25. Resurgir.

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Su primer instinto fue salir corriendo detrás de él, incluso sabiendo que todo aquello sería en vano. No se concentró en todas las miradas curiosas y reprobatorias que sus ex compañeros les dirigían, sólo caminó los pasos que Viktor había dado desde que había cruzado el umbral de la oficina de su padre a una gran velocidad y apenas logró alcanzarlo en la puerta de su despacho.

-Déjame explicarte –le suplicó mientras intentaba tomarlo del brazo y girarlo hacia ella.

-¿No te parece que está bastante claro? –ironizó dándose la vuelta bruscamente.

Sabía que no debía responder a esa pregunta y, sin embargo, separó sus labios con rapidez con la intención de decir algo. Nada acudió a su mente y vio en el rostro de Viktor un poco de expectación por conocer su respuesta. Al ver que Hermione no había hablado, se giró otra vez y entró en su oficina dando un portazo.

Sin prestarle atención a las expresiones que las demás personas del estudio mostraban al verlos discutir, Hermione entró inmediatamente después de él y volvió a cerrar la puerta.

-Escúchame…

-¡No quiero hacerlo! –gritó mientras daba una patada en el suelo.

La voz de Viktor sonó dura, pero al mismo tiempo arrastraba un ápice de ternura y de capricho, como si aún fuera un niño pequeño y se negara irse a dormir temprano en Navidad.

-¡Justamente tú, Hermione! –le espetó acercándose amenazadoramente y señalándola con un dedo acusador-. Te llenas la boca hablando sobre la honestidad, la verdad y los valores morales que ni siquiera tú misma cumples… Siempre hablas de los demás como si ellos fueran el problema, como si ellos fueran la razón por la cual el mundo está como está y es todo lo contrario. El mundo está como está porque está lleno de mentirosos y traidores como tú. Eres una farsa.

Cada palabra la cortaba como un cuchillo, pero lo que más le dolía no era su contenido, sino que salieran de una persona que la conocía a la perfección y que cada cosa que surgía de los labios de Viktor estuviera tan llena de verdad.

-Viktor… –intentó decir.

-No quiero escucharte –repitió alejándose de ella de nuevo-. Así no se hacen las cosas, así no.

Viktor se pasó una mano por la nuca sin saber exactamente hacia dónde mirar y con una furia extrema recorriéndole con fuerza por las venas. Se paseó nervioso por la habitación mientras Hermione intentaba tranquilizarlo, pero en silencio, ya que no se le ocurría nada qué decir.

-Deberías haber venido y decírmelo –aseguró él de repente y le dirigió una mirada desafiante-. Hubiese preferido que me dieras un discurso, de esos que estamos hartos de escuchar… Deberías haberme pedido un tiempo, culpar a la rutina, a los nervios por la boda… ¡Mierda! ¡Hubiese preferido que me dijeras que estabas confundida! Pero, ¿por qué tenías que hacerlo así? ¿Por qué lo hiciste?

Esa pregunta sí requería una respuesta, lo supo al ver los ojos del hombre que comenzaban a verse húmedos, al igual que los de ella. Hermione pudo notar todo en él, su dolor, su confusión y su decepción. Quería remediarlo todo, quería borrar el pasado, borrar su historia juntos;  y se hubiese sentido culpable por esos pensamientos, si no estuviera segura de la razón: lo único que quería en ese momento era erradicar el sufrimiento del corazón de Viktor.

-Lo lamento –susurró.

Se sintió decepcionada de sus propias palabras, pero no encontró algo más reconfortante ni que sonora lo bastante bien en esas circunstancias. Al parecer, Viktor sintió lo mismo porque comenzó a negar lentamente con la cabeza e hizo un gesto con la mano como apartando el tema de lado.

La boda de mi jefa. (Romione).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora