20

919 85 17
                                    

Scourge, por primera vez en años, salió de la ciudad de un modo inusual. Normalmente se ocultaba, hacía todo lo posible para no ser visto por las autoridades. Por esto, no solía usar el transporte público. Aunque, de esta vez, si lo hizo. Es cierto que se esforzó por pasar desapercibido, no fuera a ser que sus esfuerzos resultasen en vano por una metedura de pata. La documentación que presentó era falsa; las autoridades habian confiscado su pasaporte para evitar su huida del país. Aún así, con un nombre falso, logró subir al avión sin ningún tipo de problemas. Se notaba de lejos que se había hecho un experto en el engaño.

Una vez que entró en la aeronave, ocupó su asiento. Aceptó con amabilidad los aperitivos ofrecidos por las azafatas, siempre evitando demasiado el contacto visual, por miedo de que alguien le reconociera. Inspiró y espiró, logrando la relajación. Solo tendría que ponerse sus auriculares, escuchar música, taparse los ojos con un antifaz de esos para dormir, acomodarse en una posición cómoda, y caer en los brazos de morfeo mientras esperaba a que los minutos corrieran. 

[...]

El viaje no iba a salir como planeaba. Apenas unas pocas horas después del despeje del avión, comenzó a oír un niño ruidoso detrás de su asiento. Su primera reacción fue ignorarlo con la ayuda de sus cascos. Pronto volvió a fruncir el ceño, pues sintió como ese mismo niño pateaba su asiento por la impaciencia de estarse quieto. El erizo intentó calmarse y recordar que no debía precipitarse con sus acciones. Con eso en mente, al ver que no cesaban los golpes, se giró para poder resolver el asunto dialogando. Al hacerlo, pudo ver que los padres del niño estaban dormidos, no teniendo más remedio que hablar con el crío.

- Disculpa -llamó su atención-, ¿podrías dejar de dar patadas a mi asiento, por favor? -intentó ser lo más respetuoso posible.

- ¿Por qué? -preguntó el pequeño.

- Porque molesta.

- Me resultas familiar -espetó inocente-. Creo que ya te he visto antes.

- ¿Qué? No digas tonterías, niño.

- Me llamo Jimmy.

- Pues, Jimmy, tan solo deja de molestarme, ¿vale? -concluyó antes de volver a sentarse correctamente.

- ¡Ya sé! -soltó después de pensar un rato- ¡Yo te he visto en la tele! -le escuchó decir. Esto de alguna manera lo puso nervioso- ¿Eres famoso? 

- No, y deja de decir que me conoces -le dijo con voz seria.

- No te creo -después se levantó y se acercó al erizo por detrás- Dime cómo te llamas. 

- ¿No te ha dicho tu madre que no hables con extraños? -inquirió con la intención de convencerlo de que lo dejase en paz.

- Bueno, sí, pero...

- ¡Hazle caso a tu mamá y vuelve a tu sitio! -le interrumpió.

- Pero usted no es un extraño. Te conozco, te he visto en la televisión -respondió, haciendo que Scourge se llevara las manos a la cabeza.

- Esto es lo que pasa cuando intentas resolver las cosas por las buenas -murmuró para sí mismo.

- ¿El qué? -preguntó el niño por no haberlo oído con claridad.

- Sabes, te voy a dar un regalito para que te estés calladito, ¿de acuerdo? -al ver su paciencia siendo agotada.

- Vale. ¿Me vas a dar chuches? Porque mi papá dice que no es muy bueno comer mucho azúcar.

- Tranquilo, niño. Ven conmigo -se levantó aprovechando que no había ninguna azafata andando por allí. 

Lo tomó de la mano y lo llevó hasta la parte trasera del avión, donde se encontraban los minúsculos cuartos de baño. Con cuidado de no ser visto por nadie, rápidamente le tapó la boca al muchacho con una de sus manos y lo inmovilizó. Acto seguido, se encerró en uno de los baños con él y lo sentó en el inodoro. De la parte trasera de sus pantalones, sacó un cuchillo bien afilado, el arma que siempre guardaba por si acaso. Viendo como se avecinaba un grito se socorro por parte del pequeño, le tapó la boca de nuevo, metiéndole un rollo de papel higiénico. Tras asegurarse de que nadie oiría nada de nada, empezó a acuchillar lo mientras percibía el terror y el dolor de aquel pobre niño. Sin embargo, después de tantos años de crímenes, su consciencia se había vuelto insensible al sufrimiento ajeno, haciéndolo incapaz de sentir compasión incluso al ver todas las lágrimas que corrían de los ojos del infante. Todo esto ocurrió en escasos minutos.

Zone Cop. Misión de Alto Riesgo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora