CAPÍTULO 9

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Todavía el sol no había aparecido en Manhattan para calentar las fachadas de aquellos imponentes edificios. La estatua de la libertad se alzaba vigilante, dando la espalda a aquel multitudinario enclave mientras Hugo se colocaba bien su bufanda. Sus ojos aún no se habían quitado esa sensación de pesadumbre, lo que le hacía andar más torpemente que de lo normal. 

Había estado anteriormente en dos ocasiones en Manhattan. Una para la presentación de un libro de ciencia ficción, y la otra fue con Mike a la pista de hielo dos días antes de navidad, cuando tenían diez años. Ni que decir tiene que el muchacho no sabía por dónde andaba, y tenía menos idea aún del lugar a donde dirigirse. 

Logan lo había soltado a las puertas del mismísimo Empire State Building hacía quince minutos. La explicación de la prueba esta vez corría a cargo de Aron Ross, y a ojos de Hugo, los datos que le había dado eran insuficientes y sobre todo imprecisos. En realidad, se limitó a ponerle la pulsera provisional y a decirle los instrumentos que llevaba. Esta vez no llevaba el camaleón a su espalda. En esta prueba el comité de evaluación quería ver cómo se defendía en el cuerpo a cuerpo (de aquí dedujo que habría personas o robots encargados de complicarle la prueba). Tampoco llevaría una brújula que le señalase dónde tenía que buscar el cofre. 

«Cuando termine la prueba propondré oficialmente cambiar la expresión "buscar una aguja en un pajar" por "buscar un cofre en Manhattan» pensó. 

-Solo tienes una iris-cam, que a ti no te servirá de nada, y la pulsera. Tienes que leerle el pensamiento a la gente, algunas habrán visto el cofre, o a alguien con aspecto sospechoso. Tienes que perseguir esos pensamientos, y buscar pistas para encontrar el cofre -le había dicho Aron minutos antes-. Ya está todo listo. Por cierto, sobrevive. 

Y ahora ahí estaba, intentando ir a favor del viento para evitar que se le cortase la cara del frío invernal neoyorquino. Había girado en cuatro ocasiones, volviendo a la calle donde comenzó, dos manzanas más al norte, en la quinta avenida. Su inconsciente le estaba llevando a la esquina sudeste de Central Park, así que decidió ir hacia allí mientras se le ocurría un plan mejor. Después de todo, orientarse por Manhattan no era tan difícil. Las calles eran perpendiculares y siempre había algún edificio de referencia. 

«Hugo, estás en una prueba» dijo una voz en su cabeza sumamente parecida a la de Jane. 

«De acuerdo» se contestó a sí mismo. Tenía que empezar a hacer uso del superpoder que le habían prestado. 

Se paró junto a otras quince personas en un paso de cebra esperando a que el semáforo se pusiera en verde. A su lado, una señora muy mayor paseando a su perro amenazaba con ralentizar el tráfico frenético cuando esto ocurriera. Decidió probar qué podía hacer con esa pulsera con ella. A ciegas, porque Aron no le había explicado cómo se utilizaba el superpoder. 

Hugo la miró fijamente, clavando sus dos ojos en su nuca. 

Su vista se nubló al instante, y sobre la ciudad de Nueva York, apareció una visión de un supermercado. Concretamente en la sección de la comida de animales. Cuando volvió en sí, descubrió que el semáforo ya se había puesto en verde, y que un señor enchaquetado se encaminaba hacia él. Al ver que comenzaba a andar, el señor siguió su curso. 

«Se creería que me iba a desmayar» pensó. 

Esa visión no le servía de nada, aunque había descubierto cómo se leían pensamientos. A la primera. Había sido una sensación extraña. Era como adentrarse en los pensamientos conscientes de aquella señora. En su cerebro, tomaron forma esos pensamientos sobreponiéndose a la imagen que los ojos de Hugo captaban. Pero no del todo, así que podía procesar lo que sus ojos veían, y a la vez, en una imagen más borrosa, los pensamientos de aquella persona que quisiera. 

Un héroe inesperado TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora