Capitulo 6

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Alessandro se sentía abrumado y agotado. Uno de los trabajadores de Maite lo llamó para que fuera a su oficina. Todo le parecía extraño; el lugar estaba cerrado y la situación comenzaba a preocuparlo. Necesitaba salir de allí cuanto antes. Clarisa, su "lucecita", tenía razón. Alessandro decidió agradecerle a Maite su ayuda y marcharse con Clarisa.

El hombre que lo guió era robusto y de aspecto amenazante. Al llegar a la oficina, Alessandro pudo observar todo con más claridad. De lejos se oía música movida, probablemente de una discoteca.

—Alessandro, toma asiento. ¿Quieres beber algo? —preguntó Maite, mirándolo coquetamente. Alessandro negó rápidamente con la cabeza. Necesitaba decirle que se irían esa misma noche.

—Maite, le agradezco su buena voluntad, pero venía a despedirme. Tenemos que irnos. Muchas gracias por habernos ayudado —dijo Alessandro.

Maite lo miró con los ojos bien abiertos, sin parpadear. Se levantó de su silla y se acercó a él.

—Alessandro, sabías que los favores no se hacen gratis, ¿verdad? —dijo, pasando una mano por su rostro. Alessandro se alejó inmediatamente.

—¿Se refiere a que debo pagarle el favor? —preguntó, incómodo. Maite asintió, mordiéndose los labios.

—Así es, chico lindo. Quiero que trabajes para mí —dijo con tono seductor.

—Está bien, trabajaré para pagar el favor que nos hizo. Dígame el horario y vendré todos los días hasta saldar mi deuda —respondió Alessandro, tratando de mantener la calma. Maite sonrió, pero su sonrisa era inquietante.

—Lamento decirte que no podrán irse de este lugar. Aquí permanecerán encerrados —replicó Maite, caminando de un lado a otro. Alessandro no podía creer lo que oía.

—Estás loca, Maite. Nosotros no somos cualquier persona. Fue un error haber detenido tu auto. Mi novia tenía razón —dijo Alessandro, sujetándose la cabeza. Maite se rió, diciendo que si intentaban irse estarían en grandes problemas, ya que los matones los buscaban en Santa Marta. ¿Cómo sabía ella su ubicación? No lo entendía, pero la actitud de Maite era desconcertante.

—Ahora este lugar será su escondite hasta que yo lo decida —dijo Maite.

—Lo siento, pero ya no tenemos nada que hacer aquí. Estoy agradecido, pero necesitamos irnos cuanto antes —insistió Alessandro. Maite negó repetidamente.

—No pueden irse de este lugar, ya te lo he dicho.

—¿Por qué no podemos irnos? ¿Quién puede detenernos? No creo que le deba mucho. Solo fue una noche aquí y otra en la carretera. Nos equivocamos contigo. Pensé que eras una buena persona —dijo Alessandro.

—Es malo confiar en las personas sin conocerlas —replicó Maite, con tono de voz molesto.

—Fue un error que no volveré a cometer. Necesito irme. Le pagaré ese favor —dijo Alessandro, sacando el reloj que su padre le había regalado al graduarse—. Te entrego este reloj. Es muy caro, con baño de oro. Con esto te pago el favor que nos hiciste.

Maite rió a carcajadas.

—Lo siento, pero no se irán de aquí, al menos no por ahora. Y si insistes, entonces deja a tu chica y te largas tú solo.

—¡Estás loca! ¿A qué se debe esto? —exclamó Alessandro, desesperado.

—Te seré muy clara —dijo Maite, haciendo una pausa antes de continuar—. Quiero que trabajes para mí en mi burdel nudista. —Alessandro no podía creer lo que escuchaba—. Si no aceptas, entonces será tu chica quien trabaje.

Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora