#6: "Distracción"

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Sus manos se movían ágiles debajo de su pesado vestido. Podría pararlo, sabía perfectamente que podría hacerlo. Sin embargo, quería saber qué tan lejos podía llegar el Caballero de Ren, fiel seguidor del Líder Supremo, con una situación completamente fuera de los planes de ambos. Quitó de un manotazo las macetas sobre la mesa de jardín y la subió allí sin esfuerzo alguno. Sus labios no se habían despegado en ningún momento y sus manos parecían seguir su ejemplo, eran expertas, sabían dónde tocar, cómo, cuándo; un jadeo escapó con impertinencia y con él un sutil carraspeo.

Abrió sus ojos inmediatamente.

—Senadora —dijo su joven escolta mientras les daba la espalda a ambos —. Sus deberes, Senadora Anna.

—Nos atraparon —susurró con un deje de ironía entre sílaba y sílaba.

—¿En serio? —él se encogió de hombros mientras la dejaba en libertad.

La ayudó a acomodarse y se hizo a un lado para que siguiera su camino con un gesto cortés. Aclaró su garganta y pasó por al lado de su escolta, sabía que la seguiría en cuanto los dos pasos de diferencia las separara una de la otra. Ninguna formuló palabra alguna, y para Hanna fue simplemente perfecto. Porque no sabría qué excusa poner en ese mismo instante.

El camino se convirtió en una eternidad y una vez dentro, era como si u  océano hubiese caído sobre ellas. O al menos esas imaginaciones se traía Hanna.

—Tengo mis dudas.

—Dios, no digas nada, por favor —esta rió por lo bajo.

—Gran forma de distraer al enemigo. Me pregunto qué hubiese hecho si su invitado hubiera tenido cara de calamar —Hanna se detuvo abruptamente y se giró hacia ella; la escolta bajó su mirada, sabía que habia cruzado la línea —. Disculpe, Senadora.

—Lo convertiría en sopa —levantó su mirada y supo que se encontraría con la traviesa sonrisa de la Senadora —. Lo siento.

—Al menos nos dio tiempo. Tenemos la lista de invitados, la mayoría ha confirmado.

—Preparen la Nave real para ese día, en la zona Este, cerca de la playa. Si las cosas resultan, podremos ir a una zona segura.  Y lo que pasó allí, sólo fue un juego —¿lo había sido? Vaya, ni ella podría responderlo. Pero no quería averiguar cuánto de eso le había gustado, más bien debía centrarse en el poco tiempo que tenía antes de que algo sucediera en su contra —. Estoy segura que, de no aceptar sus condiciones, las cosas seguirán saliéndose de control. Y no queremos ver su verdadero rostro.

—Que la Fuerza nos acompañe —dijo esta con seguridad a lo que Hanna asintió.

*•*•*•*

En los aposentos del intrépido Caballero de Ren se establecía un ambiente frío, tenso. Temiri sabía que había cometido un grave error al dejarse llevar por los susurros de aquella mujer manipuladora.¿Pensó que no se daría cuenta? Es cierto que se había dejado llevar por voluntad propia. Sin embargo, tenía una misión que cumplir. Y tenía que cumplirla a como diera lugar. 

Se quitó la capa con aquel símbolo que le había dado aquella identidad de Senador y caminó con rapidez hasta el armario que ocupaba más de media pared de aquella habitación, abrió una de las puertas y se acuclilló para desencajar las maderas del piso. Metió su mano y sacó una caja de allí; su sable láser, su máscara y su intercomunicador estaban ahí. Tomó el último objeto y guardó el resto. Lo miró un par de segundos, planteándose si sería o no una buena idea pero, ¿qué se había dicho: Cumplir sus misión a como diera lugar? Bufó y asintió, estaba preparado para cualquier riesgo. La Senadora apenas tenía una docena de guardias que la resguardaban, dos escoltas y ella. Tomarla y amenazarla sería pan comido, sólo debía darse prisa. Antes de que la joven Senadora se le escapara como el agua entre los dedos.

—Aquí Temiri Blagg, las negociaciones pacíficas no han sido efectivas.

¿Qué sugiere, comandante? —respondieron inmediatamente del otro lado.

—Distracción. Mañana a primera hora, envíen dos cazas que bombardeen los alrededores. Será suficiente para sacarla de aquí.

Hecho.

Respiró hondo y exhaló con suavidad. Estaba hecho, sí, pero lo que no se esperaba era que las primeras naves de Magistrados y Senadores comenzaran a llegar esa misma noche. La Senadora llevaba nuevamente aquel atuendo de Naboo, apenas reconocible con aquel grueso maquillaje que tapaba cada diminuto detalle. 

—¿No se lo dije? —preguntó ella hablándole discretamente mientras saludaba de manera grácil a sus invitados —. Organicé una fiesta modesta, dijo que estaba interesado en hacer negocios así que le presento a una parte de mis contactos. Pero verá que, por mucho que se esfuerce, ninguno de ellos accederá a ayudarlo si yo no accedo antes —él soltó una risa sarcástica y se inclinó hacia ella.

—Ya basta de juegos, sé que sabes quién soy, así que hagamos esto más simple —se miraron cara a cara —. La Primera Orden regresará a establecerse aún más fuertemente en la política y tú lo harás posible, quieras o no. 

—La Primera Orden está cerca de ser destruida, así que no me apetece hacer negocios con los débiles —regresó su mirada al frente justo cuando uno de los Magistrados del Planeta Kintan aparecía. Las asperezas habían quedado relativamente saldadas con respecto a la Restaurada Nueva República —. Magistrado Kinton, me alegra que haya podido venir.

—Nos beneficiará a todos estar aquí.

—Completamente cierto —dijo esto mirando al Caballero de Ren —. Señor Blagg, si me disculpa tengo asuntos más importantes que atender.

—Claro, que se divierta.



Hanna Solo [Pt. II] - [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora