Capítulo 7

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La semana transcurrió para Alessandro paso, como  viento en popa, implacable e inexorable. Hoy, lamentablemente, comenzaría a desempeñar el trabajo más desagradable que jamás hubiera imaginado. Todo por su terquedad, por no prestar atención a las advertencias de su pareja cuando le rogó que se fueran. Aunque su alma sufra, sabe que debe hacerlo para proteger a quien más ama.

Con las manos en la cabeza, las lágrimas brotan como un torrente. Cierra los ojos y ruega a Dios por ayuda y valor para enfrentar lo que debe confesar a su amada.

Tras media hora de reflexión, abre los ojos y sonríe con amargura al contemplar su desnudez, recordando la semana de pasión desenfrenada que compartieron. Se siente desquiciado. Agradece internamente haberle pedido a la chica que entrega la comida que comprara anticonceptivos para su novia.

Suspira y besa su espalda desnuda, consciente de que lo que está a punto de hacer es doloroso pero necesario. Sabe que debe actuar con serenidad, cumplir con lo que esa mujer le pidió. Recordando la promesa de la semana pasada, se viste y se acerca a su novia en un susurro.

—Estrellita, saldré a trabajar. Recuerda que hoy es el día—le comento antes de partir, deleitándose por última vez con su belleza y desnudez.

—¿Te vas?— pregunta ella, limpiándose los ojos.

—Sí. Descansa. En cuanto termine, volveré. Tengo una copia de la llave. No salgas ni dejes entrar a nadie— le recuerda, asintiendo con tristeza. Se acerca a ella, levanta su mentón y la besa tiernamente.

—Te amo, mi amor, solo eres tu— expresa tristemente.

—Te amo, Aless. Estaré despierta esperándote, si es que no me quedo dormida— murmura con voz adormilada. Él le sonríe y sale de la habitación.

*****

Observa a su alrededor, viendo a varios hombres patrullar el área con sus armas. Suspira, harto de la situación. Aún no ha empezado y lo único que desea es huir.

—Apúrate, ella te está esperando—le dice uno de los hombres que custodia la parte trasera. Avanza por un pasillo oscuro, donde el bullicio y la música son audibles. Toca la puerta y, segundos después, la mujer rubia abre.

Maite lleva puesto un pijama blanco translúcido que deja poco a la imaginación. Lo arrastra hacia su habitación.

—Con solo verte, me pones caliente— dice ella, tocando sus brazos. Él se aleja y, con voz firme, establece sus reglas.

—Haré lo que me pidas, pero bajo mis condiciones. Primero, tendremos sexo pero no habrá besos. Segundo, solo usaré preservativos durante la penetración. Y tercero, no me pidas que acaricie tu cuerpo, porque no lo haré— explica. Ella aprieta los labios y lo mira con furia, pero él simplemente se encoge de hombros, ignorando su expresión.

—Eres exigente, pero una vez que me pruebes, verás que estas reglas desaparecerán—dice ella, quitándose el pijama y quedando desnuda.

No pudo negar que tiene un buen cuerpo, pero él solo anhela a su estrella. Maite se acerca y comienza a desabrochar su pantalón.

—Lo haré— responde él seriamente. Se quita la ropa y se queda en calzoncillos. Ella lo mira y muerde sus labios, luego mete una mano en su pantalón, tratando de concentrarse en terminar con esto de una vez por todas.

—Concéntrate—le pide ella, quitándole los calzoncillos.

—Terminemos esto— jadea al ver su miembro.

—Es enorme—comenta ella, chupando sus dedos. Él solo le sonríe falsamente.

—Bésame el pecho y luego baja hasta el estómago— ordena él, apartándola bruscamente cuando llega a su miembro.

—¿Qué te pasa?— grita ella, furiosa. Él la gira y la empuja sobre la cama, decidido a acabar con esto. Busca un condón y comprueba la fecha de vencimiento. Todo está en orden. Se acerca a ella y abre sus piernas.

—¿Por qué no se te levanta?—pregunta ella, viendo su pene flácido.—¿No te excita verme desnuda?

Maldita sea, claro que no. Lo único que le provoca es repulsión. —Estrellita, perdóname por pensar en ti en estos momentos, mientras hago algo que no deseo— murmura para sí mismo. Cierra los ojos y se masturba, evocando la imagen de los senos firmes y rosados de su amada, su boca pequeña besando su cuello, su intimidad estrecha y reservada solo para él.

Ya Listo, él coloca el condón y se sube encima de la mujer, penetrándola mientras piensa en su lucecita. Ella grita mientras la penetra con fuerza, mordiendo sus hombros. Él acelera el ritmo para acabar, pero por alguna razón no puede. Cierra los ojos y solo la ve a ella desnuda en su mente, gimiendo.

— ¡Más fuerte! — ruega Maite mientras él la pone en cuatro y la penetra bruscamente.

La mujer grita mientras llega al orgasmo. Él se retira sin haber terminado, se quita el condón, lo tira y se viste rápidamente. Antes de salir, ella lo llama.

—Aunque no quisiste que te tocara, estuvo exquisito. Me fascinó lo fuerte y brusco. En la otra habitación está tu primer cliente, ya sabes lo que pasará si no cumples. Además, todavía estás erecto, anda y desquítate.

Él no responde y sale de la habitación. Uno de los hombres lo guía a la otra habitación donde ve a una mujer recostada con las piernas abiertas y un antifaz en el rostro. Toma un preservativo, se desviste, se lo coloca y ella lo llama con el dedo.

—No besos, no caricias y nada por el estilo— le replico antes de comenzar.

—Como tú quieras nene, hazme gritar —responde ella mientras él la penetra con fuerza. Después de media hora, se retira y tira el condón. Entra al baño, se lava las manos, se viste y está a punto de irse cuando ella lo llama.

—Oye chico, se nota que eres muy joven y no es mi incumbencia pero eso aún sigue despierto.

—Sí, eso no importa— responde él seco. Ella le da $500 y él agradece antes de salir.

—¿Puedo largarme? — pregunta él al tipo que parece un niñero vigilando.

—Sí, ya está, pero mañana dudo que descanses — responde el hombre. Él sale y se recuesta en la pared, sintiendo náuseas. Entra al baño y vomita. Se desviste y se mete en la regadera, frotando su cuerpo con fuerza para sacar la esencia de esas mujeres. Se odia a sí mismo por esto, pero no tuvo otra opción.

Al salir del baño, se recuesta al lado de su estrella, su pene sigue erecto y le duele. Le quita la sábana, acaricia su centro, se sube encima de ella y la besa urgentemente. Ella se levanta asustada al verlo encima.

—Aless, me asustas —replica despacio.

—Perdón, mi amor, pero te necesito tanto que lo único que quiero es perderme en tu piel.

—Yo también, pero la próxima vez avísame cuando hayas llegado, no sabes el susto que me llevé. ¿Por qué te has bañado? — pregunta con su voz suave.

—Tenía olor a cigarrillos y alcohol —miente de nuevo.

—Pero tú no lo tomas, ¿cierto?

—No, mi amor, descuida. Ya sabes que estoy trabajando limpiando las mesas y eso — le duele mentirle, pero no hay otra opción. Ella sonríe tímidamente y luego lo besa. —Te amo — dice, besándola y acariciándola.

—Te amo, Aless —se unen con amor y pasión. Ella es suya y él es de ella. Solo su estrella puede saciarlo, nadie más.

Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora