#3: "Equilibrio"

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Sin su atuendo de Naboo y el maquillaje, Temiri pudo notar con más facilidad el encanto de la Senadora. La había visto caminar por los pasillos rumbo a los jardines a un ala que no tenía permitido pisar, pero aún en la escasa distancia que los había separado pudo ser capaz de observarla hasta que se perdió por las puertas vidriadas que no le permitieron deleitarse de ella.

Anna era un enigma para muchos, en especial para uno de sus informantes. Era como si hubiera aparecido de repente por un acto divino que a pocos convenció pero que, sin embargo, tampoco pudieron obviar. Era una mujer lista, fuerte y decidida, su círculo de alianzas a pesar de ser uno pequeño, era uno claramente impenetrable y había tenido más éxitos que fracasos para hacerse lugar en el Senado Galáctico. Era fuerte, ella lo había hecho fuerte.

Kylo Ren necesitaba de su influencia. Ella sería la llave para penetrar en la Nueva República, recuperar el prestigio perdido y dirigir todas sus armas a la Resistencia.  El Líder Supremo no sólo quería desaparecer las tropas que dirigía su madre, querían apoderarse nuevamente del poder en carácter político. Quería dirigir la galaxia, cada diminuto planeta y ser existente de ella. 

Ese era el plan.

Esperó en su habitación hasta la hora del almuerzo, lo más seguro era que ella se presentaría. Las senadoras eran quisquillosas con los modales y estaba convencido de que no lo haría esperar. Y no se equivocó, allí mismo la encontró, impoluta en la punta de la mesa con aquellos extravagantes trajes. 

-Senadora Anna.

-Senador Blagg.

Dejar de ser despiadado por un par de días lo hacía sentir extrañamente reconfortado. Como si hubiera extrañado tener un momento de paz sin la presión de los ojos de Ren sobre él. Pero, ¿alguna vez había tenido paz? En realidad estaba seguro que aquellas sensaciones no eran más que una fantasía. Era más bien un deseo, un anhelo; si bajaba la guardia terminaría muerto y ella sería la perpetradora si le daba lugar. Despejó aquellos pensamientos de lado para reemplazarlos por los que realmente valían la pena; aquellos que le recordaban el qué, el porqué y el para qué, la razón de estar ahí con ella. 

-Entonces -dijo ella mientras cortaba un pedazo de carne -, ¿cuáles son esos negocios?

-¿Es este el lugar apropiado para hablar sobre ellos?

-No lo sé, ¿cuál es ese lugar en el que desea hablar? -tenía una expresión entre pícara e inocente mientras se llevaba la comida a la boca con tanta delicadeza; lo dejó por un instante completamente desconcertado y en un intento por entender aquello de lo que había sido testigo, su cabeza había quedado en blanco -. Parece que no es un hombre de muchas palabras.

-Yo...

-¿Usted?

-No vine a... -bueno, tal vez sí había llegado para eso. De ser necesario lo haría, pero ese no era el punto -. No es como me la imaginaba -comentó más para sí mismo que para ella.

La senadora Anna soltó una risa mientras se limpiaba los labios con una servilleta.

-Vaya, me pregunto qué es lo que dicen sobre mí. No soy un monstruo como verá, pero el resto no entiende que sé en quién depositarle mi confianza -tomó una de las copas y se la llevó a sus labios -. ¿Quiere saber como sé en quién confiar?

*

El sitio privado de la Senadora era un amplio jardín de césped y árboles que daban hacia el mar azul. Era un paraíso, un sitio lejos de toda civilización, en el medio de la nada que no se comparaba con lo que él ya conocía. La miró de reojo mientras ella degustaba pequeños cubos de peras.

-Supongo que tiene privilegios.

-¿Usted no? -le tendió su tazón con una sonrisa -. ¿Quiere?

-No -odiaba las peras, su pequeño yo las odiaba aún más -. No me traen buenos recuerdos -mencionó con amabilidad.

-Las peras de Borkars son deliciosas, jugosas y tiene una contextura refrescante. El comercio va entorno a estas frutas, la pesca y mecánica avanzada, creí que venía por negocios -le entregó su tazón a su escolta -. A menos que no haya venido por negocios.

-Los hombres están prohibidos en su hogar, ¿por qué me dio asilo?

-Porque me gustan los hombres -Temiri sonrió regresando su mirada hacia el frente y ella hizo lo mismo mientras se apoyaba en las barandas de mármol -. No sé cuál es la razón por la cual está aquí, pero desde ya le diré que no soy tan fácil de convencer. 

-Daré mi mayor esfuerzo.

-El tiempo ya ha comenzado a correr, señor Blagg. Y no está muy a su favor -le dio la espalda al mar y fijó su mirada hacia la imponente construcción al que llamaba hogar -. Es momento de ser creativo.

*

Mordió su uña. ¿Que había sido ese pequeño desliz de coqueteo? ¿Lo había desafiado o alentado? Miró hacia las puertas de su habitación y luego al suelo, ¿y si entraba? El pequeño intercomunicador de su bolsillo vibró lo suficiente para llamar su atención y sin perder tiempo lo llevó hasta su oreja y lo metió dentro de ella.

-¿Sí?

-Es bueno saber que sigues con vida.

-No me resulta divertido en este momento escuchar eso -reclamó frunciendo su ceño -. ¿Cuándo?

-Pronto. Mantén a Blagg allí dentro, átalo, enciérralo, no importa, pero no dejes que se vaya de ahí.

-Poe.

-Confiamos en ti.

Dijo este antes de cortar la comunicación. Hanna suspiró y llevó nuevamente la uña de su pulgar con un poco más de ansiedad hasta su boca. Tenía que mantener la calma, ahora era una maestra Jedi, capaz de controlar la fuerza pero sobre todo la luz que emanaba de su interior. Tenía que meterse en la cabeza que ella sería capaz de hacer lo que fuera para cumplir con las nuevas órdenes.

Lo que fuera. 


Hanna Solo [Pt. II] - [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora