. Una organización secreta nacida poco después d...