13. Hacer lo correcto.

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Eso se sentía extraño. Sentir que estás perdiendo tu lugar de pertenencia cuando aún ni siquiera se ha convertido en una parte primordial de tu vida, así se sentía Ronald Weasley mientras juntaba las pocas cosas que se encontraban desparramadas sobre su escritorio y observaba a Luna guardar las de ella con lentitud.

Desde su posición podía ver las siluetas de Hermione y Neville aún discutiendo en la oficina de ella y sabía muy bien que todo eso era inútil, estaba casi seguro de que nadie podría cambiar la decisión que Hermione había tomado.

Inesperadamente, Neville salió de la oficina con una expresión furiosa en su rostro y, dando grandes zancadas, se fue hacia su puesto de trabajo. Detrás de él, apareció Hermione que, algo avergonzada, se acercó a Luna y le susurró:

-A partir de mañana ya puedes cobrar tu indemnización, puedes hablar con Viktor.

Ron creyó que se despediría de ella o que simplemente se encerraría de nuevo en su oficina, pero Hermione se dirigió a él.

-¿Puedo hablar contigo? –le preguntó acercándose lentamente-. No me llevará más de un minuto.

Estaba lo bastante enojado como para no querer hablar con ella, pero era demasiado estúpido comportarse de esa manera, así que se limitó a asentir lentamente y a seguirla hasta la oficina.    

Cerró la puerta tras él y vio como Hermione tomaba algo de su escritorio. La mujer se dio la vuelta para mirarlo y extendió su mano en la que sostenía un papel que, Ron supo, era un cheque. De inmediato, comenzó a negar efusivamente con la cabeza y sonriendo un poco ante su propia ingenuidad. ¿Por qué había creído que Hermione quería disculparse? Era demasiado ingenuo.

 -Acéptalo –le ordenó ella mientras él continuaba negando-. Por favor.

-No lo necesito.

-Ron, acéptalo –insistió ella-. No quiero imaginar que… Dijiste que necesitabas este empleo y no quiero pensar que… No quiero que tú o que tu familia la pasen mal por una decisión mía que no te gustó.

-Mi familia estará bien –le aseguró-. Pero si no quieres imaginarlo, tiene una solución. Sólo sal y dile a Luna que la reincorporas.

-No puedo hacer eso –murmuró frunciendo el ceño y dejando el cheque sobre la mesa-. Sería como hacerle saber al resto de los empleados que existen reglas, pero que no sucede nada si alguien las rompe. No somos adolescentes, Ronald, y si somos tan valientes para hacer cosas sin pensar, también debemos serlo a la hora de enfrentar las consecuencias.

Eso había sonado como si lo hubiese sacado de uno de esos libros que sabía que Hermione leía porque había visto tomos enormes en esa oficina, sin embargo, pudo notar algo más en ella y estaba casi seguro de que era miedo.

-¿Sabes lo que pienso? –musitó acercándose hacia ella-. Si actuaras sin pensar de vez en cuando, tal vez serías un poco más feliz.

No tenía ni idea de dónde estaba parada, era un lugar que no le gustaba, donde nada estaba dado por hecho y se sentía insegura. Ron la ponía en esa posición y odiaba ese sentimiento, pero al mismo tiempo, la seducía la idea de algo nuevo, algo que nunca había experimentado y que quería conocer. Hermione no estaba segura de lo que estaba sintiendo en ese momento, era una extraña mezcla entre rabia, tristeza, y miedo. Rogó porque Ron no lo notara.

-No existe la felicidad –le aseguró aguantando las ganas de llorar y hablando con dificultad debido a ese horrible nudo que se forma en la garganta-. Sólo existen…

-¿Momentos felices? –inquirió levantando las cejas, Hermione asintió-. Es por eso que la gente actúa sin pensar a veces.

Hermione se quedó en silencio por unos segundos, analizando sus palabras, y luego se giró dándole la espalda. Se sintió un poco vacía, la única cosa real que había sentido en mucho tiempo era la extraña sensación que la invadía cuando Ron estaba cerca y ahora tampoco contaría con ello.

-Te necesito –le confesó en voz baja-. Te necesito para organizar la boda.

-Tal vez deberías llamar a alguien –le susurró, algo decepcionado al sentir cómo sus esperanzas se desvanecían de nuevo-. Dijiste que podías conseguir a alguien en un segundo, así que…

La chica dirigió su mirada al suelo, se sentía avergonzada, no sólo por la acusación formada sin intención en la boca de Ron, sino que también por lo de Luna y Neville, por lo del restaurante, por lo de Viktor, por lo que estaba sintiendo, por su vida, por sí misma… Principalmente, la avergonzó lo sola que se encontraba.

-¿No tienes a nadie?

La voz de Ron sonó muy cerca de su oreja, por ello Hermione giró la cabeza sobre su hombro y se encontró con él a muy pocos centímetros de su espalda. Pudo ver compasión en la cara de él y se odió por estar derramando lágrimas involuntarias. Se limitó a esconder su rostro de él de nuevo y a negar lentamente.

De repente, sintió algo no tan pesado sobre su hombro izquierdo, giró la vista y se encontró con la cálida mano de Ron. 

-Eso no es verdad –murmuró él echándole el aliento sobre su nuca-. Me tienes a mí.

Casi sin darse cuenta, Hermione se encontraba en los brazos de Ron, llorando como nunca antes lo había hecho  en público. Se sentía segura, era un lugar donde todo estaba dado por hecho y que le gustaba, le gustaba mucho, en especial por el olor que Ron emanaba. Se sentía tan bien…

Y el rostro de su prometido regresó a su memoria de repente y Hermione se separó con rapidez de aquel chico pelirrojo que alternaba su mirada confusa entre ella y su mano, donde aún sentía el tacto del cabello rizado y castaño que había estado acariciando hasta entonces. Hermione había dejado de llorar de un momento a otro y lo volvía a mirar con dureza. Esas idas y vueltas emocionales iban a matarlo.

-Perdón –balbuceó ella nerviosamente-. Olvídate, por favor, de toda esa estupidez.  

Ron se limitó a dar un sonoro suspiro de reproche del cual Hermione captó toda su intención, pero que decidió ignorar.

Se formó un silencio espeso e incómodo que ninguno se atrevía a romper, hasta que Ron se animó a hablar.

-No voy a renunciar, Hermione, y no voy a pedirte que reincorpores a Luna a cambio –murmuró-. Pero tal vez deberías hacerlo.

-¿Qué quiere decir eso? –le preguntó frunciendo el ceño.

-Uno nunca sabe si puede ser uno quién actúe sin pensar alguna vez –le explicó recordando el abrazo que se habían dado-. Es sólo un consejo.

Hermione asintió lentamente y se sintió tentada de decirle algo que pudiera expresar con claridad todo lo que estaba rondando por su cabeza. Sin embargo, no logró encontrar la forma de hacerlo porque ni siquiera ella estaba segura de cuáles eran esas cosas o qué representaban para ella.  

-El lunes tienes la primera prueba del vestido –le contó Ron pasándose una mano por detrás de la cabeza-. Y el martes las lecciones de baile.

-Gracias –respondió ella sonriendo forzadamente.

De repente, algo la distrajo del Ron nervioso e incómodo que tenía delante; una silueta conocida caminaba apresuradamente por detrás del cristal y la cortina de su oficina. No quería que Viktor se escapara y le impidiera disculparse esta vez, así que se encaminó con rapidez hacia la puerta. Justo cuando tomó el picaporte se dio cuenta  que había esquivado e ignorado a Ron, el cual se había quedado estático en su lugar.

-Y gracias por…

-¿Por esa estupidez? –inquirió levantando las cejas-. Olvídalo.

A pesar de que se daban la espalda el uno al otro, Hermione supo qué expresión había hecho Ron debido al tono irónico de su voz. Y le dolió un poco, de la misma forma en que le dolió a él que ella minimizara la importancia de todo eso; no era algo estúpido, por lo menos para él no lo era.

Lo último que escuchó fue el ruido de la puerta al volver a tocar el marco, señal de que Hermione había salido de la oficina. Probablemente había ido a buscar a su prometido, a mencionar algo muy importante sobre su boda, algo que no era una estupidez, y estaba perfecto porque así debía ser.  

La boda de mi jefa. (Romione).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora