Capítulo 15

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No entendía nada de lo que le decía ese señor. Creía que la estaba confundiendo con otra persona, pero entonces, ¿cómo conocía a su madre?

—Dime la verdad, ¿quién es usted? —le pidió suplicante. La aterraba su actitud hacia ella. Jacobo se pasó la mano por el cabello y la miró sin pestañear. En su mirada no había maldad cuando se dirigía a ella. ¿Por qué? ¿Quién era ella para él?

—Te diré la verdad para que dejes esa duda de que yo quiero hacerte daño —dijo Jacobo. Pudo notar cómo él tragaba saliva. Se sentó a un lado de la cama. Ella trató de alejarse, pero él la detuvo sujetándola de un brazo. Suspiró hondo, se soltó de su agarre y le pidió que continuara.

—Tu nombre real es Bella —. ¿Estaba loco? —Tu madre era una mujer mala, sin escrúpulos —. No podía creer lo que le estaba diciendo ese hombre. Lo miraba aturdida mientras él seguía hablando. —Yo estaba casado con ella, por desgracia. Incluso la amé como nunca creí hacerlo. Me engañó con mi hermano. Luego la perdoné porque se encontraba embarazada de ti y no dudé en ningún momento que eras mi hija, ya que mi hermano era estéril. Perdone todo lo que ella me hizo. Cuando tú naciste, me sentía el hombre más feliz del universo entero, por así decirlo.

Hizo una pausa, bajó la cabeza, suspiró hondo y nuevamente retomó la plática.

—Pero ella te arrebató de mi lado, encima me robó una fuerte cantidad de dinero y se largó —espetó Jacobo, apretando los nudillos. Todo esto la sorprendía; eso quería decir que su madre era una mala mujer. Recordó una vez haberla oído hablar con su padre. Ella le decía que no era su verdadera hija, que por qué la privilegiaba dejándole el gimnasio a su cargo. Desde entonces, supo que no era hija de un buen hombre como él.

—Pero yo lo vi a él como un padre y usted lo mató cuando mandó a explotar la mansión —susurró, acariciando su vientre. No deseaba que su bebé estuviera alejado de su padre.

—Hija mía, quiero tenerte cerca de mí. Eres lo único que amo desde que naciste. Ya verás, nada les hará falta a ti y a tu bebé —negó rotundamente.

—Claro que me harán falta muchas cosas, y una de ellas será el amor de mi novio. Estás haciendo lo mismo que ella, alejando a mi hijo de su padre. Por favor, se lo suplico, si dice amarme tanto, entonces déjeme ir junto a él y ser feliz, porque solo con Alessandro lo seré —las lágrimas nuevamente empezaron a salir. Jacobo la miraba de una manera cariñosa.

—Pero no quiero alejarte de mí. Quiero verte crecer a mi lado. ¡Entiende! —replicó, elevando un poco la voz. Ella puso ambas manos en su rostro y lloró. Se recostó en la cama en posición fetal. Las lágrimas y el llanto se hicieron más fuertes.

—Prefiero estar muerta que lejos de él —dijo, y se echó a llorar en silencio. La noche llegó con fuertes lluvias y relámpagos. Quería dormir, pero no lograba cerrar los ojos. Su bebé se movía un montón, incluso la pateaba en las costillas. Tal vez no le gustaban los truenos; sería igual a su papá.

Cada vez que llovía intensamente, Aless llamaba por el móvil y decía que subiría por el balcón de su habitación para acompañarla. Ella siempre respondía que no era necesario, que ella iría a verlo. Le pedía a su chófer personal que la llevara a la casa de Aless y, al llegar, se lanzaba en sus brazos. Se abrazaban con amor y luego entraban a la habitación a comer palomitas de maíz y otras chucherías. Terminaban durmiéndose abrazados. Esos momentos eran inolvidables para ella, y los había vivido durante tres años junto al amor de su vida.

A pesar de los maltratos psicológicos que recibía de su madre, que incluso la encerraba en su habitación a oscuras cuando su padre no estaba, la presencia de Aless siempre le daba consuelo. Aless la llamaba su estrella, pero para ella, él era su luminiscencia. Secó sus lágrimas con esos recuerdos y se quedó dormida.

Al despertarse, se duchó durante media hora, se envolvió en una toalla y salió al ver el desayuno en la mesita. Se vistió con un vestido largo, dejó su cabello suelto y se sentó en la cama sin ánimo. Dejó la comida intacta, decidida a hacer una huelga de hambre si ese hombre no la dejaba ir.

—Perdóname, bebito, pero es para que nos dejen ir con tu papi —le dijo a su bebé para que comprendiera.

—¿Señorita, no piensa comer? —preguntó la criada, fijándose en la comida intacta. Ella se encogió de hombros y la criada se fue con la bandeja. Sabía que le diría a Jacobo y que él vendría. Estaba decidida a convencerlo de que la dejara ir. Si realmente la amaba, tendría que dejarla ir.

La puerta se abrió y, por los pasos, supo que era él.

—¿Por qué no quisiste comer? —preguntó con calma.

—Ayer se lo dije y es en serio. Prefiero morir si no estaré con él. Mi novio es todo para mí y nada ni nadie logrará cambiar eso —gruñó. Jacobo le pidió que se levantara de la cama y ella obedeció. Él sostenía unos papeles en la mano.

—Vamos, te iré a dejar al parque donde él se encuentra ahora mismo —dijo Jacobo. Ella frunció el ceño, dudosa.

—¿Cómo puedo creerte? —preguntó con el corazón acelerado.

—Confía en mí. Ya te dije, si quisiera hacerles daño, hace tiempo lo habría hecho.

—¿Me llevarás con él? —insistió.

—Aunque me duela, sí. Primero, lo hago porque te amo y deseo tu felicidad. Segundo, no quiero que estés más en este país. Reservé dos cupos para que te vayas hoy mismo y hagas tu vida fuera de aquí. Tengo muchos enemigos y no quiero que te pase nada. Tercero, en el aeropuerto te entregarán unos documentos. Cuando llegues a Nicaragua, los abres —dijo, mirándola fijamente. —Y otra cosa, no quiero un no por respuesta. Ahora, andando.

Asintió, sonriente. Sabía que él no era tan malo como aparentaba. Al salir de la casa, Jacobo le vendó los ojos para que no viera el lugar. En todo el camino no hablaron, ambos sumidos en sus pensamientos.

—Ya hemos llegado. Míralo, está allá, rondando por las bancas. Será una sorpresa para él. Ve, sé feliz y haz lo que te digo. Te quiero fuera de este infierno. Si no sigues mis órdenes, vendré por ti para tenerte bajo mi protección.

Antes de bajar del coche, Jacobo la abrazó con fuerza, besó su sien y le dijo que se cuidara. Prometió mantenerse en comunicación con ella, pues tenía varias maneras de saber de ella.
Al bajar del coche, este arrancó tomando su rumbo, mientras ella observaba a su novio desde la distancia. Lo había extrañado tanto, pero ya no más: por fin estarían juntos. Dio unos pasos hacia él y le habló.

—¡Aless! —lo llamó. Él giró y la miró sorprendido.

—Mi amor, te extrañé mucho —dijo mientras acariciaba su vientre al sentir las pataditas de su bebé. Aless frotó sus ojos para ver si no estaba alucinando. Ella le sonrió y lo vio echarse a correr. Llegó hasta ella y la abrazó. Sollozó y le dijo lo mucho que deseaba verlo; su corazón brincaba de alegría.

Le contó a Aless, con todo detalle, lo sucedido. Él estaba tan sorprendido como lo había estado ella. Nada justificaba las acciones de Jacobo, pero al menos no había sido malo con ellos dos. Tomaron un taxi en dirección al piso de George. Sus días en Cartagena habían terminado; esa misma noche se irían a hacer sus vidas juntos en Nicaragua, el país natal de su amor. Dios les había dado grandes pruebas, pero lo que pasaron les había dado su recompensa. Agradecía por haberles dado fuerza a ella y a su amado novio. Juntos habían vencido las adversidades y sabía que juntos estarían hasta el final de sus días.

—Te amo, mi amor, soy  tuyo —dijo él, rozando sus labios. Ella sonrió y lo besó con amor y dulzura.

Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora