#1: "La Senadora"

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Su espalda chocó contra el césped y no de un modo delicado precisamente. Soltó un gruñido de dolor, uno que había escapado de sus labios sin haberlo podido evitar; intentó colocarse de pie, estaba enojada, llena de una ira que le quemaba el pecho, pero su cuerpo se resistió a ello. Cerró sus ojos un instante, el ruido del mar agitado llegaba a sus oídos, el día estaba tormentoso, las nubes se arremolinaban sobre sus cabezas, la brisa era helada y apenas comenzaban a caer algunas gotas traviesas a su alrededor. 

Su mente estaba exactamente igual.

La inmensa casa cerca del mar donde había residido alguna vez Padmé Amidala en su juventud había pasado a ser suya. Al menos en esos tres años se había convertido en su hogar. Tres años que habían sido un simple suspiro. Faltaba tan poco para reencontrarse con los suyos que, en lugar de emocionarle, sólo le habían provocado insomnio, falta de apetito y al parecer de atención.

-Creo que no volverás a levantarte.

-Estoy exhausta.

-Senadora, usted siempre está exhausta -abrió un ojo y se encontró con el rostro envejecido de su maestro -. Aún le falta mucho para convertirse en una Jedi y si no pone algo de voluntad no podrá salir de aquí con un sable de luz colgando en su cintura. Calme esa tempestad.

-Tío Luke.

-Maestro Skywalker -rodó en el suelo para quedar sentada sobre sus piernas -, así debes llamarme.

Levitó hasta la altura de los ojos de Luke.

-Me disculpo -apoyó sus pies en el suelo e hizo una pequeña reverencia -. No quiero salir de aquí sin la certeza de saber que podré defender a mi familia al menos.

-La primera lección, mi joven Padawan, es aprender a defenderse así misma. Si no puedes evitar un golpe que va directo a ti, no podrás evitar los demás. 

-Usted... -Luke se detuvo y la miró por encima de su hombro - Usted es así conmigo porque Kylo Ren es mi padre.

-Me equivoqué como maestro de tu padre, Hanna. No quiero hacer lo mismo contigo; si soy exigente es para demostrarte que aún puedes dar lo mejor de ti. No tengo miedo de que me muestre tu enojo, sé que la fuerza está contigo. La segunda lección es que tu también sientas lo mismo.

Hanna bajó su mirada y aflojó sus brazos. ¿Era ese su mayor miedo? ¿Pensar que podía acabar como su padre? ¿Ver a su gente en peligro por su culpa? Luke indirectamente se lo había dicho. Sintió la presencia de su maestro frente a ella y luego su mano sobre su hombro. Levantó lentamente sus ojos y los dejó sobre él.

-Haré mi mayor esfuerzo -dijo ella con suavidad pero con una fuerte convicción que le robó una sonrisa a Luke Skywalker -. Lo prometo.

-Lo sé -ambos asintieron cerrando un pacto más que silencioso -. La tercera lección, Hanna Solo, es justamente admitir que somos lo que somos y que no por ello, nos dejaremos derrotar fácilmente.

-¿Cuál es la cuarta lección?

-Ya lo descubrirás. Por ahora, nuestro entrenamiento ha acabado...

Tuvo las intenciones de preguntarle a qué se refería, pero él ya se había marchado. Sus apariciones eran prácticamente corpóreas, Luke Skywalker como su abuela, como su madre misma eran extraordinarios en el uso de la Fuerza. Hanna no sentía lo mismo y puede que era la razón por la que no dejaba de caer una y otra vez.

-¡Senadora!

Dejó escapar un suspiro y quitó el exceso de sudor de su frente con el dorso de su mano para mirar hacia arriba. Ser senadora no era ni por asomo una actividad emocionante, la elocuencia, la elegancia, la política, las reuniones, el magistrado y el senado era estresante y le hacía sentir que todo el tiempo estaba en peligro. Subió la colina rumbo al patio principal de la casa. Una de sus escoltas la esperaba allí haciendo gestos con sus manos, como si la instara a que se apresurara y por instinto así lo hizo.

-¿Qué sucede? -preguntó una vez llegó a ella.

-Visitas, Senadora, un hombre -sus ojos se abrieron con horror.

-¿Un hombre? ¿Aquí? ¿Quién es?

-Lo están registrando, logré escuchar que se trata de un miembro del senado. Pero es demasiado...

-¿Demasiado?

-No parece uno de ellos, ¿me entiende? He sido escolta antes, llevo mucho tiempo haciendo esto y sé cuándo alguien no parece a lo que dice ser. Tal vez, viene a inspeccionar, hay requisitos que las Senadoras, sobre todo, deben cumplir. 

Hanna frunció su ceño. Llegar al senado había sido un martirio los primeros seis meses.  Esquivando a sus supuestas enemigas, aprendiendo todo lo que podía en cuanto a historia, política, gobernar, vestirse, imponiéndose a todos y cada uno de los desafíos.  Había logrado cumplir su promesa con sólo diecisiete años. Anna, le apodaron, el nombre que podía ser dicho y que ocultaba lo que debía ser ocultado, gobernante de Borkars y Senadora, entre mil otros más, de La Nueva República. 

El senado galáctico restaurado por La Nueva República había pasado por mucho y no sólo con la desaparición del Sistema Hosnian y los constantes acechos de la mano de la Primera Orden. Sino que luego de lograr trasladarlo a distintos puntos de la galaxia las cosas se habían puesto rigurosas. Anna tenía que lidiar con ellas todo el tiempo y no le sorprendería que aquella visita imprevista formara parte de aquellas artimañas.

Cuando su atuendo estuvo listo, arrastró los cuatro kilos de tela con ella. Había decidido honrar la memoria de su abuela Padmé con la moda de Naboo mientras fuera senadora. Le había parecido lo correcto y apropiado en tanto sus pies estuvieran aún allí. Sus escoltas se reagruparon a su alrededor y caminaron con ella por los largos pasillos rumbo a la sala de reuniones.

En cuanto las puntas de sus pies casi rozaban las grandes puertas, estas mismas se abrieron sin prisa y se hicieron lugar hacia adentro. La Senadora Anna levantó su barbilla e ingresó; lo primero que divisó fue la espalda ancha de su visitante y aquel cabello rojizo que parecía resaltar entre los detalles dorados de las paredes. 

-Disculpe la demora -él se giró lentamente hacia ella y su corazón se detuvo un instante.

-Senadora -murmuró saludándola en una corta reverencia -. Finalmente nos conocemos, soy Temiri Blagg.


Hanna Solo [Pt. II] - [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora