Clarisa se sentia mal por el fuerte dolor de la cabeza por haber llorado tanto. No sabia dónde está ni por qué la trajeron allí. Su pobre Aless, ¿cómo estará? ¿Qué le habrán hecho? Al recordar la brutal golpiza que recibió, siente que su corazón estuvo a punto de detenerse. Sin él, no quiere seguir; gracias a su amor ha sido fuerte, incluso después de la brutal muerte de sus padres.Observa la gran ventana, notando la riqueza del suspuesto Jaque: el jardín está decorado con pura elegancia y había muchos guardias rodeando el lugar. ¿Quién es él y qué quiere con ella? Camina por la lujosa habitación, aún sin entender qué hace allí. De repente, la puerta de madera fina se abre con brusquedad. Se sobresalta al ver a un hombre muy bien vestido, de unos cuarenta años, cuya mirada penetrante le eriza la piel.
—Bella, estás hermosa y toda una señorita— susurró el hombre desconocido.
—Yo... Yo no me llamo Bella y ¿por qué me habla con familiaridad? Yo no lo conozco—su voz suena temblorosa.
—Ouh bien —el desconocido sonríe de lado. —Me llamo Jacobo, pero todos me dicen el Jaque. Camina a pasos rápidos hacia Clarisa, quien retrocede temerosa. —Estate tranquila, a mi lado nada malo te sucederá— Ella niega, pero él sigue acercándose.
—No te acerques más, te lo suplico—pide ella, su voz llena de pánico. Su súplica es en vano, pues él rodea sus grandes brazos alrededor de sus hombros, dejándola paralizada como una estatua. Tiembla de miedo; sus piernas están a punto de flaquear.
—No te imaginas las ganas que tenía de tenerte en mis brazos. Te he extrañado durante tantos años— susurra Jacobo, besando su frente. Clarisa se queda perpleja, sin entender de qué habla este hombre.
—Por favor, déjeme ir. Estoy embarazada, necesito saber cómo está mi novio— implora, con lágrimas brotando como cascadas. Jacobo se separa de ella, cruza los brazos y la mira fijamente.
—Él está bien, solo fueron golpes, nada más—responde encogiendo los hombros.
—Usted es un ser maquiavélico... No entiendo por qué razón me tiene encerrada. Necesito saber el motivo,—farfulla furiosa.
—Error, Bella. No soy eso. Si lo fuera, tu querido novio estaría bien muerto, como tu suegro y los demás— ríe Jacobo, caminando en dirección a la puerta.
—Por favor, déjeme ir, mejor máteme como hizo con mi familia—sollozó Clarisa, mientras él negaba con la cabeza. —Dígame por qué razón mató a mi familia y a tantos inocentes el día de mi cumpleaños. Si su objetivo era matarnos a todos con la explosión en la que mi novio y yo fuimos los únicos sobrevivientes, no entiendo por qué no ha cumplido su objetivo. Incluso nos siguió por todo el bosque, y ahora me tiene aquí frente a usted. ¡Máteme de una vez!—gritó exaltada.
Él se detuvo, tomando el pomo de la puerta, giró y la miró sin pestañear, sus ojos oscuros y los nudillos apretados. Luego, curvó la comisura de sus labios en una sonrisa.
—Tu cumpleaños, tus padres... Por Dios— hizo una pausa, bufó y luego continuó.—Pronto te diré el motivo por el cual mandé explotar la mansión de esos malditos. Mi objetivo no era matarte y, al saber que estabas en el jardín, di la orden de no hacerlo. Ahora, descansa. Pronto te traerán algo de comer.— Dicho eso, salió de la habitación, azotando la puerta.
Clarisa cayó de rodillas y lloró amargamente, sin saber qué hacer. Quisiera morir, pero no estando embarazada. Salieron de un infierno para entrar en otro—. ¿Por qué la vida es tan injusta, Dios mío?—pensaba mientras sus sollozos resonaban en la habitación. —Te suplico que me saques de este lugar y que protejas a mi Aless, te lo ruego.— Puso sus manos sobre su boca y lloró con fuerzas. Era lo único que podía hacer.
******
Habia pasado un mes y Clarisa seguía sin salir de ese lugar. Se preguntaba cómo estaría su amor, soñaba a diario con él, lo veía sentado con la cabeza baja, llorando igual que ella. Su bebé crecía día a día, y un médico venía cada semana a ver su estado. Aun se cuestionaba mentalmente quién era este hombre tan misterioso. La trataba bien, le traía regalos, la tenía como una reina, pero su amabilidad la asustaba. Lo único que no le permitía era salir de esa maldita habitación.
Unos toques en la puerta interrumpieron sus cavilaciones. —Pase— dijo. No entendía por qué tocaban la puerta si estaba encerrada por fuera.
—Señorita, le traigo un cóctel de frutas para que tenga mucho calcio y así su bebito nacerá sólido y fuerte— dijo una empleada entrando y dejando una bandeja con un bol lleno de frutas.
—Muchas gracias, Camila— musitó Clarisa, mirando hacia el jardín. La puerta se cerró, indicándole que había quedado sola. Miró el cóctel e hizo una mueca de asco. Lo único que haría que deseara comer de todo era tener a Alessandro a su lado, diciéndole que era su lucecita, su estrella. Lo extrañaba tanto. No pudo retener más sus lágrimas, y un sollozo lastimero salió de su boca.
Llegó la noche. Caminaba dentro de la habitación, acariciando su vientre a cada rato. Miró el anillo de piedra, lo sacó y lo observó detenidamente. Este, según Carla, era una cámara. A través de él, esa detective tenía contacto con Alessandro. —¿Cómo no se me ocurrió hasta ahora?— pensó desesperada. Necesitaba contactarse con ellos, solo esperaba saber manejarlo. Se quitó el anillo de su dedo gordo y lo inspeccionó. Tenía un pequeño botón, como el ojo de una aguja. La puerta se abrió, y ella bajó las manos rápidamente. El Jaque entró, la miró y luego bajó la vista a sus manos entrelazadas. Ella temblaba como una hoja, deseando que no notara sus nervios.
—¿Qué tienes, Bella? ¿Por qué no has comido ni un bocado de la fruta?— cuestionó sin quitar sus ojos de sus manos. Ella tragó saliva, pensando en qué decirle.
—No tengo apetito, lo siento,—dijo, caminando hasta la cama y sentándose. Disimuladamente, se colocó el anillo en su dedo anular.
—Mientes, Bella— dijo sonriendo. —En este mes aprendí a conocerte, y déjame decirte que tus gestos son los mismos que los de Isabel, tu madre. Por lo tanto, me estás escondiendo algo, y es muy grave.— Su voz sonaba molesta. Caminó con pasos largos hasta llegar a ella.
—Oh, santísimo, ayúdame,— pensó Clarisa, sintiendo que acababa de firmar su sentencia de muerte.
—No me lastimes, te lo ruego—dijo tartamudeando.
—Jamás te lastimaría. A ti no. Eres lo que más quiero, y por esa razón no me importó mandar a matar a esos malditos.
—¿Pero qué le pasa?— pensaba ella, aterrorizada. —¿Acaso me está diciendo que me ama como una mujer? No, eso es imposible.— Se paralizó al sentir sus manos frías acariciar su rostro. Se alejó, pero él la tomó del codo, abrazándola nuevamente.
—¡Suélteme, por favor! No sé qué le pasa, usted me está confundiendo— gritó, tratando de zafarse de su fuerte agarre.
—Jamás. Nadie me va a separar de ti, nunca más. ¿Entiendes?—dijo él, apretando su abrazo.
Clarisa negó con la cabeza, sollozando y apretando su saco, rogando que la soltara.
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Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)
RomanceSu amor por su estrellita era más grande que cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. No le importaba nada más que mantenerla a salvo, sin importar las dificultades que enfrentara. Solo, eres tú (Adaptación con nueva versión) completa