Pesadillas (Parte 2)

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Lo había comprobado, luego de amanecer nuevamente en su cama con el cambia formas a un lado suyo, Rachel comprobó que efectivamente, y por alguna razón que desconocía, sus pesadillas se iban cuando dormía al lado del mayor. Ante este conocimiento ella no supo que hacer o cómo actuar durante los primeros minutos, ¿que se suponía que debía decirle al chico que tenía a un lado? El era su mejor amigo, mejor amigo por el cual tenía sentimientos, sentimientos que no estaba lista para afrontar frente a frente al mayor, y si no podía mirar a la cara a Gar para decirle lo que sentía, mucho menos podría mirarlo a la cara para confesarle que de hecho ella dormía tranquilamente a su lado, solo a su lado.

—Pensar tanto en las mañana hará que te de una terrible jaqueca.

Rachel se sobresaltó ante la suave y ronca voz de Gar a su lado, volteó y lo vió, acostado en su cama con el cabello revuelto, los ojos medió cerrados y una muy leve sonrisa en los labios, esa imagen hizo que su corazón latiera ligeramente más rápido, dejándola sin ninguna respuesta ingeniosa para el momento.

El mayor notó eso y se sentó en la cama buscando la mirada de la menor.

—¿Dormiste toda la noche, no? —Preguntó él, aún cuando ya sabía la respuesta. Rachel siguió sin decir nada, solo asintió.— ¿Y.. que quieres hacer?

Un escalofrío pasó por toda la columna vertebral y Gar notó lo nerviosa que ponía la situación a la menor, por la que decidió hacer lo que siempre que podía hacia, ayudarla.

—Ey, no es gran cosa Rach, seguramente la explicación se encuentra en que confías en mi, y tu sistema nervioso logra relajarse a mi lado... pero como no vas a confiar en mi si soy quien salva tu trasero. —Ella rió y topó su mirada con la de él que sostenía un toque de diversión y cariño.— Es muy simple, cuando tengas pesadillas te puedes pasar a mi cama y ya está, sabes que no haré nada... raro.

Ante esto la voz del cambia formas soltó un par de risas nerviosas que a Rachel le parecieron adorables y a la vez nobles, porque Gar podía utilizar esa situación para orillarla y cuestionarla por sus emociones, prácticamente ella estaba dejando sus sentimientos por él expuestos sin quererlo, y el chico en vez de hacer eso decidía respetar la privacidad y el espacio de la menor.

—Eres increíble bestia. —Añadió ella mientras se lanzaba a los brazos de mayor en un dulce abrazo antes de siquiera pensarlo. Gar devolvió el abrazo enseguida, luego la menor se separó y susurró unas palabras más antes de salir prácticamente huyendo de la habitación.— Gracias Gar

Eso había sido todo, desde ese momento Gar había caído completamente ante los pies de Rachel y esta se había aferrado a la seguridad que él le brindaba. A partir de ese día Rachel se pasaba por las noches a la habitación de Gar y se iba a la mañana antes de que el sol saliera, cada día sin falta.

Al principio ambos adolescentes habían tardado en acostumbrarse a la presencia del otro, se sentían un tanto incómodos y nerviosos, pues además de que estaban acostumbrados a dormir completamente solos se debía tener en cuenta que tenían sentimientos el uno por el otro, sentimientos que ni siquiera habían confesado, eso complicaba la situación, pero luego de unos meses en la misma rutina las cosas comenzaron a encajar como si hubieran estado destinadas a ser hechas así.

Rachel se había olvidado por completo de las pesadillas, lo que hacía que su rendimiento en los entrenamientos y las misiones fuera notablemente mejor, incluso el control de sus poderes había mejorado en ese tiempo. A ambos chicos se les veía más unidos, más cómplices, pero nadie imaginaba lo que realmente estaba pasando. Por las noches la rutina para ellos ya era más normal y mucho menos incómoda que en un principio, Gar se duchaba antes de acostarse y se ponía su pijama, que consistía en un suave pantalón de lana gris y una camisa simple de manga corta, el se acostaba a eso de las 9:00-10:00 de la noche y Rachel llegaba aproximadamente dos horas después, con su pantalón negro 3/4 y su blusa de manga corta. Las primeras semanas ambos chicos habían permanecido totalmente separados el uno del otro, sin llegar a tocarse ni por si acaso, pero después de meses y meses de pequeños acercamientos y muchos muchos sonrojos de por medio, ambos chicos terminaban casi siempre abrazados o con las piernas (o manos) entrelazadas, incluso había algunas noches en las que la menor creía que Gar estaba dormido cuando ella llegaba, entonces esta se recostaba en el pecho del mayor dejando que sus latidos llenaran por completo sus oídos. Garfield por su parte ya se había acostumbrado al suave calor que el cuerpo de Rachel le daba, más que abrumarle o molestarle aquella rutina, debía admitirse a su mismo, que le encantaba.

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