Capitulo 9

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Alessandro suspiro sacando el aire que estaba sofocado su pecho, la mujer lo quedó mirando para luego decir:

—¿Cómo se llama usted?— pregunta inquieto.

—Carla Bush, tengo 32 años— se detiene y lo miro—Tu cómo te llamas niño.

—Alessandro.

—Bien Alessandro tu tendrás esto—dice sacando de su dedo anular un anillo, Alessandro arrugo las cejas sin comprender a que se debia el detalle.

—¿Porque el detalle?— preguntó viendo el hermoso anillo de piedra azul.

—Contiene una cámara filtrada, para así ver lo que ocurre en este sitio, te juro  que los sacaré de este lugar a como dé lugar, bien es hora, debo irme. Ten cuidado, vendré lo más pronto posible.

—Muchas gracias, Señora —agradece, y ella asiente saliendo del lugar con aires de grandeza. Él suspira y exhala todo el aire contenido. Solo espera que ella realmente pueda ayudarlo.

Al salir de la habitación con disimulo y fastidio, el gorila lo inspecciona de pies a cabeza. Camina hasta llegar a la puerta de salida, pero lo detiene. Su corazón late desbocado. ¿Será que se dio cuenta de algo? Trata de controlarse y, molesto, espeta:

—¿Qué demonios quieres ahora?

—Te crees el gran hombre porque acabas de follarte a esa belleza enmascarada —espeto, señalando hacia la discoteca.

—No estoy para juegos.

—Vamos, la jefa te espera —maldición, ahora que es lo que desea esa mujer, pensó irritado. Él gorila, alias niñero, lo lleva hasta la habitación de Maite, toca la puerta y lo hacen pasar.

Ella responde con un pase.

—Puedes retirarte, yo te llamo luego —le dice al gorila, quien asiente y sale.

—¿Qué quieres? —cuestiona molesto e irritado.

—A ti, una noche más —muerde su labio.

—¿Acaso no hay otro por ahí que te quite la calentura? —su voz suena sarcástica.

—Solo tú —mascullo mientras abre una botella de vino. Sirve en los dos vasos de vidrio. —Quiero que lo hagamos esta noche, mañana estarás libre y así podrás salir conmigo a hacerle compras a tu noviecita —maldición, no desea hacer todo lo que él dice. Le extiende un vaso y los choca en modo de salud.

—Ya sabes qué pasará si no cumples, ¿cierto? —toma el contenido de un solo trago, gruñe al sentir el ardor atravesar su garganta. Nuevamente ella le sirve otro, lo bebe de un sorbo. No quiere hacerlo con ella, le causa asco y repulsión, pero no tiene otra salida: la vida de su estrellita a cambio de esto. Un mareo se le  instala en él, enseguida siente una sensación extraña en su cuerpo.

—Yo te haré olvidar un poco a tu novia—besa los labios de Alessandro, el trato de apartarla pero no puedo, su cuerpo no tenia fuerzas—Me encantas no sabes cómo te deseo y yo sé que tú también.

—No yo no te deseo para nada— declaro con firmeza. Maite se quito la ropa, y su mirada era de lujuria, Alessandro trato de levantarse e irse, sin embargo  no puedo moverme—¿Que has echado en la bebida— Preguntó con la voz pesada?

—Eres un fantasía y lo que deseo es que me hagas de todo, que beses mi cuerpo que jadees cuando me penetres y que me digas cosas lindas cuando lo hacemos, necesito que chupes mi pecho y mi sexo, sólo un poco de éxtasis.— Alessandro negó desorbitado al parecer
Maite lo había drogado. De un rápido movimiento le quito la ropa, besó los labios del chico, luego bajo a su cuello, hasta llegar al Jeans y terminado dejarlo desnudo. Alessandro sintió la mano sucia de esa mujer tocar su miembro.

El estaba agitado, nervioso, sus  pupilas las sentía dilatadas.

—Déjame chuparte— pidió Maite arrodillada y de un jalón él  lanzó a la cama, busco el  preservativo se lo coloco torpemente.
Se dijo a sí mismo que no permitiria que esa droga lo domine, no y no. Inconscientemente metio dos dedos en la vagina de Maite haciendo círculos, ella gime y grita de la excitación.

—¿Alessandro, qué significa esto? —una voz débil se escucha desde la puerta de la habitación. Se gira al reconocer de quién se trata. Los ojos casi le salen de las órbitas al ver a Clarisa de pie con la mano en la boca.

No, Dios mío, no esto no.

—¡Estrellita! ¡¿Qué haces aquí?! —grita como un loco, se aleja de Maite y busca su pantalón. El llanto de su novia retumba en sus tímpanos, mientras se viste, ella sale corriendo de la habitación. Él trata de hacer lo mismo, pero las manos de Maite lo detienen.

—Oye, tú no te puedes ir sin quitarme las ganas —ríe mientras habla. —No me digas que ella no sabía que eres un Playboy.

Él aprieta los nudillos con fuerza. Como quisiera golpearla, pero no se atreve. Sin decir nada, sale a toda prisa de ese lugar. El gorila y otros dos hombres se ríen de él.

Muy pronto llegarán a su fin.

Entra al cuarto y encuentra llorando debajo de la cama. Aún se siente mareado y su pene sigue erecto. No deseaba a esa mujer, pero su cuerpo reaccionó por la cochinada que le dio a beber. La odia con todo su ser.

— Clarisa, mi amor, por favor…

—¿Por qué me has engañado? —pregunta con los ojos llorosos.

—Te juro que tengo una explicación, pero primero necesito entrar al baño. Perdóname, jamás te engañaría intencionalmente. Solo tienes que saber… —No termina de hablar al sentir cómo ella comienza a golpear su rostro. Ella llora, grita.

—¡Porque yo te amo y te entregué mi virginidad, dime qué mal hice! ¡Demonios! ¡Te odio! Maldito, cuántas veces me has engañado con ella y con otras. Me das asco.

Ella cae al suelo y llora desconsoladamente. Él se acerca y la abraza. Clarisa pelea con él para que no la abrace, trata de zafarse de su agarre, pero él no se lo permite. Ella tiene que saber que lo hizo por ellos. Sujeta su cabeza y la acurruca en su pecho. Lágrimas salen de sus ojos una y otra vez mientras le pide perdón. El alma se le desgarra al verla de esa manera. Se odia a sí mismo por no haberle dicho todo. Ahora ella está sufriendo por su culpa.

Dios mío, solo desea que esto acabe. Por favor.

Solo, Eres Tú (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora