16. Y uno, dos, tres, cuatro...

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-¿Qué traes puesto? –exclamó Ron con cara de pánico.

Hermione no se ofendió por el comentario, sino que se miró a sí misma y se autoevaluó.

-Es mi ropa de baile –comentó con el ceño fruncido-. ¿Crees que se ve mal? ¿O es demasiado?

La cuestión no era nada relacionado con lo mal que se le podría llegar a ver a Hermione ese atuendo tan ajustado, sino que no ayudaba para nada que usara una camiseta pegada al cuerpo y calzas, eso hacía que Ron se sintiera… Raro.

-De hecho, no –respondió con voz temblorosa.

-Creo que deberíamos apurarnos –comentó ella sin prestarle demasiada atención-. Odio llegar tarde.

Ese era el lugar más extraño en el que Ron había estado alguna vez. Era un estudio de baile, cuyo perímetro estaba al completo cubierto por espejos enormes, que permitían que pudiera ver los rasgos que más odiaba de su cuerpo en multiplicadas ocasiones, y había algunos bancos en el fondo. Tenía a Hermione a su derecha, con cara de susto al igual que él, y delante de ellos se encontraban dos personas, un hombre y una mujer jóvenes vestidos en atuendos que parecían ser de… ¿Salsa? Oh, por Dios. ¡No!

El hombre comenzó a hablar.

-Mi nombre es Ricardo –comentó sonriente y con un marcado acento latino-. Ella es mi esposa Carla y ambos seremos sus profesores de danza. Ya que hemos organizado todo por teléfono… ¿Les parece bien si empezamos?

-Debemos esperar a mi prometido –exclamó Hermione nerviosa-. Debería estar por aquí en unos minutos.

-¿Crees que tardará mucho tiempo? –preguntó Carla.

-No lo sé –respondió suspirando profundo y con voz temblorosa-. No puedo comunicarme con él… Hace días que lo intento, desde que se fue…

Los otros tres se miraron entre ellos con incomodidad mientras Hermione dirigía la vista hacia el suelo sintiéndose avergonzada por haber mostrado cierta debilidad y a la vez muy preocupada por Viktor. Había intentado llamarlo y hablar con él el mismo día en que se había ido a la casa de campo de Malfoy, pero su prometido siempre tenía el celular apagado. Incluso no recibió ninguna respuesta cuando le envió la hora y la dirección de las lecciones. Probablemente a él le importaban muy poco, pero había creído que tal vez haría un esfuerzo por ella. En fin, otra vez se había equivocado.

-Creo que deberíamos empezar de todas formas, no hay tiempo que perder –dijo Ricardo alegremente-. Empezaremos contigo.

Sin previo aviso, tomó a Hermione de una mano y la llevó al centró del salón. Una vez allí, la tomó de la cintura con un brazo y levantó el otro, aún sosteniendo la mano de Hermione, a la altura de su cabeza.

-Tomaremos dos rumbos –le explicó-. Por una parte, deberíamos empezar con el vals, un clásico de los clásicos, y luego practicaremos algo de salsa, nuestra especialidad, como un poco de estilo libre.

Ron se sentó en uno de los bancos del fondo y observó con detención por un largo rato a Hermione y Ricardo moverse mientras Carla dictaba alguna que otra indicación. Pensó que, por más que a Hermione le quedará muy bien aquél conjunto, no estaba hecha para el baile. Era como si sus piernas y su torso no se pusieran de acuerdo hacia donde ir; y de alguna manera misteriosa siempre iban hacia el lado equivocado.

-Esto será un poco más difícil de lo que pensé –comentó Ricardo mientras él, Hermione y Carla se acercaban a donde estaba Ron-. Tomaremos un descanso.

Él y Carla se alejaron y Hermione, con la cara perlada de sudor, tomó asiento al lado de Ron.

-¿Puedes alcanzarme el agua? –le pidió exhausta.

La boda de mi jefa. (Romione).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora