Capítulo 5

248 29 0
                                    


Al subir al auto, Clarisa sujetó el brazo de Alessandro con una mezcla de temor y desconfianza. No sabía qué decir, así que solo agradeció a la mujer por su buen gesto. Maite, la mujer que les había ofrecido ayuda, los observaba con curiosidad, mientras el chofer les lanzaba miradas inquisitivas a través del retrovisor, probablemente debido a su aspecto desaliñado y las heridas visibles.

—Mi nombre es Maite, mucho gusto. ¿Qué les ha sucedido? Parecen haber sido atacados, se ven muy lastimados —comentó Maite, notando su incomodidad.

Alessandro bajó la cabeza, avergonzado, sin saber cómo responder. Decidió inventar una excusa.

—No nos ha sucedido nada grave. Solo nos perdimos durante una excursión —dijo, intentando sonar convincente.

—Disculpa que me meta, chico bonito, pero la ropa que llevan no parece de excursionistas. Es ropa de gala, y además están golpeados. Quizás no confías en mí, pero no importa. Lo que sí pienso es que tal vez estaban siendo perseguidos —replicó Maite con suspicacia.

—Quizás tenga razón, señora —admitió Alessandro, sintiendo que la verdad era difícil de ocultar.

—En la otra entrada encontramos a unos hombres armados, eran alrededor de diez matones. ¿Verdad que sí, señora Maite? —intervino el chofer, mirándolos desde el retrovisor. Luz Clarisa se apretó más a Alessandro, temblando de miedo.

—Sí, es verdad. Me preguntaba qué buscaban esos matones. Son la peor escoria de nuestro hermoso país. Escuché que tienen un jefe que es la cabecilla, ellos son títeres manejados por el mayor —añadió Maite, con evidente desprecio por aquellos hombres.

—No sabemos por qué nos estaban siguiendo. No conocemos a esos tipos. Solo le pido que sea discreta y nos lleve a la ciudad. Dios se lo pagará —respondió Alessandro con tono exasperado, dudando aún si confiar o no.

—No te preocupes, chico bonito. Los sacaré de aquí y estarán tranquilos. Pero deberían informarle a la policía de Santa Marta que están siendo perseguidos por esos matones. Por ahora, déjenme ayudarles. Solo confíen en mí —aseguró Maite, asentí agradecido—. Disculpen, ¿me podrían decir sus nombres? La chica linda, ¿es tu hermana?

—Bueno, ella no es mi hermana, es mi novia —respondió Alessandro.

—¡Qué lindo! Tan jóvenes y miren por lo que están pasando. Realmente es un amor verdadero. Verlos me conmueve, porque yo tenía un hermano pequeño que creo tenía tu edad. Él falleció hace unos meses en un accidente de tráfico junto a su novia —compartió Maite con tristeza.

—Lo lamento mucho —dijo Alessandro sinceramente.

—Sí, fue muy triste. Pero dejemos eso. ¿Cómo te llamas? —preguntó Maite nuevamente, y Alessandro dudó si decirle la verdad o inventar un nombre.

—Me llamo Alessandro, y mi novia Clarisa —respondió finalmente, con honestidad.

Los ojos de Clarisa reflejaron molestia. Soltó la mano de Alessandro y bajó la cabeza. Él no entendía por qué estaba molesta.

—Muy lindos nombres. Me alegra conocerlos. No se preocupen, saldrán de esta pesadilla. Les prometo ayudar. Los llevaré a mi casa y les daré posada. Necesitan una ducha y descansar. La chica bonita se ve especialmente cansada —concluyó Maite con una sonrisa amable.

—Muchas gracias, señora.

—Oh, soy joven aún, dime Maite —pidió, sonriendo sinceramente.

—Gracias, Maite. Usted ha sido un ángel enviado por Dios. Agradezco su bondad.

Maite sonrió y luego ninguno dijo nada. Pasaron más de cinco horas. Alessandro ya sentía el trasero entumecido. Abrió los ojos y notó a Maite hablando por su móvil, mientras el chofer los miraba con desconfianza, probablemente pensando que eran delincuentes o fugitivos. Alessandro solo esperaba salir de esa situación.

Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora